sábado, 31 de enero de 2009

El valor

Tiene muchos colores, sabores y olores. Los hay grande y bravo, pequeño e insignificante, oscuro e interesado, generoso y desprendido. Ser valiente incluye un espectro tan vasto de actitudes y situaciones como definiciones pueden hacerse del término lingüístico. Aquí hablaremos del valor como oposición al instinto de supervivencia, bien sea física, social, emocional, metafísica o aparente. El valor es algo que a todo el mundo le gustaría tener pero que prácticamente nadie demuestra. Es una medalla simbólica entregada a discrección por los actos más nobles y las posturas más baldías. ¿Para qué sirve que un torero sea valiente? ¿Qué clase de valor se necesita para hacer algo voluntariamente, que te puede costar la vida, sí, pero por lo que vas a ser cubierto de euros y heróicamente vitoreado? Para mí desde luego no tiene ni punto de envidiosa comparación con el valiente apagafuegos, que también muestra coraje porque es su trabajo, pero que sirve para quitárselo a Caronte o San Pedro (que al apóstol no sé, pero al barquero no le afecta la crisis).
Antes de morir el médico Ernesto Guevara le dijo al pobre mandado que le iba a fusilar algo así como «¡Serénese y apunte bien! ¡Va usted a matar a un hombre!». Tal vez éste es el paradigma de coraje y aceptación de la muerte. Yo desde luego, soy muy pequeño para entender la fuerza del Che pero, ¿y no hubiera sido mejor aprovechar la coyuntura, darle una hostia disuasoria al soldado acojonao y salir por patas para 1) seguir vivo y 2) seguir combatiendo por la causa?
Tampoco entiendo la bravura como inconsciencia. Dicen que la ignorancia es atrevida. Yo creo que está a medio camino entre la estupidez y la pavonería. Cuanto más se envuelve uno de ideales caballerescos más reniega de ellos en la edad reaccionaria.
Entonces, ¿qué es ser valiente? Para mí es aceptar la cobardía propia y empatizar con la ajena, entender las limitaciones reales y las ficticias y luchar contra la diferencia que hay entre ellas. El valor es saberse débil y caguetas y luchar contra esos impulsos, aunque estés aterrorizado o te tiemblen las piernas. Es reinventarse por encima de tus muchos fantasmas y gritarles que les tienes miedo, que vas a salir corriendo despavorido, pero que volverás cuando la rabia cause más terror que el propio canguelo. Eso es ser valiente. Lo de antes es ser un inconsciente o un mártir ególatra.
Si tuviera que enumerar mis miedos parecerían el listín telefónico. Lo único que importa es que cada día, mes o año rasgo un par de páginas, y el resto, a cada minuto, me hacen temblar un poco menos.

La Fórmula (censored)

Jaime Esplugas otea intrigado los pasillos de su nuevo hogar. Su media sonrisa contrasta con la seriedad de su anfitrión, el funcionario de prisiones Miguel Vidal. De repente suena la sirena y decenas de carceleros corren hacia el patio. "Tangana entre presos", piensa Jaime.
La cárcel de Torrero de Zaragoza es un lugar pequeño, tranquilo. No se ven faldas. Vivir aquí será aburrido.

Durante el paseo en el patio un recluso se acerca a él. Su expresión inteligente denota sagacidad más allá de lo habitual intramuros. El preso se presenta con rapidez:
- Hola, nuevo. Yo soy Carlos Gascón, pero todos me llaman "Sabueso". Tú eres...
- Jaime, pero puedes llamarme "Romeo".
- Ya. ¿rompefaldas?
- ¿Tú qué crees, cenutrio?
- ¿Cuánto te calló?
- Me echaron 119 años.
- ¡Joder! ¿A cuántas te calzaste?
Romeo sonríe maliciosamente pero no contesta. Entre los dos habla el silencio. La conversación no da para más y el silbato les manda a sus respectivas celdas.

