Hace pocos días pude indigestarme a placer de un empacho de “Las nuevas aventuras del guerrero del antifaz”, comic español y moderado, tal vez para esquivar la censura franquista. Los detractores argumentaban que los paisajes eran casi inexistentes y que los personajes estaban poco matizados. Los incondicionales resaltaban el dibujo en sí y la sensación de movimiento que desprendían las figuras.
Tampoco había que rasgarse las vestiduras con un tebeo de espada, si bien es cierto que uno a veces tenía la sensación de que el guerrero siempre hacía lo mismo:
1) Irse a por uvas fuera de España.
2) “Recomendar” a Li-Chin que no le siguiera, pero sin mucho énfasis.
3) Encontrarse con el cacique de turno, más pérfido y malo que el anterior, y que nunca aceptaba la amistad del guerrero.
4) Ser apresado, y Li-Chin violada sin contemplaciones por el jefe (luego daba una paliza a los segundones que querían las sobras).
5) Soltarse y matar al malvado.
5’) Soltarse y ser salvado por Li-Chin que mataba al malo.
6) Irse a otra parte, a menudo seguido por una mujer enamorada, de intenciones ambiguas.
Releyendo las nuevas aventuras de adulto he reparado en dos aspectos del guerrero que me han parecido muy curiosos o cómicos. Primero, la invencibilidad de nuestro héroe. Por fuerte, creído o hábil que fuera el malo acababa palmando siempre, normalmente con una facilidad abrumadora del cristiano en comparación con su primer encuentro, donde a menudo perdía. Segundo, el sex-appeal de don Adolfo, capaz de enamorar a todas las féminas de cada episodio –con la honrosa excepción de Sarita- vestido, con cota de malla, antifaz y casco. ¡Sí señor! Siempre había tema o una manifiesta intención de abrazar la cruz por parte de la musulmana o morisca correspondiente. La pelea de gatas, entre Li-Chin y las rivales, se libraba a un nivel sibilino, a veces llevado al plano físico. La otra solía acabar trágicamente, violada y asesinada por piratas, comida por tiburones, abatida por un hacha, ensartada por musulmanes, apuñalada por la espalda. Pero lo verdaderamente flipante era la actitud del guerrero. “No, yo estoy casado…, mi esposa y mi hijo…, Li-Chin, solo quiero tu amistad…” Pero en el fondo se huelgó con la china al menos un par de veces, puede que más. Tampoco se libró de consolar a otras de modo sutil, el tebeo a veces no es muy explícito: Soraya, Sandra, Amancia. Con otras es seguro que no hubo tema: Nasita, Sabina,… En cualquier caso el guerrero del antifaz no hizo grandes esfuerzos por mantenerse abstenido, pese a tener esposa, hijo, una poderosa fe católica y un aparente desinterés por asuntos amatorios. Un auténtico mego, vamos, capaz de “consolar” a una pensando que está con otra, o de pedir a Li-Chin, cuando la pobre china ha decidido dar su amor a Shantal Kir, que vuelva con ellos porque quiere tenerla cerca, eso sí, como amigos. ¡Menuda jeta enmascarada!
En resumen, que el conde de Roca, tan fuerte, viril, católico, justo y centrado, cae en media docena de camas con la indiferencia del que pela un besugo, casi por no violentar a sus anfitrionas. ¡Será posible! Con lo fácil que hubiera sido dejar a Ana María con Ramiro o con Olaf, que morían por sus huesos (de hecho mueren por culpa de ellos), y afincarse en la isla amarilla, en el oasis de los Kir o en el mar Muerto con la mariposa oriental y recuperar todos los coitos perdidos…
Una última cuestión… ¿por qué cojones llevaba antifaz un conde que todo el mundo conocía pero cuyo rostro no era en absoluto asociado a él?
Tampoco había que rasgarse las vestiduras con un tebeo de espada, si bien es cierto que uno a veces tenía la sensación de que el guerrero siempre hacía lo mismo:
1) Irse a por uvas fuera de España.
2) “Recomendar” a Li-Chin que no le siguiera, pero sin mucho énfasis.
3) Encontrarse con el cacique de turno, más pérfido y malo que el anterior, y que nunca aceptaba la amistad del guerrero.
4) Ser apresado, y Li-Chin violada sin contemplaciones por el jefe (luego daba una paliza a los segundones que querían las sobras).
5) Soltarse y matar al malvado.
5’) Soltarse y ser salvado por Li-Chin que mataba al malo.
6) Irse a otra parte, a menudo seguido por una mujer enamorada, de intenciones ambiguas.
Releyendo las nuevas aventuras de adulto he reparado en dos aspectos del guerrero que me han parecido muy curiosos o cómicos. Primero, la invencibilidad de nuestro héroe. Por fuerte, creído o hábil que fuera el malo acababa palmando siempre, normalmente con una facilidad abrumadora del cristiano en comparación con su primer encuentro, donde a menudo perdía. Segundo, el sex-appeal de don Adolfo, capaz de enamorar a todas las féminas de cada episodio –con la honrosa excepción de Sarita- vestido, con cota de malla, antifaz y casco. ¡Sí señor! Siempre había tema o una manifiesta intención de abrazar la cruz por parte de la musulmana o morisca correspondiente. La pelea de gatas, entre Li-Chin y las rivales, se libraba a un nivel sibilino, a veces llevado al plano físico. La otra solía acabar trágicamente, violada y asesinada por piratas, comida por tiburones, abatida por un hacha, ensartada por musulmanes, apuñalada por la espalda. Pero lo verdaderamente flipante era la actitud del guerrero. “No, yo estoy casado…, mi esposa y mi hijo…, Li-Chin, solo quiero tu amistad…” Pero en el fondo se huelgó con la china al menos un par de veces, puede que más. Tampoco se libró de consolar a otras de modo sutil, el tebeo a veces no es muy explícito: Soraya, Sandra, Amancia. Con otras es seguro que no hubo tema: Nasita, Sabina,… En cualquier caso el guerrero del antifaz no hizo grandes esfuerzos por mantenerse abstenido, pese a tener esposa, hijo, una poderosa fe católica y un aparente desinterés por asuntos amatorios. Un auténtico mego, vamos, capaz de “consolar” a una pensando que está con otra, o de pedir a Li-Chin, cuando la pobre china ha decidido dar su amor a Shantal Kir, que vuelva con ellos porque quiere tenerla cerca, eso sí, como amigos. ¡Menuda jeta enmascarada!
En resumen, que el conde de Roca, tan fuerte, viril, católico, justo y centrado, cae en media docena de camas con la indiferencia del que pela un besugo, casi por no violentar a sus anfitrionas. ¡Será posible! Con lo fácil que hubiera sido dejar a Ana María con Ramiro o con Olaf, que morían por sus huesos (de hecho mueren por culpa de ellos), y afincarse en la isla amarilla, en el oasis de los Kir o en el mar Muerto con la mariposa oriental y recuperar todos los coitos perdidos…
Una última cuestión… ¿por qué cojones llevaba antifaz un conde que todo el mundo conocía pero cuyo rostro no era en absoluto asociado a él?
¿Vas a escribir más artículos sobre super héroes? Me ha gustado mucho
ResponderEliminarNunca había pensado en que el guerrero tuviera ese tipo de "necesidades"
ResponderEliminar¡Qué cabrón el guerrero del antifaz!
ResponderEliminarLa verdad es que el guerrero del antifaz era un crack
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