Parece una sonrisa sin fin, una felicidad sin descanso, un caramelo con relleno. Sin embargo, a veces se dibuja en su semblante una infinita tristeza, una profunda amargura, un resquemor inabarcable. Su bipolaridad no tiene límites, si bien exhibe frecuencias muy descompensadas: Casi siempre es alegría, ternura y espíritu joven. Algunas veces, las menos, aparece frío y distante, como cansado del mundo o desengañado de recibir desplantes a cambio de sus palabras amables.
Los días oscuros no son negros, sino de un tono mucho más fúnebre, como si la tristeza o la desolación se comiera las armonías cromáticas de tan serio color. Los ojos brillantes se vuelven más pequeños, más lejanos, más incomprensibles. El sesgo facial cobra la misma dureza que si estuviera azotado por el cierzo más cruel. Y la boca entreabierta nunca consigue arquearse como en los días de bonanza. Es evidente que cuando no sonríe ALGO le pasa. Los diálogos son tan cortos como contundentes: -“¿Te pasa algo?” -“No, estoy bien”. La concisión y la sequedad del verbo no dan lugar a preguntas adicionales, ni para preocuparse por el ánimo ni para rellenar incómodos aujeros de silencio.
La noche es muy negra, pero casi todo es día en él. Es difícil encontralo de mal humor o abatido, y responde a quejas con sonrisas, quitando hierro a incandescencias que se fraguan o glorificando pequeños milagros cotidianos. Le encanta escuchar palabras sabias y necias, para entender el micromundo que cada uno construye en su escasez o abundancia, y valora la humildad como el más preciado de los tesoros.
No cree demasiado en la amistad, pero respeta al compañero como si fuera la verdad más recóndita, consciente quizá de que los momentos que vives con alguien son de oro líquido, y quién está al lado parece bañado en él.
Intercala palabras sabias con chascarillos inocentes, buscando a veces la risa ajena o la aceptación generalizada, aunque no siempre la consigue. A veces cierra el buzón pensando que ya ha hablado demasiado, o no con mucho éxito, o simplemente que el espacio verbal está demasiado saturado para contaminarlo más. Con todo, le fascinan los buenos conversadores, aquellos que da gusto oírlos pero que también valoran una buena réplica, y que son capaces, como él, de arreglar el mundo en dos subordinadas y una oración de relativo.
Su imaginación no descansa, y tan pronto da muestras de una clarividencia divina como de una incoherencia temática, saltando de idea en idea sin conexión alguna. Sin duda piensa demasiado y de modo poco constructivo, como atestiguan sus mil ralladas sin fundamento, caldo de cultivo de esos días negros, escasos pero sumamente oscurecidos.
Se endurece con los años, pero a un ritmo menor que el resto de los minerales terrestres, de manera que cuando su textura de talco se ha vuelto azabache, el resto del mundo ya es hierro o diamante. Como él suele apostillar, ha nacido para un mundo más amable.
Los días oscuros no son negros, sino de un tono mucho más fúnebre, como si la tristeza o la desolación se comiera las armonías cromáticas de tan serio color. Los ojos brillantes se vuelven más pequeños, más lejanos, más incomprensibles. El sesgo facial cobra la misma dureza que si estuviera azotado por el cierzo más cruel. Y la boca entreabierta nunca consigue arquearse como en los días de bonanza. Es evidente que cuando no sonríe ALGO le pasa. Los diálogos son tan cortos como contundentes: -“¿Te pasa algo?” -“No, estoy bien”. La concisión y la sequedad del verbo no dan lugar a preguntas adicionales, ni para preocuparse por el ánimo ni para rellenar incómodos aujeros de silencio.
La noche es muy negra, pero casi todo es día en él. Es difícil encontralo de mal humor o abatido, y responde a quejas con sonrisas, quitando hierro a incandescencias que se fraguan o glorificando pequeños milagros cotidianos. Le encanta escuchar palabras sabias y necias, para entender el micromundo que cada uno construye en su escasez o abundancia, y valora la humildad como el más preciado de los tesoros.
No cree demasiado en la amistad, pero respeta al compañero como si fuera la verdad más recóndita, consciente quizá de que los momentos que vives con alguien son de oro líquido, y quién está al lado parece bañado en él.
Intercala palabras sabias con chascarillos inocentes, buscando a veces la risa ajena o la aceptación generalizada, aunque no siempre la consigue. A veces cierra el buzón pensando que ya ha hablado demasiado, o no con mucho éxito, o simplemente que el espacio verbal está demasiado saturado para contaminarlo más. Con todo, le fascinan los buenos conversadores, aquellos que da gusto oírlos pero que también valoran una buena réplica, y que son capaces, como él, de arreglar el mundo en dos subordinadas y una oración de relativo.
Su imaginación no descansa, y tan pronto da muestras de una clarividencia divina como de una incoherencia temática, saltando de idea en idea sin conexión alguna. Sin duda piensa demasiado y de modo poco constructivo, como atestiguan sus mil ralladas sin fundamento, caldo de cultivo de esos días negros, escasos pero sumamente oscurecidos.
Se endurece con los años, pero a un ritmo menor que el resto de los minerales terrestres, de manera que cuando su textura de talco se ha vuelto azabache, el resto del mundo ya es hierro o diamante. Como él suele apostillar, ha nacido para un mundo más amable.
ME HE SENTIDO BASTANTE IDENTIFICADA CON LO QUE DICES. ES IMPOSIBLE ESTAR SIEMPRE ALEGRE, Y MUCHO MENOS SER EL ETERNO CENTRO DE ATENCIÓN DEL PEQUEÑO MUNDO QUE NOS RODEA. AUN ASI, QUIERO CREER QUE AUNQUE EL MUNDO EN EL QUE VIVIMOS NO ES PARA NADA PERFECTO, SI QUE PODEMOS INTENTAR QUE ESE PEQUEÑO MUNDO AL QUE PERTENECE NUESTRO DIA A DIA LO SEA. ESTA CLARO QUE CON EL PASO DE LOS AÑOS NOS ENDURECEMOS Y NOS MOSTRAMOS MAS CERRADOS A CUALQUIER NOVEDAD PERO YO ME NIEGO A PERDER UN POCO DE ESA INOCENCIA INFANTIL QUE HACE QUE CREA QUE EL MUNDO O, AL MENOS, MI PEQUEÑO MUNDO ES LO SUFICIENTEMENTE AMABLE PARA NUESTRA EXISTENCIA.
ResponderEliminarCaray¡¡
ResponderEliminarYo soy pura contradicción y eso hace que los demás se molesten y no sepan a que atenerse conmigo
ResponderEliminarLa persona que ha escrito esto está hecha para vivir en un mundo diferente.
ResponderEliminarSi encuentras ese mundo más amable, búscame...
ResponderEliminarPrecioso. En un mundo de tarados emocionales, me incluyo, supongo que no soy uno de los elegidos para vivir en un mundo más amable, ese es mi castigo, los sentimientos se devalúan y como consecuencia queda la soledad. Dile a tu amigo que afuera hace mucho frío pero que muchos quisiésemos su osadía. Busqué el calor del hogar y lo encontré. A veces hecho de menos volver a salir y gritar que estoy vivo pero temo que alguien se ofenda y me vuelvan a mirar mal. No sé si tu amigo encontrara ese mundo más amable. A veces también la búsqueda reconforta.
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