Durante la cena Sabueso no deja de mirar a Romeo. El comedor ya está medio vacío, y Sabueso se sienta con su bandeja al lado del nuevo. La pregunta es inminente.
- ¿De dónde vienes, Romeo?
- De la cárcel Modelo. ¿Siempre preguntas tanto?
- Hace tiempo que estoy esperando a alguien. ¿Eres tú el bastardo que me va a meter dos palmos de navaja en la tripa? Quiero saberlo. ¿Por qué te han trasladado aquí?
- Mira, tío. No me meto con nadie. Nunca me ha gustado la violencia, ni siquira forzaba a las tías más de lo necesario, sólo lo justo para sentir algo.
- Tienes mucho sentido del humor, pero tu situación no es mejor que la mía. Si no eres de los verdugos entonces eres de las víctimas.
- ¿Qué quieres decir, Sabueso?
- ¡Gilipollas! ¿Por qué crees que te han traído aquí si no es para matarte? No tienes ni idea de nada. Escucha comebragas, ahí fuera hay alguien muy poderoso al que no le gusta que le toquen los huevos. Yo se los toqué y me mandó aquí, y ahora quiere ponerme un pijama de pino y una cama de mármol, ¿comprendes? Estaba esperando el aviso de mi ejecución y éste ha llegado esta mañana, casi a la vez que tú, y si no te ha mandado el cabrón ese está claro que también formas parte del lote de sentenciados. ¿Has oído hablar de Ricardo Minguijón? ¿Le has hecho algo?
- Ya te he dicho que no le hecho daño a nadie, y menos a un tío del que no he oído hablar en mi puta vida.
- ¿Ah, no? ¿Y todos los coños que has reventao?
La mueca impenetrable en el rostro de Jaime "Romeo" Esplugas se ve interrumpida por un tímido incendio. Hay una silla ardiendo mientras un recluso ríe convulsivamente en la mesa de al lado. Dos guardias apagan el fuego con celeridad mientras cuatro de ellos golpean salvajemente al autor del desperfecto con saña desmedida. Sabueso desaprueba la acción con la cabeza a la vez que exclama:
- Este "Cerillas" es imbécil. Si no le revientan a porrazos le van a caer otros cinco años.
- Que no se extinga la llama-dice Romeo con su habitual socarronería- ¿Cómo sabes tanto, Sabueso?
- Soy licenciado en Derecho. Pero nunca me colgué la toga, preferí montármelo como detective privado.
- ¿Y cómo acabaste aquí? No pareces un delincuente.
- Nunca se me resistía ningún caso..., hasta que acepté uno contra Ricardo Minguijón. Aquello me vino grande.
- ¿No conseguiste descubrir lo que buscabas?
- No, bueno sí. El encargo era relacionar a Minguijón con el contrabando de drogas procedente de Colombia. No obtuve pruebas concluyentes relativas a la droga, pero sí datos irrefutables de que defraudaba a Hacienda. Antes de poder pescarlo, él me cazó a mí. Ahora quiere quitarme de en medio por doble motivo: Por una parte, si mis documentos se hacen públicos él se irá al garete. Por otro lado, el muy carnuz se cree Dios. No le gusta perder ni a las canicas. Se tomó mi intromisión como algo personal.
- ¿Por qué no entregaste las pruebas o mandaste a alguien para que lo hiciera en tu lugar?
- Porque no me fiaba de nadie. No imaginas lo mucho que controla y maneja este hijoputa. Mi madre tiene un estanco y me manda cigarillos todas las semanas. Como yo no fumo, cambio el tabaco por información. Así sé lo que me viene y por dónde me la van a meter. El tumulto de esta mañana se debía a un papel que han tirado al patio. “Perro Cárnico” se ha fostiado con todos para conseguirlo, luego se lo ha entregado al guardia, pero no antes de que Mikel lo leyera para mí. Estoy seguro que el papel contiene los nombres de los que deben desaparecer.
- ¿Qué decía el mensaje?
- Mu*Ru-Bt*P*H=0, según Mikel.
- ¿Y eso qué significa?
- Las iniciales son símbolos químicos. Cada símbolo representa un recluso, excepto los que van en negrita que son el remitente y el destinatario. Mu no existe como símbolo químico; yo creo que es Mn, manganeso, y que representa a Minguijón exigiendo mi muerte esta noche.
- ¿Y no sería más rápido que contactaran fuera de aquí?
- No. Minguijón no quiere ninguna relación, ni siquiera entre sus recaderos. Así es más seguro.
- ¿Quién lo hará?
- Un carcelero. Alguien que represente Ru, rutenio. Tampoco consigo descifrar es quién va a morir: Bt, P, H.
- ¿Qué elementos son?
- Bt no lo sé. P es fósforo y H es hidrógeno. ¿Significan algo para ti, Romeo?
La mueca de incredulidad del violador indica que la química no es su fuerte. Sabueso insiste:
- Tal vez Bt sea en realidad Br, bromuro, recetado a pacientes hipersexuales...
Romeo baja el rostro y comienza a estremecerse. Cuando alza de nuevo la cabeza, su media sonrisa ha desaparecido y sus ojos llorosos reflejan el semblante de la aceptación.
- Yo tomo un medicamento a base de bromuro todas las noches, Sabueso; estoy en tu puta lista.
- Calma, tío, lo arreglaremos. Seguro que jodiste a Minguijón de modo indirecto. ¿Recuerdas cómo se llaman las últimas chicas que violaste?
- Mmmm...Pilar Méndez, Laura Casas y Maite Hernando.
- Lo investigaré. Tranquilízate.
Romeo se tensa, pero enseguida refrena sus instintos y los ahoga en una expresión pueril de travesura. Después contesta con cierta mesura:
- ¿Y tú dónde estás?
- Creo que yo soy H, pero no estoy seguro.

