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Introducción
Las aventuras de D’Artagnan y sus
colegas de espada alcanzaron la inmortalidad hace tiempo, pero si la
perdurabilidad fuera graduable Los tres mosqueteros se harían más eternos con
cada reactualización de sus mitos. Dan buena cuenta de ello las sucesivas
películas basadas en las novelas de Dumas, si bien a menudo que avanza la trama
el espíritu argumental se va diluyendo en los filmes. La fidelidad es máxima al
comienzo del primer libro, pero las secuelas que completan la trilogía
literaria pocas veces han sido llevadas a la pantalla grande.
La acción
En todo caso, la mayoría de las
versiones fílmicas de Los tres mosqueteros conservan el argumento original con
ciertas licencias, pero reflejando bien algunos aspectos primordiales de la
obra de Dumas. D’Artagnan es
efectivamente un consumado espadachín, y no hay en el libro ninguno que
le supere, ni tan siquiera que le haga sombra blandiendo el acero. Pese a ello,
los duelos del gascón se hallan mal racionados en la trama, abundando al
principio, sobreviviendo en medio y escaseando al final.
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El triple duelo con
Athos, Porthos y Aramis, además de confesarnos las debilidades o pecados de los
tres mosqueteros –a saber, el orgullo, la apariencia y la lujuria, respectivamente–,
nunca llega a producirse. Afortunadamente la guardia del cardenal Richelieu
impide siquiera el primer choque de espadas. Afortunadamente porque de otro
modo D’Artagnan hubiera matado a Athos a las primeras de cambio, entre otras
cosas porque el segundo arrastraba entonces una dolorosa herida en un brazo.
En otros enfrentamientos
D’Artagnan demuestra su arrojo pero también su clemencia perdonando la vida a
varios de sus contrincantes, permitiéndole incluso su generosidad ganar para la
causa la gratitud de algunos de ellos, como Lord de Winter. Sin embargo, el
enfrentamiento más esperado, aplazado durante 1500 páginas tras varios
encontronazos con el hombre de Meung, esbirro del cardenal, aliado de Milady y
Conde de Rochefort, y que de algún modo sostiene la intriga del libro y la
esperanza de vengativa revancha, no ocurre en la narración. Sólo se comenta en
el epílogo. No es de extrañar que en las películas Rochefort ocupe un lugar
mucho más preponderante como villano oficial y clímax definitivo de la acción.
Argumento
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Los tres mosqueteros es un Bildungsroman
o novela de aprendizaje, y eso se aprecia muy acertadamente en el inicio.
D’Artagnan es un provinciano que llega a París con una pericia prodigiosa como
espadachín, pero carente de malicia, experiencia o contactos. Conseguirá, en
tiempo record, gracias a su valor y cierta inconsciencia, granjearse las
amistades de los inseparables, el afecto paternal de Treville, la gracia de la Reina, la admiración de
Richelieu, la simpatía de Buckingham y la animadversión de Milady. Poco a poco
escala posiciones en la sociedad: primero es una paleto de pueblo, echado
pa’lante y un poco chulo, y su devenir refleja como pocos la desubicación del
provinciano en la gran urbe. Después consigue el favor del Señor de Treville y
entra en el cuerpo de cadetes, donde permanece casi toda la novela. Casi al
final asciende a mosquetero y sus postreras hazañas le valen el título de
teniente de la guardia del rey con sólo veinte años.
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La sociedad
Otro de las hechos que clasifican
la obra en novela de aprendizaje o de transición a la vida adulta es la
posición social de los mosqueteros. Se trata de señores que mantienen criados y
que deben mantener un estatus. Ninguno de los cuatro, sin embargo, tienen
ingresos declarados suficientes para soportar su nivel de vida. Es por ello que
deben gestionar su fuente de ingresos pinchando maleantes, haciendo favores a
la realeza y sobre todo, “trabajándose” a viudas y esposas insatisfechas. En
ese sentido la novela desprende un tono manifiestamente machista. Las mujeres
no son conquistadas por amor, sino por intereses económicos y amatorios, a
excepción hecha de D’Artagnan y su querida Constance Bonacieux, cuyo romance
arrastra mucha más pasión que monedas. Su contrapunto es el hecho de que los
mosqueteros aparezcan como hombres jóvenes y necesitados de peculio, dispuestos
a ceder su amor y prestaciones a cambio de solvencia económica. En este sentido
se prostituyen alevosamente, especialmente Porthos y Aramis.
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Los criados
Parte de ese nivel de vida viene
impuesto por la necesidad de mantener cada uno de los cuatro amigos un lacayo,
quienes además resultarán de vital importancia en el transcurso de los
acontecimientos. Panchet, Bazin, Mousqueton y Grimaud serán una extensión de sus
amos, desarrollando las mismas virtudes y ambiciones que ellos. Así, Planchet,
siervo de D’Artagnan y único clásico en las versiones animadas, es valiente e
inteligente. Grimaud resulta discreto y silencioso como Athos, y ambos se
comunican casi sin hablar. Bazin quiere, como Aramis, obtener un puesto
religioso, y Mousqueton es tan simple y mundano como su señor Porthos.