Las modas van y vienen con alternancia pendular, por eso resulta necio
crear tendencia. Nunca se hace. Solo se repite o revigoriza algo que ya
existía, pero que no por olvidado resulta novedoso. Actualizar los mitos o las
modas solo demuestra capacidad de reconversión, nunca impulso genuino.
En patrones de estilo y aspecto físico, como en casi todo lo demás,
todo está inventado. Distintos tipos de barbas nos han acompañado desde los
albores de las pubertades. Amén de griegos y caballeros medievales, la
capilaridad facial ha revestido de masculinidad todas las eras del hombre. A
las perillas de 1994 antecedieron los pelos hippies, como las greñas ochenteras
o la barba de cuatro días en los 90. Lo de ahora apenas difiere de lo anterior,
con la salvedad de que se pretende ser lo más. Para mí, solo demuestra una flagrante
falta de personalidad, además de ser feas de cojones.
Tal vez algunos nos hemos quedado en nuestra propia edad de piedra. Yo
nunca he podido pasar de tres semanas sin pasarme el rastrillo, bajo la inminente
sensación de insalubridad. Imagino que todo vale, y no seré yo quien prohíba o
condene. Para eso ya tenemos a Josie que hortera es un rato, pero al menos el
tío tiene pitera para crear tendencia, si entendemos por la expresión ponerse
todo aquello –feo– que nadie se encasquetaría y luego vendernos la moto con
asombrosa pericia.
Hay que reconocer que el mundo funciona por imitación, y solo unos
pocos aburridos pagamos nuestro eterno tributo a la rebeldía vistiendo la cara
igual por los siglos de los siglos. En mi caso, despeinado sin solución y entre
cero y cinco días sin afeitar. Ni gafas de pasta, ni piercings ni tatuajes. Si
acaso más canas y el solideo más serio. Pero ni cabezas rapadas ni haciendo
dibujitos horteras por los laterales, sin pelo jincho ni cresta ni raya ni
greñas ni cacerolo ni coleta con perilla. Podemos, pero no queremos.
Respeto todo. Con la cara que tengo, como para no hacerlo. Pero opino
sin pudor que esas barbas no. Ni al Chacho Rodríguez ni a David Beckham. Ni
Shuarma ni Miguel Bosé. Ni Brad Pitt ni Hugh Jackman. Cambiar de look está
bien, pero en este caso solo sirve para empeorar y que la gente se alegre de
nuevo cuando se te haya pasado el capricho. Yo propongo la barba discontinua,
así por segmentos. Creo que es lo único que no se ha hecho todavía. Parece
imposible, pero no subestimen el poder de los sin criterio. Basta que un tonto
se la deje por error que todos le copiaran el truño con hipsteriana devoción. Y
a lectores ofendidos, perdonen mi criticona frivolidad. No he podido evitarlo.
No todos somos chic y guay y vamos a la última.