Los guardias los llevan a la celda de castigo, culpándolos quizá de que el Cerillas tuviera un mechero en su poder. Héctor Francia, el Cerillas, era un pirómano convulsivo. Había sido condenado a cadena perpetua por quemar más de 20 bosques, parques naturales y zonas protegidas. Era el único preso al que no se le permitía fumar. Pero a él no le importaba. De hecho, nada le importaba. Hoy Cerillas está tan pasota como siempre, pero un poco menos solo. En las celdas contiguas se encuentran Sabueso y el nuevo, Romeo. El abogado rompe el silencio sentenciando.
- Va a ser esta noche. La selección está hecha.
- ¿Cómo lo sabes?- inquiere Romeo preocupado.
- La H no era tal. Mikel entendió erróneamente. Era K, potasio. Yo sólo como una fruta en los tres años que llevo aquí, plátano, rico en potasio.
- ¡Vaya astringencia! ¿Y el Cerillas?- pregunta de nuevo Romeo.
- Cerillas, fósforo, P. ¿Te enteras, bobo? - responde el Cerillas con cierta carencia de amabilidad. – Fue por quemar el coto de San Eufrasio, ese tío no perdona.
- Ese coto era propiedad de Minguijón ¿no, Cerillas? - Sabueso comienza a completar el puzzle.- Tranquilo, Romeo, el Cerillas ya conoce la historia.
- Sí, pero...¿quién es rutenio?
- Uno de los funcionarios.
- ¿Y qué más da eso? - protesta Cerillas- vamos a morir de todos modos.
- No, Cerillas. No se atreverán a asesinarnos en la cárcel. Demasiada mierda por tapar. Nos sacarán de la prisión.- asegura Sabueso- En un descampado, entre los pinares.
Un chirrido quiebra la conversación. La luz fulmina la penumbra con cruel determinación, se come la oscuridad cuando la puerta blindada se abre al fondo. Está aquí. Romeo traga saliva acojonado, Sabueso agudiza la vista intentando reconocer al matador, Cerillas resopla con resignación. La silueta que se recorta es menuda, con pelo largo y caderas. No cabe duda de que se trata de una mujer.
- Hola, Carlos. -vocaliza la fémina- Ya te dije que tanto pensar era malo. Mira dónde estás.
- ¡Agente Martínez! ¡Mala baba te lleve, cacho perra! - responde Sabueso con rudeza, no exento de alegría- ¿Qué estás haciendo aquí?
- He venido a hacer un "informe" del nuevo recluso. Según parece, tenemos un perverso violador de jóvenes y maduritas...
- Es que me gustan las pivitas con frescura y solera - matiza Romeo - lo de las turgencias es secundario.
- La juventud y experiencia no es problema, chaval -dice Martínez, mientras su pantalón y sus bragas desfallecen sobre el húmedo piso- y en cuanto a las tetas, ya ves, pollo, que están mejor puestas que las de cualquier maruja de gimnasio.
Martínez, toda piel, libera el pestillo de Romeo. Éste se roza los genitales. Cerillas dilata sus pupilas hasta alcanzar un tamaño digno acorde a la escena y a la sorpresa; Sabueso se acerca a la pared contígua del pirómano y apostilla con ilusión, como el que habla orgulloso de un viejo conocido:
- Esta chica es la ostia, Cerillas. Es ninfómana, ¿sabes? Puede estar jodiendo tres o cuatro horas sin parar, hasta que te deja sequito. A ver si Romeo da la talla.
- Fi que da la tadlla - malpronuncia Martínez tropezando con su golosa felación.
En medio de esa situación vouyeurista, Cerillas y Sabueso esquivan su incomodidad con declaraciones personales:
- Eres un tío legal, Sabueso, no deberías estar aquí.
- Mira, Héctor, llegué a esta prisión hace tres años y también me pregunté por qué, cada aurora, cada atardecer y cada noche, hasta que desperté una mañana con sudor frío y pulso tembloroso, y acepté que nunca saldría de aquí, y si mis pies pisaran algún día fuera de estos muros, el que estaría fuera no sería el mismo hombre que entró años atrás. Desde entonces duermo muy bien pero no he conseguido soñar más de lo razonable.
- ¿Y por qué sigues luchando contra Minguijón si tu causa está perdida?
- Aún soy de los que creen que al final ganan los buenos.
- Estoy seguro de que al final caerá, y tú tendrás mucho que ver en su caída, Sabueso.
- Ya. Oye, Cerillas, ahora que estamos intimando, ¿puedo hacerte una pregunta?
- Qué.
- ¿Por qué cojones vas por ahí quemándolo todo?
Hector Francia permanece pensativo. Su tez se sonroja y esboza una expresión tierna. Después su semblante se torna severo y responde con la culpabilidad de un desahuciado:
- Cuando era crío las cosas no iban muy bien en casa. Mi madre se mataba a limpiar escaleras y mi padre devoraba el dinero que ganaba ella consumiendo crack y otras drogas. No contento con eso le pegaba unas palizas de muerte. En una de ellas mi madre dejó de gritar, de llorar y de fregar peldaños. Yo tenía nueve años. Después todo empeoró. Mi padre me obligó a fregar portales para subvencionar sus “necesidades”. También suplí a mi madre en la violencia doméstica. El muy capullo me usaba de cenicero. Por eso tengo toda la espalda llena de ampollas, y no por los incendios. Una mañana me lo encontré seco en su sillón verde, con la jeringa a medio consumir. Yo tuve miedo de que me enviaran a un centro, y le pegué fuego a la casa. Tenía trece años, y fue el mejor día de mi vida. Sentí un aura purificadora viendo aquel chisporroteo mágico, y comprendí que eso era lo único que me gustaba hacer: quemar cosas, verlas arder y salvarse en forma de negra humareda, irse al cielo y flotar sobre nuestras cabezas.
- El muy cabrón se fumó tu vida.
- Prométeme una cosa, Sabueso.
- Qué.
- Si algún día sales de aquí vivo, júrame que plantarás un árbol por mí. No sé, cualquier cosa, un roble, un pino, una palmera, un matojo.
- Te lo prometo, Cerillas, y espero que si eres tú el que sale con vida de esta guardería de desechos, mandarás poner sobre mi tumba una lápida que encargué a mi nombre en La Funeraria Eterna.SL.

