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Bien. Ningún pavo sabe cómo se
liga a una chavala. Nadie. Absolutamente nadie, aunque hay ciertos atractivos
que ayudan, como la tableta de chocolate o la cartera gorda. ¿De verdad hay abuelos
que piensan que la zagala que les besa está ahí por amor? ¿Amor a qué, a la
necrofilia, a las momias, a la silla de ruedas?
Lo primero que debo confesar es
que no tengo ni repajolera idea de cómo se le entra a una chorba y se sale con
ella del bar. El único motivo por el que escribo este artículo es para
conseguir más visitas en mi blog.
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Si algún desesperado todavía tiene fe en
estas líneas le daremos unas cucharadas de falsas esperanzas mezcladas con sopa
de letras para disfrazar el sabor a fracaso.
Pero vayamos a los parámetros
estándar de edad, posición social y apariencia. Partiendo de un punto medio
donde uno no es ni el más guapo ni el más simpático, ni tiene más pasta ni
mayor intelecto, ¿cómo se hace para que las mujeres caigan a nuestros pies sin
necesidad de aporrearlas? Pues ahí va: sigo sin saberlo. Para consolarles,
vamos a describir las técnicas que más parecen haber prosperado con el
inescapable envejecer del tiempo.
1- El guapo. No suele aportar mucho en simpatía, autocrítica o
diversión, pero rebosa confianza en sí mismo. El guapo rara vez elegirá una
chica que no le haga juego con el smoking. Se repasa el engominado en cada
espejo, se gira el semblante contra el escaparate, se autoanaliza en cada
reflejo de coche y se gusta, incluso más que a la chica. Eso sí, va impecable. Lo
que hay debajo de la fachada ya es una incógnita. A mí no me pregunten. Nunca
he sido guapo.
2- La percha. A menudo simbionte del guapo, también se le conoce
como el cuerpo. Feo de solemnidad, pero con un porte de convencimiento pleno en
las propias posibilidades gracias a los bíceps, los músculos a rebosar y una
tableta de chocolate con más porciones que la extralarga de valor. Este
elemento confía ciegamente en su cuerpo de gimnasio y las tías lo flipan,
especialmente en espectáculos cárnicos como desfiles piscineros, calendarios de
bomberos, pasarelas diversas y despedidas de soltera. Las neuronas dejaron de
estudiar, sólo entrenan en el gimnasio.
3- El amigo. Ni especialmente guapo, ni cachas, ni inteligente, el
amigo sabe conectar con las chicas. Es paciente, sabe esperar su momento, y éste
siempre llega. Una novia abandonada, una fémina desengañada, una chica quemada
con los tíos porque todos son unos cerdos son presas arquetípicas del amigo.
Comprensivo, desprendido, intuitivo y gran escuchador/conversador, sabe decir
lo que ellas desean oír. Nunca se declara. Son ellas las que se lanzan a sus
brazos acogedores. Acaba siendo la mejor opción de mujeres cansadas del
universo masculino. Un valor seguro. No muy llamativo, pero resultadista. Como
decís vosotras, me he casado con un buen hombre.
4- El ingeniero. Friki o elegante, pero eminentemente lógico, sabe
utilizar su mente para inclinar sus posibilidades. Obnubila a las mujeres con
su intelecto. Puede hablar de cualquier cosa con un grado de fiabilidad asombroso.
Suele preferir sujetos de un coeficiente similar, pero puede conformarse con
elementos estándar que no rayen en la bobería, salvo que estén muy desesperados
(véase The Big Bang Theory).
5- El gracioso. Impepinablemente feo, bajito, barriguitero, tendiendo
a la calvicie o con entradas, ni muy guapo ni muy rico, el gracioso sabe que su
única oportunidad es su personalidad avasalladora. Debe soltar chistes inocentes
y espontáneos de los que ningún tío se reiría pero que a las chicas les dispara
la tontuna. Ojo, puede caer en la autoparodia. No hay nada más lamentable –y
frecuente– que un gracioso haciendo el ridículo. ¿Posibilidades reales?
Ejemplares con poca autoestima y rubias cansadas de que les miren las tetas. No
es que el gracioso no lo vaya a hacer, pero será ingenioso mientras escudriña
pezones.
6- El canalla. Un granuja de manual, el canalla es un malote quedón.
Sabe castigar con encanto, sacar su lado truhán y admitir que es un vividor.
Tiene muchísima jeta pero va de cara. Puede mostrarse frío y distante,
arrogante e incluso cruel, pero en el fondo es un caballero. Desarrolla a veces
una pizca de humor negro pero contenido, lo que le confiere mucha ternura. En
el fondo es un romántico cobarde, temeroso de que le rompan el corazón. ¿Quién
no quiere un Han Solo en su vida?
7- El romántico. Clásico, incluso desfasado, este tío es un
auténtico moñas. Enamorado de las fotos, de los viajes y de los atardeceres, es
capaz de recitar poemas de Lorca o Hernández de memoria. Gran amigo de las
flores por correspondencia, los detalles caballerescos, pringarse la gabardina
para que la prostituta no se manche las medias, la galantería vomitiva, las
frases inconclusas y evocadoras, el nota va hecho un pincel. Eso sí, con
frecuencia un rato horterica. Todo no puede ser. A su favor: sabe tratar a una
mujer. En contra: su caballerosidad acaba siendo condescendientemente machista.
Recomendable sólo si es adinerado.
8- El cabrón. Sería un canalla rebotado, quemado con el mundo. Este
tipo es un borde, desagradable y excesivamente vehemente. Vale que suelta
verdades como puños y que raras veces mete la pata, pero se recrea en la
humillación y el conflicto. Al sujeto le va el barro. Misteriosamente, su modus
operandi es tan denostado como apreciado. Lo mismo es odiado a muerte que las
chicas pierden las bragas por él. Y es que a algunas les va la marcha. Y cuanto
más las degradan, más quieren del cabrón. No, si un rato complicadas ya sois.
9- El místico. Perro-flauta, ascético, ermitaño, cura… la lista da
para mucho. El ejecutivo tiburón que dejó la bolsa para irse a recolectar miel
en comunión con las abejas es uno de estos, lo mismo que un buen número de
escultores, músicos, poetas… artistas en general. Eternos buscadores de la
felicidad y la belleza, tienden a un mundo de valores intangibles en
contrapunto con el materialismo reinante. Para quedarse con uno de estos hay
que tener las ideas muy claras. Nunca te comprará un visón ni te llevara a
París –si acaso en tándem–, pero tu vida espiritual será de una riqueza superior.
Abstenerse trepas hastiadas.
10-El ricacho. Puede o no compartir características de los
anteriores, pero es algo secundario. Aquí habla el dinero, y todos lo saben,
sobre todo él y su amiguita. Suele ser espléndido, ocurrente, frívolo a más no
poder y con un punto de prepotencia económica. A su favor que siempre tiene un
taxi en la puerta, picadero cinco estrellas y champán frío y caro, pero con
frecuencia también una esposa más loba y lista que tú. Al menos llegó antes. No
pasa nada, con la lencería cara amortizas los encuentros. El ricacho siempre
tendrá un atractivo superior a todos los demás.
Terminamos el recorrido por los
tópicos amatorios de los rituales de apareamiento actuales. Si no se han
encontrado relativamente identificados en ninguna de las anteriores categorías
y están acompañados, felicidades, han creado una nueva. Si están solos, ya
pueden hablar con su soledad durante sus largos periodos de silencio.