Es cuando menos inquietantemente divertido oír que el fabuloso macro recinto de la Exposición Internacional sobre el agua y el desarrollo sostenible de la “muy Noble, Muy Leal, Muy Heroica, Muy Benéfica, Siempre Heroica e Inmortal” ciudad de Zaragoza…, que el recinto de la EXPO 2008, decía, se haya quedado en nada ante la avalancha de turistas acelerados y almendrones atrasados en gastar su magnífico pase de tres días con caducidad a final de agosto. Total, que si el aforo máximo eran 110.000, parece ser que este fin de semana – y de mes- se ha tenido que echar el candado después de pasar al visitante 115.000 por el escáner de entrada. Habráse visto semejante chapuza.
Para que luego digan que se planifica bien a orillas del Ebro.
De todas maneras el aforo del recinto no deja de ser acorde con otras actuaciones y remates de la capital: Unas orillas con grava, vallas y escombros, obras que avergonzarían a la M-30, baldosas sueltas, carriles bici que atraviesan sin pudor pasos de cebra, peatones que pasean impunemente por los carriles bici de antes, autobuses TUZSA a reventar en hora punta, terrazas de bar que impiden el paso, contenedores de reciclaje más petados que la propia EXPO, y un fabuloso trazado de nuevas calzadas unidireccionales que te obligan a ir hacia Ranillas, pero que te niegan mirar hacia atrás (con ira).
Pero volvamos a Fluvilandia. La verdad es que pocas veces he contemplado un chiste visual tan macabro como los asfaltados secuzos de la Expo del AGUA: Es un auténtico secarral monegrino, salpicado, eso sí, de fastuosos oasis de pago donde el preciado elemento, o una coca-cola, o una cerveza se paga a precio de Sáhara (esto era predecible). Una de las cosas más estúpidas de la EXPO es el gran invento del siglo: El imposible FAST PASS. ¿De qué sirve un pase rápido si para dártelo hay que hacer dos horas de cola al sol justiciero de Zaragoza, que vienen los andaluces y se cagan en todo? Y vas tú, almendrón cabezudico, y les dices: “No, si esto no es nada, en invierno el cierzo te hiela el alma”. Total, que una cola lenta para un pase rápido es una paradoja, una absurdez y además no vale para nada. Mejor sería hacer cola directamente a pelo, que seguro que no estás dos horas, y no corres el riesgo de que te la cierren por agotamiento (no propio, sino de las entradas) después de cien minutos baldíos. Es posible que lo que se ve en la muestra sea medianamente interesante, pero la espera en la entrada hace que nuestro nivel de exigencia media se sitúe muy por encima de lo expuesto. De ahí la decepción y el comentario “pues chico, está bien pero no para esperar una hora y cuarto en la fila”.
Pero no pasa nada. Si las instalaciones son escasas, las colas como si regalaran roscón de Reyes en la plaza del Pilar, el calor como si fuera Sevilla pero más seco, los pabellones meros expositores de fotos, audiovisuales o directamente tiendas, los visitantes saben estar a la altura. Nadie se salva. Vamos a verlos:
1) Visitante tipo “está bien, pero prefiero la de Sevilla”. Normalmente son foráneos, y desde luego no muy jóvenes. Eso sí, como aragonés admito que tienen toda la razón. Aparte de que ésta es una exposición internacional y no universal, bla, bla, bla y todo eso, pues resulta que Zaragoza no aporta apenas detalles tecnológicos, artísticos o innovadores que superen lo de Sevilla. Dieciséis años después te esperas algo que te asombre, te embelese o te haga tilín. Sin embargo, poca gente se ha quedado con la boca abierta (si acaso para bostezar).