La puerta de la celda de Romeo se cierra con un gemido estremecedor. Dentro está él, con el cuerpo desnudo, las piernas abiertas, el sexo gastado, la cara en coma erótico, la saliva goteando por su barbilla. Fuera está ella, con el uniforme mojado, el cuerpo derrengado, los brazos laxos, el rostro descompuesto, la mirada colmada. Toma aire antes de despedirse:
- Volveré luego con un funcionario para trasladaros a vuestras celdas. -echa una rápida mirada al violador- Te quiero, Romeo.
- Joder, Romeo- dice Sabueso- jamás ví a nadie dejar a Martínez así de suave. ¿Cuántos han sido?
- Yo tres. Ella no sé, muchos. Diez o doce. Me duelen los huevos una pasada, pero me he quedao de puta madre.
- ¿Por qué lo haces? – pregunta Cerillas.
- ¿El qué? - responde Romeo.
- Violar chavalas.
- No podría explicarlo. Son tan... hermosas, tan frescas. Sentir sus muslos ardientes en mis caderas, beber su saliva de miel, oír sus gemidos ambiciosos. Nunca las fuerzo, solamente empujo con firmeza, y la mayoría, en lo más profundo de sí, sienten placer, más placer que dolor, aunque sea por un efímero instante. Al principio me sentía culpable, muchas quedaban embarazadas. Pero me hice la vasectomía. Entonces sí disfruté del sexo, podía seguir follando como un cosaco.
- Pero, ¿por qué a discapacitadas?
- Son excitantemente tiernas. Sus manos retorcidas me producen sensaciones irresistibles. Y ellas no sufren, gozan, son tremendamente afectivas, sienten cosquillas cuando la notan dentro, ríen con malicia y me observan con cariño, sin saber por qué lo más dulce que han sentido se lo da un desconocido. Les encanta el sexo. Juguetean contigo, se divierten viéndote sudar, te babean hasta la extenuación, te sacuden torpemente. Prefieren eso a las palmaditas en la espalda. No entienden nada de violaciones, y, si no les comieran el tarro las instituciones, nunca pensarían que las han forzado. Si despojáramos al sexo de todos sus tapujos, ya no existiría el sexo, tan solo el amor.
- ¿Ah, sí? ¿Y cómo te zafaste tú de esos prejuicios, Jaime? Porque es evidente que no los tienes...
- Fue mi niñera, Licia, preciosa, cariñosa y envolvente. Me bañaba con ella. Su piel era de gran tersura y gozaba acariciándole el vello. Ella mimaba mi cuerpo. Crecí con sus curvas y la pubertad magnificó las sensaciones. Mis primeras erecciones las sentí entre sus suaves dedos. Nos redescubríamos cada día, cada noche, durante diez años.
- ¿Cómo acabó la historia?
- Una tarde Licia me dijo que se casaba y que se iba a vivir a Tenerife. No volví a empujar su vientre, pero nunca pude olvidar todo lo que aprendí en ella.
- ¡Ya lo tengo! -interrumpe Sabueso- Romeo, violaste a Laura Casas, ¿no? La mujer de Minguijón se llama Teresa Casas. Esa chavala es su hija.
- E hijastra de Minguijón -sentencia Cerillas- ahí la cagaste, chaval.

Por fín vuelve la agente acompañada del funcionario de prisiones Miguel Vidal. Hay un cambio: Los trasladan a Jefatura para una rueda de reconocimiento de acusados. El viaje en el coche es distendido, incluso Vidal sonríe. En una de sus carcajadas, Sabueso vislumbra un diente de oro. ¡Oro! Au, es Au y no Ru el elemento químico que faltaba en la fórmula. Carlos Gascón “Sabueso” da un grito ahogado y se revuelve en el asiento de atrás:
- ¡Es él! ¡Au es Vidal! ¡Él es el ejecutor!
El pánico de los tres reclusos es sólo comparable a la confusión del agente Martínez, que frena el coche bruscamente. Vidal saca un pistolón de la gabardina y forcejea con la policía. Todo ocurre muy deprisa. Dos tiros agujerean el techo del coche patrulla. Martínez quita los seguros de las puertas de un manotazo errado. Los presos huyen absolutamente desquiciados. Vidal sale tras ellos. Martínez queda en el coche seminconsciente, aturdida por la refriega.

Sabueso lleva muchos minutos corriendo. No sabe dónde está ni dónde están los otros. Agotado, se esconde tras un árbol. Quizá pueda salir de ésta. Un estruendo ensordecedor le quita razón, y le quita también la vida. La pistola humea en la mano de Miguel Vidal. “Ya sólo quedan dos, y la puta”.
Miguel Vidal vuelve al coche patrulla. Hay alguien dentro. Romeo y Martínez, follando como conejos. Vidal los cose a balazos, mientras exclama:
- ¡Ésto sí que es un coitus interruptus!
No dice nada más. No cuando un pedrusco se incrusta en su cráneo, dos, tres, nueve, trece veces. Cuando Cerillas deja de triturarle los sesos a Vidal, hace ya mucho que el funcionario está muerto. Héctor Francia jadea nerviosamente. Todo ha acabado.

Varios meses después, Cerillas cumple una vieja promesa que se hizo a sí mismo: plantar un árbol. A sus pies descansan una pala y un periódico, cuyos titulares rezan:
“MINGUIJÓN CONDENADO A 17 AÑOS
El famoso empresario riojano Ricardo Minguijón Bielsa ha sido procesado por evasión de impuestos y varios delitos de tráfico de drogas. El fiscal presentó pruebas concluyentes que fueron halladas en el apartado de correos 2564. La pista para encontrar estas pruebas estaba esculpida sobre la lápida de un preso fallecido hace cinco meses :
D.E.P.
Carlos Gascón Ibáñez
(1967-2001)
Apartado de Correos 2564. Zaragoza.
Minguijón deberá pagar más de 2.500 millones de pesetas y pasar un mínimo de diecisiete años en prisión.”

