Soy un hedonista de la psique bajo los efectos de las sustancias y sus
revelaciones oníricas y alucinatorias. Vivo en un mundo que trasciende las
convenciones de éste.
Qué brutas son las
féminas. Hoy he ido a dar una vuelta sin mi mujer. Era temprano y no apenas
había amanecido, por eso he salido sólo y sin la máscara. Había varias chicas
en la plaza. Han empezado a murmurar. Luego me han empujado y lanzado al suelo,
me han cosido a patadas y después me han echado una manta encima y me han sepultado
a piedras. Apenas he podido volver a mi hogar a cuidar a mis cinco hijos.
Mientras escupía sangre y hacía el desayuno de la familia se ha levantado mi
esposa gritándome por hacer ruido. Luego me ha acariciado con la vara. Me lo
tenía merecido. Pero me quiere. Por la tarde me ha tomado. Es cierto que yo no
tenía ganas después de que por la mañana en la plaza me hubieran pisado los
genitales, pero un hombre debe satisfacer a su mujer. Me siento como un
guiñapo. Los dos somos funcionarios de ventanilla, pero ella gana el doble. Es
lógico: soy hombre y no merezco cobrar como una mujer. Intento contrarrestarlo
limpiando la casa, cuidando a los cinco nenes y cocinando, pero creo que lo
hago todo mal. El día que me engorde el culito respingón y se derrita mi
tableta de chocolate me deja. Intentaré convencerla de que me pegue y escupa a
diario, pero que no me abandone. En todo caso, no volveré a salir sin la
máscara a la calle, y menos sólo. Es que parezco imbécil. Bueno, soy un hombre,
que viene a ser lo mismo.
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