2) Visitante tipo “a ver, a ver”. Suele ser extranjero, pero a veces puede aparecer espécimen nacional. Muestra una actitud borreguesca sin orden ni concierto. Normalmente irá a la cola mayor bajo el principio poco fiable de “a mayor cola, mejor pabellón”. Ay, amigo, como te metas en el de Mónaco…
3) Visitante tipo “Aragón-España-HombreVertiente-Japón-Alemania-Marruecos”. Todo lo demás se la suda. Él quiere ver única y exclusivamente lo mejor o lo que las leyendas urbanas dicen que es lo mejor. Lo gracioso es que en un día es imposible ver todo eso, aunque con suerte tal vez consigas ver cuatro de los Top 6. Por cierto, ¿alguien sabe qué cojones significa la piscina de bolas azules del pabellón de España? Creo que moriré sin saberlo.
4) Visitante tipo “a ver que llevo a mi madre en silla de ruedas”. Mi preferido. Éste es un figura. No conoce sexo, raza ni condición, si bien su perfil medio es hombre o mujer de cuarenta años acompañado de su madre, su tía, o una señora que ha raptado de la residencia “El achaque” perfectamente apalancada en una silla de ruedas salvadora, que permite acceso inmediato a todos los pabellones, y además ante la atenta mirada de todos los gilipollas que llevan tres cuartos de hora apoyados en la pared esperando su turno de entrada. Normalmente se trata de personas que no utilizan asiduamente una silla pero que así pueden aguantar doce horas del tirón y sin cansarse. Otras directamente tienen tanta pinta de utilizar silla de ruedas como yo zapatos de plataforma. Y ya el colmo: A la hora de cierre de pabellones las he visto levantarse de sus sempiternos asientos y ponerse a andar para estirar las piernas que nunca han podido mover. ¡Oh, milagro! ¡Dios te ha devuelto la movilidad a tiempo de hacer cola para los bocadillos de la cena! Y mientras el sobrino, nieto o ahijado derrapando con la silla o echando carreras con otro crío en silla de ruedas ajena.
5) Visitante tipo “estoy embarazada”. Variante del anterior. Esta ni siquiera carga con la silla ni con su puta madre. Directamente saca tripa y se pone en la cola FAST PASS. Nunca falla. El problema es que nunca va sola. Siempre lleva marido, hijo(s), cuñada, hermano, madre, etc lo que sea pero sin silla, que ya no hace falta.
6) Visitante tipo “vamos ahí que no hay nadie”. Éste siempre ve un número amplio de pabellones, pero de poco caché. Normalmente aprovecha más que el resto pero se va de Zaragoza con la curiosidad de saber cómo eran los pabellones de Aragón, España, Japón y el Hombre Vertiente.
7) Visitante tipo “vamos a mi país”. Patriótico más que objetivo, piensa que su espacio es lo más bonito de toda la muestra. Nunca lo es –salvo si eres japonés-, pero el arraigo puede más que la cruda realidad.
8) Visitante tipo “¿dónde está el pabellón de Colombia?” No le interesa la EXPO, ni los pabellones, sólo quiere tomarse un café de Colombia GRATIS, un ron por el forro y un té japonés sin poner un duro, aunque le falte azúcar. Su perfil es claro: mujer de más de 50, española, de nivel cultural bajo y llevando el peso de una familia nuclear. O sea, una MARUJA como la que tenía las empanadillas haciendo la mili en Móstoles. O jubilada con carnet del Imserso haciendo escala en la Pilarica entre el viaje a Benidorm y la excursión a Lourdes. No se sabe cómo, pero este segundo espécimen siempre se cuela sin darse cuenta y acaba comiendo, meando o visitando Colombia antes que tú, aunque lleves en la fila mucho más tiempo que ella. Tal vez sea por el miedo de envejecer en la fila. ¡Señora! ¡Si más ya no puede envejecer! O ¡que no se va a morir en acto de servicio!
9) Visitante tipo “pase de temporada”. Normalmente va a lo que va, desglosando sus visitas en interesantes y estudiados pabellones. A veces desarrolla una superioridad supina basándose en su conocimiento del recinto por repetición. En tal caso es repelente: Te lo cuenta todo, te aconseja, y se pasea por ahí como si la EXPO se hubiera construido con sus fondos personales. A evitar.