Héctor apaga su cigarillo pisándolo. Después recoge la colilla y se la mete al bolsillo. “No queremos provocar un incendio. Al fin y al cabo, ya hay muchos pirómanos por ahí sueltos.”

martes, 27 de enero de 2009

Athos (0-10)

0
Sé que no debería, pero me siento el heraldo del destino, la encrucijada de los mundos, el último abanderado. Antes no sabía cuál era mi lugar en el universo, ahora me reconozco como punto geodésico de pequeñas personas que me importan como si en sí fueran razas o planetas enteros. Silvia me quiere a rabiar y todos están pendientes de mis movimientos como si fueran las piezas de un ajedrez gigante y yo el gran maestro.
A veces para crecer hay que afrontar retos más grandes. Ahora comprendo que mis miedos se debían a la falta de gravedad. Mi adversario hoy es infinito y por ello también yo me he hecho inmenso. No importa cómo, mi con qué pretexto, pero acabaré abriendo esa enigmática puerta turquesa. Necesito ciertas respuestas, y todas se aglutinan tras esas láminas de roble mal pintadas. Si la vida es una pieza teatral, allí se encuentra el backstage, el manual de instrucciones, el otro lado del túnel, el umbral entre lo divino y lo humano, entre lo tangible y lo mítico. ¿Estaré mentalmente preparado para afrontar todas las revelaciones de sopetón? ¿Deberé confiarselas a Silvia y hacerla también la elegida? ¿O sólo yo soy digno de la sabiduría eterna? La energía fluye por mis venas. Siento como mi intensidad crece por momentos. Pronto estaré preparado para desentrañar los dilemas cósmicos. Aunque tal vez el mundo no esté preparado para comprenderlos. Bah, eso es algo que ya dirimiré más tarde. De momento lo único que importa es atravesar la puerta turquesa y echar un vistazo a los borradores de Dios.

1
Lo primero que se pregunta la gente al oír “Athos” es su significado. Para algunos es el nombre de un coche, para otros un famoso personaje de Aejandro Dumas. Cuando les digo que es mi nombre las especulaciones se disparan. Yo nunca revelo su origen. Creo que me da un aire misterioso y original. Algunos se ríen de mi secretismo y otros disimulan sus suposiciones. Yo sé que todos se quedan rumiando en silencio, aunque no lo admitan.
A veces creo que se chotean a mi costa, pero al momento siguiente lo atribuyo a mis paranoias. Tengo un poco de manía persecutoria. No lo puedo evitar. Tengo quince años y muchas dudas, pero aparento controlarlo todo. No soy muy popular, pero intento sobrevivir en el instituto, mi jungla particular. En casa es diferente. Soy un niño a veces y un hombre otras. Nunca me ven como a un chico de quince años. Tampoco es un problema. En casa me siento importante, sobre todo con mi tío Óscar.

2
Creo que me voy a suicidar. No quiero volver al instituto después de lo que ha pasado hoy. Sólo quiero morirme o desaparecer de la faz de la tierra. Ojalá pudiera despertar mañana en Dublín, Kinshasa o Perú, cualquier capital está bien. Mamá me ha preguntado ya tres veces qué me pasa, pero yo no quiero hablar. Yo sé que lo sabe, la madre de Juan ha estado aquí y se lo ha contado fijo. Marta nos ha puesto en parejas y como somos impares a mí me ha tocado con ella. No he podido evitar mirarle las tetas cuando se ha agachado. ¡Qué vergüenza! Todos se han reído y han empezado a decir “¡Athos le está mirando las domingas a la de gimnasia!” Se me ha ido la vista. No he podido hacer nada. Ojalá no se hubiera inclinado. Hasta Silvia se ha cachondeado sin remedio. Si me hubiera tocado con Juan no hubiera ocurrido, pero el muy gilipollas se ha compinchado con Miguel. ¡Cabrones! Y encima Marta estaba tan colorada como yo. No puedo volver a mirarla a la cara. Para una profesora que me cae bien y la cago. No quiero vivir. Ojalá tuviera valor para cortarme las putas venas.

3
Ha pasado una semana desde lo de la de Educación Física y las cosas han mejorado bastante. Hasta ayer había muchas risas pero hoy, misteriosamente, todos se han olvidado del asunto. Hoy hemos tenido otra vez gimnasia y ya me he atrevido a mirarla a la cara. Le he notado que a ella también le ha costado. Para ser profesora es muy vergonzosa. Todo esto no hubiera pasado si en lugar de ser tres amigos fuéramos cuatro. Siempre somos impares. Pero bueno, lo interesante ha venido después. Silvia me ha hablado por primera vez sin pedirme los apuntes de Historia o un folio de anillas. Estaba más tierna y simpática que nunca. Bueno, ella siempre es dulce, pero conmigo siempre ha sido fría y distante, no sé si porque no le caía bien o por inseguridad. Hemos hablado un par de cosas tontas, la serie de ayer y el examen del jueves, y luego me ha preguntado por mi nombre. Yo le he dicho que es una larga historia, y que algún día se la contaré. Está claro que está interesada en oírla, pero me voy a hacer de rogar un poco.

