No sé muy bien si se trata de un grito de antimaternidad o de miedo al dolor, de igualdad radical u animadversión a lo masculino, pero, en cualquier caso, cada vez aparecen más mujeres no madres o primigestas añosas que revindican todos los sinsabores del parto tradicional al compañero de turno. Algo debe haber cambiado cuando antes se tenían hijos como las manos del póker: un trío, doble pareja, escalera de color, ful de Estambul, figuras, pareja de sotas, cuatro reyes. Hoy la media está bajando de la clásica parejita de fin de siglo al cada vez más frecuente “uno y vale”. Inmersión en el mercado laboral o ahogo en el doméstico, estilo de vida más hedonista, igualdad rayando la justicia suprema.
Yo no quiero que se me eche encima un enjambre de mujeres liberadas y despechadas, y está muy bien que protestéis y os quejéis a placer, pero me parece que tendréis que conformaros con llamarnos cabrón o imbécil en el parto, porque, a fecha de hoy, es que no podemos dar a luz. Clamar al cielo ante la injusticia divina de ser mujer es un fenómeno que hace años o siglos no ocurría, al menos en relación a la producción de neonatos. La maternidad era signo de gozo y traer un angelico al mundo lo más bonito del ídem. Durante lustros he oído las bondades celestiales del amor de madre, nunca igualado, y confieso me tornaba internamente celoso de no poder, según el baremo materno, querer igual a mis futuros hijos. ¿Por qué el amor de padre no puede ser tan bueno? Porque no. Ser mujer es más, y ser madre mucho más y nunca podréis entenderlo porque no habéis llevado al hijo dentro, en las entrañas. Pues vale. Llega uno, acepta que su amor es de segunda y que nunca empujará al nenico pa’ fuera y de repente resulta que vaya mierda y ojalá os pusieran a parir, pero en sentido literal (el metafórico ya lo copamos, chicos).
No tiene sentido discutir si ser mujer es un asco y hombre un chollo. En todo caso creo que en 2009 es menos asqueroso que nunca, y que todo lo malo que el sexo femenino sufre hoy es inferior a lo que ha padecido anteriormente o en todo caso reproche machista al libre albedrío. Que no debiera ser, de acuerdo, pero Roma no se conquisto en dos días (¿era Roma?).
A la pregunta qué es mejor, ser persona o persono, pues yo creo que ambos tienen su aquel. Los gañanes no reglan, ni se preñan, ni se depilan cada mes, tampoco se les pone la grasa en las cartucheras ni les preocupa repetir modelito dos días seguidos. Eso sí, no son multiorgásmicos, se quedan calvos y echan tripa y además se mueren mucho antes. No voy a entrar en los tópicos de que a la mujer se le presupone un máster en cocina creativa y otro en alta costura. También el taladro se adivina familiar al maestro armero, y la barbacoa una extensión de sus brazos.
Entonces, si nos quedamos con el siempre recurrido “es lo que hay” y aceptamos que el parto en sí es doloroso, da pavor y te deja hecha unos zorros - a veces incluso te rajan en canal - , pues no nos queda otra que reconocer que dar vida es un privilegio y castigo inmanente al sexo femenino, entre otras cosas porque el masculino no está preparado para resistir ese empuja-empuja. Y la gran cuestión final es: ¿La plenitud que siente una mamá recién estrenada se debe al maravilloso e insondable acontecimiento de ser madre, o tan sólo es algo tan prosáico y lícito como el merecido alivio de haberlo soltado al fin? Si es que ya dijo alguien que la felicidad es ausencia de dolor. Yo, a fecha de hoy, lo único que os puedo garantizar es un pañal cambiado con mis manos de árbol por cada contracción, y la siempre poco reconfortante posibilidad de ponerme a parir en el paritorio, mientras vosotras parís de verdad. Seguro que la cigüeña de París duele mucho menos, aunque debe costar un pastón un paquete azul desde Gabacholandia.
Yo no quiero que se me eche encima un enjambre de mujeres liberadas y despechadas, y está muy bien que protestéis y os quejéis a placer, pero me parece que tendréis que conformaros con llamarnos cabrón o imbécil en el parto, porque, a fecha de hoy, es que no podemos dar a luz. Clamar al cielo ante la injusticia divina de ser mujer es un fenómeno que hace años o siglos no ocurría, al menos en relación a la producción de neonatos. La maternidad era signo de gozo y traer un angelico al mundo lo más bonito del ídem. Durante lustros he oído las bondades celestiales del amor de madre, nunca igualado, y confieso me tornaba internamente celoso de no poder, según el baremo materno, querer igual a mis futuros hijos. ¿Por qué el amor de padre no puede ser tan bueno? Porque no. Ser mujer es más, y ser madre mucho más y nunca podréis entenderlo porque no habéis llevado al hijo dentro, en las entrañas. Pues vale. Llega uno, acepta que su amor es de segunda y que nunca empujará al nenico pa’ fuera y de repente resulta que vaya mierda y ojalá os pusieran a parir, pero en sentido literal (el metafórico ya lo copamos, chicos).
No tiene sentido discutir si ser mujer es un asco y hombre un chollo. En todo caso creo que en 2009 es menos asqueroso que nunca, y que todo lo malo que el sexo femenino sufre hoy es inferior a lo que ha padecido anteriormente o en todo caso reproche machista al libre albedrío. Que no debiera ser, de acuerdo, pero Roma no se conquisto en dos días (¿era Roma?).
A la pregunta qué es mejor, ser persona o persono, pues yo creo que ambos tienen su aquel. Los gañanes no reglan, ni se preñan, ni se depilan cada mes, tampoco se les pone la grasa en las cartucheras ni les preocupa repetir modelito dos días seguidos. Eso sí, no son multiorgásmicos, se quedan calvos y echan tripa y además se mueren mucho antes. No voy a entrar en los tópicos de que a la mujer se le presupone un máster en cocina creativa y otro en alta costura. También el taladro se adivina familiar al maestro armero, y la barbacoa una extensión de sus brazos.
Entonces, si nos quedamos con el siempre recurrido “es lo que hay” y aceptamos que el parto en sí es doloroso, da pavor y te deja hecha unos zorros - a veces incluso te rajan en canal - , pues no nos queda otra que reconocer que dar vida es un privilegio y castigo inmanente al sexo femenino, entre otras cosas porque el masculino no está preparado para resistir ese empuja-empuja. Y la gran cuestión final es: ¿La plenitud que siente una mamá recién estrenada se debe al maravilloso e insondable acontecimiento de ser madre, o tan sólo es algo tan prosáico y lícito como el merecido alivio de haberlo soltado al fin? Si es que ya dijo alguien que la felicidad es ausencia de dolor. Yo, a fecha de hoy, lo único que os puedo garantizar es un pañal cambiado con mis manos de árbol por cada contracción, y la siempre poco reconfortante posibilidad de ponerme a parir en el paritorio, mientras vosotras parís de verdad. Seguro que la cigüeña de París duele mucho menos, aunque debe costar un pastón un paquete azul desde Gabacholandia.
Este artículo está muy bien, pero es muy fácil escribirlo desde esa postura.
ResponderEliminarPero ahora ya hay un "hombre" que ha dado a luz ¿No? Suena muy grotesco pero vaya, la cosa se complica ¿O simplifica? Cada vez más...
ResponderEliminarMe parece bastante subjetivo todo lo que dices
ResponderEliminarLos tíos se quejan por todo. Cuando cogen un catarro parece que los están matando. No me los imagino dando a luz...
ResponderEliminarEstá claro que llorarían como niños si los pones a parir
ResponderEliminar