Parece que esto se ha complicado. Me temo que hablaré del agua en otro momento.
Para que luego digan que se planifica bien a orillas del Ebro.
De todas maneras el aforo del recinto no deja de ser acorde con otras actuaciones y remates de la capital: Unas orillas con grava, vallas y escombros, obras que avergonzarían a la M-30, baldosas sueltas, carriles bici que atraviesan sin pudor pasos de cebra, peatones que pasean impunemente por los carriles bici de antes, autobuses TUZSA a reventar en hora punta, terrazas de bar que impiden el paso, contenedores de reciclaje más petados que la propia EXPO, y un fabuloso trazado de nuevas calzadas unidireccionales que te obligan a ir hacia Ranillas, pero que te niegan mirar hacia atrás (con ira).
Pero volvamos a Fluvilandia. La verdad es que pocas veces he contemplado un chiste visual tan macabro como los asfaltados secuzos de la Expo del AGUA: Es un auténtico secarral monegrino, salpicado, eso sí, de fastuosos oasis de pago donde el preciado elemento, o una coca-cola, o una cerveza se paga a precio de Sáhara (esto era predecible). Una de las cosas más estúpidas de la EXPO es el gran invento del siglo: El imposible FAST PASS. ¿De qué sirve un pase rápido si para dártelo hay que hacer dos horas de cola al sol justiciero de Zaragoza, que vienen los andaluces y se cagan en todo? Y vas tú, almendrón cabezudico, y les dices: “No, si esto no es nada, en invierno el cierzo te hiela el alma”. Total, que una cola lenta para un pase rápido es una paradoja, una absurdez y además no vale para nada. Mejor sería hacer cola directamente a pelo, que seguro que no estás dos horas, y no corres el riesgo de que te la cierren por agotamiento (no propio, sino de las entradas) después de cien minutos baldíos. Es posible que lo que se ve en la muestra sea medianamente interesante, pero la espera en la entrada hace que nuestro nivel de exigencia media se sitúe muy por encima de lo expuesto. De ahí la decepción y el comentario “pues chico, está bien pero no para esperar una hora y cuarto en la fila”.
Pero no pasa nada. Si las instalaciones son escasas, las colas como si regalaran roscón de Reyes en la plaza del Pilar, el calor como si fuera Sevilla pero más seco, los pabellones meros expositores de fotos, audiovisuales o directamente tiendas, los visitantes saben estar a la altura. Nadie se salva. Vamos a verlos:
1) Visitante tipo “está bien, pero prefiero la de Sevilla”. Normalmente son foráneos, y desde luego no muy jóvenes. Eso sí, como aragonés admito que tienen toda la razón. Aparte de que ésta es una exposición internacional y no universal, bla, bla, bla y todo eso, pues resulta que Zaragoza no aporta apenas detalles tecnológicos, artísticos o innovadores que superen lo de Sevilla. Dieciséis años después te esperas algo que te asombre, te embelese o te haga tilín. Sin embargo, poca gente se ha quedado con la boca abierta (si acaso para bostezar).
2) Visitante tipo “a ver, a ver”. Suele ser extranjero, pero a veces puede aparecer espécimen nacional. Muestra una actitud borreguesca sin orden ni concierto. Normalmente irá a la cola mayor bajo el principio poco fiable de “a mayor cola, mejor pabellón”. Ay, amigo, como te metas en el de Mónaco…
3) Visitante tipo “Aragón-España-HombreVertiente-Japón-Alemania-Marruecos”. Todo lo demás se la suda. Él quiere ver única y exclusivamente lo mejor o lo que las leyendas urbanas dicen que es lo mejor. Lo gracioso es que en un día es imposible ver todo eso, aunque con suerte tal vez consigas ver cuatro de los Top 6. Por cierto, ¿alguien sabe qué cojones significa la piscina de bolas azules del pabellón de España? Creo que moriré sin saberlo.