4
Silvia sigue siendo amiga de los pavos de la clase, pero ahora a veces habla conmigo. Lo que me gusta es que lo hace siempre a solas. Dicen Miguel y Juan que es para que los guays no se burlen de ella. Yo creo que es porque está interesada en mí. Es complicado pero las mujeres a veces no ven el desparpajo o la popularidad, sino el interior. Creo que mi Silvia está descubriendo el mío. Dice el mamón de Juan que en cuanto le diga de dónde viene Athos se irá corriendo a rajárselo a los guays y no volveré a verla en la vida. Confieso que a veces siembra la duda en mí, pero luego veo un poquito de envidia. Ninguna chica se ha fijado nunca en él, y menos una de las más atractivas y carismáticas como Silvia. No sé, igual tiene celos de mí y teme perderme. En cierto modo lo puedo entender, pero yo nunca dejaré tirados a mis amigos, aunque Silvia y yo acabáremos siendo la pareja del instituto.
5
Ha pasado mucho tiempo desde que Silvia y yo éramos desconocidos. A día de hoy es mi mejor amiga y creo que ya empiezo a ser algo más para ella. Hablamos de un montón de cosas, también de sexo, aunque nunca hacemos alusiones directas. Siempre que nos vemos nos damos dos besos. El otro día giramos ambos la cara para el mismo lado y nuestros labios se rozaron de vellón. Fue un poco incómodo, pero muy bonito. Si no hubiéramos estado en el pasillo de cuarto a lo mejor acabábamos mal, ¡quién sabe! Silvia es mucho más insegura de lo que parece y tiene un montón de dudas. Me encanta aconsejarla cuando me pide opinión sobre los asuntos más dispares: La amistad, cómo estudias mates, grupos musicales, internet, incluso qué ropa le queda mejor.

6
¡Qué estúpido ese Román! Piensa que es alguien y que todo el mundo tiene que hacer lo que él mande. No soporta que Silvia y yo seamos íntimos. Está claro que tiene celos. No es el único. Juan hace tiempo que no me habla y Miguel está pelusón porque según él paso mucho tiempo con la guay. Le da igual que le diga que Silvia no es de los guays, que sólo son compañeros y que ella tiene mucho carisma y se lleva bien con todo quisque, sean los guays o los hippies. A propósito, dice Miguel que nosotros también tenemos mote, que nos llaman los frikis. Me parece que no se da cuenta de la situación, yo no soy un friki. Soy como Silvia, no pertenezco a ningún semigrupo. Estoy por encima de eso. Son un poco egoístas, no aguantan que esté empezando una relación de verdad con una diosa.

7
Lo que ha pasado hoy ha sido increíble. ¡Silvia y yo hemos ido a su casa a estudiar matracas! Hemos estado sólos en su salón. Si no ha pasado nada es porque Dios no ha querido. Bueno, que me estoy yendo del tema. Me ha vuelto a preguntar qué significa Athos – es la cuarta vez que me lo pregunta en cinco semanas – y me ha acariciado el pelo con mucha ternura, como si fuéramos hermanos o algo más. Yo me he vuelto a hacer el misterioso y ella ha resoplado con impaciencia. He recordado lo que dijo Juan cuando aún nos hablábamos, que ella sólo quería saber de dónde viene mi nombre. ¡Incluso aventuró que igual era una apuesta! Este Miguel vive en los mundos de la KGB. La gente no es así de retorcida. Yo sé que lo que hay entre Silvia y yo es auténtico. Que me vuelvo a ir. Estábamos muy cerca y al no querer decirle de dónde viene Athos ella se ha enfriado alevosamente. Igual es un poco caprichosa. Luego se le ha pasado el enfado y ha vuelto a estar cercana. Me ha dicho que el próximo día me enseñará la casa. Luego ha añadido que nadie ha visto su casa, menos el idiota de Román. Me siento un privilegiado.

8
No puedo quitarme de la cabeza esa puerta de color verde azulado. ¿Por qué Silvia no me ha dejado entrar? Sólo quería echar un vistazo. Seguro que es algo importante. Tal vez tenga un pasado oscuro e imborrable. Ya sé. Allí murió su abuelo y no han vuelto a usar la habitación. Tampoco la necesitan. Joer, nunca había estado en una casa tan grande. Vale, vieja, pero con un toque así retro. Silvia dice que es cutre, yo la veo con señorío. ¡Qué habrá en esa puerta, Dios! No sé cómo, pero yo he de entrar allí.

9
Hijoputa. Cabrón bastardo de mierda. Ojalá te mueras, Román. Te vas a acordar de mí. Lo que más me jode es haberle mentido a mamá. No puedo decirle que me han dado un rodillazo en la cara. Hijoputa, hijoputa, hijoputa. Y mientras sangraba Silvia ha venido a ayudarme, él le ha pegado un grito y ella me ha dejado. Malnacido. No sé que deudas tiene Silvia contigo pero la voy a librar de ti, cerdo inmundo, saco de mierda hirviendo. ¡Cómo te odio! Y cómo me duele que Silvia no me haya defendido hasta el final.