4) Visitante tipo “a ver que llevo a mi madre en silla de ruedas”. Mi preferido. Éste es un figura. No conoce sexo, raza ni condición, si bien su perfil medio es hombre o mujer de cuarenta años acompañado de su madre, su tía, o una señora que ha raptado de la residencia “El achaque” perfectamente apalancada en una silla de ruedas salvadora, que permite acceso inmediato a todos los pabellones, y además ante la atenta mirada de todos los gilipollas que llevan tres cuartos de hora apoyados en la pared esperando su turno de entrada. Normalmente se trata de personas que no utilizan asiduamente una silla pero que así pueden aguantar doce horas del tirón y sin cansarse. Otras directamente tienen tanta pinta de utilizar silla de ruedas como yo zapatos de plataforma. Y ya el colmo: A la hora de cierre de pabellones las he visto levantarse de sus sempiternos asientos y ponerse a andar para estirar las piernas que nunca han podido mover. ¡Oh, milagro! ¡Dios te ha devuelto la movilidad a tiempo de hacer cola para los bocadillos de la cena! Y mientras el sobrino, nieto o ahijado derrapando con la silla o echando carreras con otro crío en silla de ruedas ajena.
5) Visitante tipo “estoy embarazada”. Variante del anterior. Esta ni siquiera carga con la silla ni con su puta madre. Directamente saca tripa y se pone en la cola FAST PASS. Nunca falla. El problema es que nunca va sola. Siempre lleva marido, hijo(s), cuñada, hermano, madre, etc lo que sea pero sin silla, que ya no hace falta.
6) Visitante tipo “vamos ahí que no hay nadie”. Éste siempre ve un número amplio de pabellones, pero de poco caché. Normalmente aprovecha más que el resto pero se va de Zaragoza con la curiosidad de saber cómo eran los pabellones de Aragón, España, Japón y el Hombre Vertiente.
7) Visitante tipo “vamos a mi país”. Patriótico más que objetivo, piensa que su espacio es lo más bonito de toda la muestra. Nunca lo es –salvo si eres japonés-, pero el arraigo puede más que la cruda realidad.
8) Visitante tipo “¿dónde está el pabellón de Colombia?” No le interesa la EXPO, ni los pabellones, sólo quiere tomarse un café de Colombia GRATIS, un ron por el forro y un té japonés sin poner un duro, aunque le falte azúcar. Su perfil es claro: mujer de más de 50, española, de nivel cultural bajo y llevando el peso de una familia nuclear. O sea, una MARUJA como la que tenía las empanadillas haciendo la mili en Móstoles. O jubilada con carnet del Imserso haciendo escala en la Pilarica entre el viaje a Benidorm y la excursión a Lourdes. No se sabe cómo, pero este segundo espécimen siempre se cuela sin darse cuenta y acaba comiendo, meando o visitando Colombia antes que tú, aunque lleves en la fila mucho más tiempo que ella. Tal vez sea por el miedo de envejecer en la fila. ¡Señora! ¡Si más ya no puede envejecer! O ¡que no se va a morir en acto de servicio!
9) Visitante tipo “pase de temporada”. Normalmente va a lo que va, desglosando sus visitas en interesantes y estudiados pabellones. A veces desarrolla una superioridad supina basándose en su conocimiento del recinto por repetición. En tal caso es repelente: Te lo cuenta todo, te aconseja, y se pasea por ahí como si la EXPO se hubiera construido con sus fondos personales. A evitar.
Parece que esto se ha complicado. Me temo que hablaré del agua en otro momento.
Ja, ja, ja. Es verdad, la EXPO era así.
ResponderEliminarAhora da pena verla.
ResponderEliminarMenos mal que no le han dado la olimpiada a Madrid.
ResponderEliminarMe he reido mucho con este articulo. Yo estuve allí y un poco si que dejaba que desear.
ResponderEliminarUn saludo