10
Tío Óscar siempre tiene razón. Está claro que tengo que hablar con la directora civilizadamente, no reventarle la cabeza a Román. Pero es que se merece una ostia en los cojones pero con un martillo percutor. Por lo menos Silvia ha vuelto a hablarme. Tal vez debería haberle dirigido la palabra. Pero no, que se dé cuenta que a mi no se me deja de lado. Tiene que aprender que los que somos íntegros no nos vendemos. Necesita un poquito de humildad. No obstante no tardaré en perdonarla, en el fondo es buena chica.

viernes, 16 de enero de 2009

Publicidad directa a la yugular

Cuando no era más que un mocoso oía aquello de publicidad agresiva y me surgían más dudas que a una brújula en una fábrica de imanes: ¿Dónde residía su poder? ¿Por qué era tan agresiva? ¿Qué demonios era la publicidad?
Con los años y gracias a Telecinco descubrí los cortes publicitarios en toda su dimensión, y siempre me parecieron un tostón salvo cuando alguien decía “Lo único que me gusta de la tele son los anuncios” o “los anuncios son obras de arte”. Yo ante semejante sentencia me plantaba frente al payaso de Micolor o el teléfono motorizado de Línea Directa para entender el mensaje y dar sentido a mi vida y gimnasia a mi cartera.
Hoy todavía considero las pausas comerciales como el micciómetro que te avisa de que llevas treinta y seis minutos meándote o como una señal divina de que hay que poner el lavaplatos, recoger la mesa o irse a dormir. Si decides orinar, prepárate para esos dos minutos en los que uno, por mucho que intente, no puede evitar pensar en cómo arreglar el mundo o qué hacer mañana para comer. Este tipo de momentos, los all-branísticos y los de la ducha son los que llevan a cualquier humano al borde de la globalización a plantearse por qué la publicidad es tan cara y los anunciantes tan espléndidos a la hora de soltar la guita en periódicos, carteles, autobuses, diales o intermedios televisivos, amén de mercados incipientes como infinitos ciberespacios o efímeras celebridades. ¿Por qué pagan tanto si apenas tiene impacto en el consumidor?
Los cojones no tiene impacto. Acoso y derribo. Pocas cosas hay en el mundo tan influyentes como la publicidad. Y tan engañosas. Y si no me crees trágate media hora de anuncios de teletienda, de esos que te encuentras cuando buscas la porno del viernes que tú seguías porque era la polla, y si acabas comprando el pelador eléctrico para judías rojas con adaptador para garbanzos de lata que es muy fácil de fregar, pues ya me contarás si has hecho una buena compra o solamente una buena acción. Las cosas nunca son lo que parecen. Con los consejos comerciales los productos siempre parecen más grandes, brillantes, estilosos, fáciles de usar y coño, el plástico siempre parece metal.
Y si luego es más pequeño, aparatoso, feo o plasticoso, ¿por qué picamos si somos libres de no comprar? Pues porque no somos libres. La cantidad de mensajes sugerentes que te invitan a cambiar tu papel moneda por cualquier inutilidad es tan abrumador que no podemos desprendernos de ellos. Y si pudiéramos eliminarlos pareceríamos estar en el desierto. Aún así, aparecerían los bólidos del Dakar con más marcas que las páginas de ofertas del Carrefour.
Hasta ahora me he referido a la publicidad manifiesta y la subliminal, ésa que te meten por los ojos sin que repares en ella. Luego está mi preferida: la publicidad agresiva. Hace poco vino una negrita muy mona a mi portal y tras ofrecerme las excelencias de su super servicio de telefonía e internet me hizo propuestas indecentes, no en el terreno sexual, que se podía haber hablado, sino en el comercial: Con cuatro datos y mi firma me cambiaban de compañía, me daban de baja con los otros, de alta con ellos, me regalaban el alta de línea y yo creo que si insisto hasta me hacen masajes gratis durante un mes, u otros servicios complementarios (todo es pedir). Bueno, que dije que no a todo que no me gusta que me agobien pero joder, un poco más y me agarra la mano y me hace firmar mientras me estruja los huevos para inclinar la decisión. Y eso que uno es de esos zoquetes que nunca comparan el mejor servicio y lo cambian cada dos meses, que no podemos evitar tener el coche, el banco, la luz, el gas y el teléfono siempre con los mismos, aunque te estén robando, que hasta nos da palo cambiar de peluquera.
Una amiga mía se dedicó durante un tiempo a encular cursos de inglés de los de “pague ahora y lo que haga después me la suda”, y me contó algunos de sus maquiavélicos movimientos: Rollo convincente, atractivo personal, carisma, y una ocasión única: “Gran promoción de matrícula de 600€ a 450€ hasta cerrar grupo de 30. Llevamos 28.” Luego era todo mentira. Ni había grupo ni chorradas. Tú a pagar el curso y ya estaba. Que luego aprendieras inglés o no les daba igual.
Y estando una tarde en casa, descansando la vista, me llaman los pesados de mi banco para recomendarme un seguro vitalicio por si pierdo mi empleo por que estamos en crisis y bla, bla, bla. Joder, ya tengo mi nómina de la que vampirizáis regularmente como un gotero inverso, y mi tarjeta de la que arañáis jugosas comisiones. Pues si ya me estáis jodiendo porque esto funciona así no queráis también darme pol culo, que mi empresa no quiebra, que aunque interino, soy funcionario. Y no me vengáis con que no lo sabíais que el día que tenga un hijo seguro que me entero por vosotros, que esto es como El show de Truman pero con menos audiencia.
En fin, que algún día saldré a la calle y un forzudo cachas me cogerá del cráneo y me dirá “que vengas a mi taller, que te voy a reparar el coche más barato” o “consulta obligatoria en DENTOBUITRE, ven a mirarte una muela o te las saco todas ahora mismo, estimado cliente”. Consuman, consuman, que así funciona este puto mundo.

domingo, 11 de enero de 2009

Malpensados

Hoy en el trabajo he citado aproximadamente las palabras “espera que me corro un poco” para compartir calor estufil con una buena compañera, y otra colega me ha advertido que con cualquier otro tipo de especimen humano de entre 12 y 18 añitos mis buenos deseos hubieran provocado la hilaridad más absoluta, amén de chistes fáciles y salidas chisposas.
Por la noche una maestra de película ha dicho: “Si ése es su hijo me como la regla”. Durante dos centésimas me he imaginado a la sexagenaria mujer sorbiendo su propia menstruación, hasta que he reparado en que se refería al instrumento de trazar líneas rectas. Joder, qué fuerte. Estamos completamente pervertidos. Hay una centena de expresiones y vocablos que ya sólo tienen sentido figurado, o el más connotativo se ha comido al denotativo. Casi todas esas connotaciones se refieren al sexo, el consumo de drogas y la exaltación gratuita de la violencia. No se te ocurra decir “me voy o - el anteriormente citado - córrete un pelín, estás muy excitada, tienes una goma…” Tampoco tengas mala cara, pues dirán a tus espaldas que estás mal follá (si eres mujer) o que te falta all bran. Parece pues que según lo que te metan y lo que expulses tendrás un estado anímico más o menos irritable.
Si alguien está empanado, espeso de ideas, dormido, acatarrado o simplemente es su coeficiente natural, a menudo se le regalan piropos del tipo “alucinas, estás colgao, no abuses de las drogas, vas fumao, etc”… Yo hace unos años decía que me gustaban el chocolate y las hierbas. Hoy siempre especifico que me encantan el dulce y las infusiones.

martes, 6 de enero de 2009

Ojalá pariérais los tíos

No sé muy bien si se trata de un grito de antimaternidad o de miedo al dolor, de igualdad radical u animadversión a lo masculino, pero, en cualquier caso, cada vez aparecen más mujeres no madres o primigestas añosas que revindican todos los sinsabores del parto tradicional al compañero de turno. Algo debe haber cambiado cuando antes se tenían hijos como las manos del póker: un trío, doble pareja, escalera de color, ful de Estambul, figuras, pareja de sotas, cuatro reyes. Hoy la media está bajando de la clásica parejita de fin de siglo al cada vez más frecuente “uno y vale”. Inmersión en el mercado laboral o ahogo en el doméstico, estilo de vida más hedonista, igualdad rayando la justicia suprema.
Yo no quiero que se me eche encima un enjambre de mujeres liberadas y despechadas, y está muy bien que protestéis y os quejéis a placer, pero me parece que tendréis que conformaros con llamarnos cabrón o imbécil en el parto, porque, a fecha de hoy, es que no podemos dar a luz. Clamar al cielo ante la injusticia divina de ser mujer es un fenómeno que hace años o siglos no ocurría, al menos en relación a la producción de neonatos. La maternidad era signo de gozo y traer un angelico al mundo lo más bonito del ídem. Durante lustros he oído las bondades celestiales del amor de madre, nunca igualado, y confieso me tornaba internamente celoso de no poder, según el baremo materno, querer igual a mis futuros hijos. ¿Por qué el amor de padre no puede ser tan bueno? Porque no. Ser mujer es más, y ser madre mucho más y nunca podréis entenderlo porque no habéis llevado al hijo dentro, en las entrañas. Pues vale. Llega uno, acepta que su amor es de segunda y que nunca empujará al nenico pa’ fuera y de repente resulta que vaya mierda y ojalá os pusieran a parir, pero en sentido literal (el metafórico ya lo copamos, chicos).
No tiene sentido discutir si ser mujer es un asco y hombre un chollo. En todo caso creo que en 2009 es menos asqueroso que nunca, y que todo lo malo que el sexo femenino sufre hoy es inferior a lo que ha padecido anteriormente o en todo caso reproche machista al libre albedrío. Que no debiera ser, de acuerdo, pero Roma no se conquisto en dos días (¿era Roma?).
A la pregunta qué es mejor, ser persona o persono, pues yo creo que ambos tienen su aquel. Los gañanes no reglan, ni se preñan, ni se depilan cada mes, tampoco se les pone la grasa en las cartucheras ni les preocupa repetir modelito dos días seguidos. Eso sí, no son multiorgásmicos, se quedan calvos y echan tripa y además se mueren mucho antes. No voy a entrar en los tópicos de que a la mujer se le presupone un máster en cocina creativa y otro en alta costura. También el taladro se adivina familiar al maestro armero, y la barbacoa una extensión de sus brazos.
Entonces, si nos quedamos con el siempre recurrido “es lo que hay” y aceptamos que el parto en sí es doloroso, da pavor y te deja hecha unos zorros - a veces incluso te rajan en canal - , pues no nos queda otra que reconocer que dar vida es un privilegio y castigo inmanente al sexo femenino, entre otras cosas porque el masculino no está preparado para resistir ese empuja-empuja. Y la gran cuestión final es: ¿La plenitud que siente una mamá recién estrenada se debe al maravilloso e insondable acontecimiento de ser madre, o tan sólo es algo tan prosáico y lícito como el merecido alivio de haberlo soltado al fin? Si es que ya dijo alguien que la felicidad es ausencia de dolor. Yo, a fecha de hoy, lo único que os puedo garantizar es un pañal cambiado con mis manos de árbol por cada contracción, y la siempre poco reconfortante posibilidad de ponerme a parir en el paritorio, mientras vosotras parís de verdad. Seguro que la cigüeña de París duele mucho menos, aunque debe costar un pastón un paquete azul desde Gabacholandia.