![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgVLeQe78I8v4tg1FLWa0Hy_igID8RA8UZdYBghT0atOIzcDFFWsIf2dOQJ4aFUCQLLePA91GZc8WY2ZA7oanjfkQpUyeZD7-scC3wXuEkRkaTc-HTkjTuSZK6g8wkwUCla2wF60appnmJV/s320/P1010221p%C3%B1a.jpg)
Isla
era un pueblo precioso de la cornisa cantábrica. A medio día, cuando la marea
estaba baja, podía cruzarse el mar hasta la otra orilla de la bahía sin mojarse
más allá de la cintura, y llegar a Noja en un plácido paseo playero.
Margorette
y Fannaradio disfrutaban de todas las comodidades de su hotel de cuatro
estrellas incrustado en medio de la naturaleza agreste. Las calas estaban
esculpidas en la roca madre entre arena y sal, y sólo unas rústicas escaleras
de piedra de acceso al mar mancillaban la pureza medioambiental.
Los
cuatro primeros días resultaron paradisíacos: excelentes pescados en la mesa y
sol del día tamizado por una animosa brisa cantábrica; playas de oro
semidesiertas y la mar ociosa en espera de bañeúntes. En la sobremesa gustaban
de subirse a la habitación y satisfacer sus deseos naturales, los cuales
consistían en encender Telecinco e inyectarse por el tímpano y el cristalino
entre dos y cuatro horas de Sálvame. Diario, se entiende. El viernes la bacanal
se volvía de Luxe. Margo y Fanna disfrutaban de lo mejor de la incivilización
con lo indispensable del mundo ilustrado. Era como abrir una nevera helada en
una isla perdida.
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Margo
y Fanna aprovecharon la coyuntura para ocuparse en rituales un tanto olvidados:
hacer el amor cada tarde en lugar de ver el desaparecido Sálvame, leer el
ebook, acabar los autodefinidos, devorar la prensa anglosajona… El sucedáneo
del edén parecía parchear bien las necesidades primarias. Mas no por mucho
tiempo. En el día seis Fanna tuvo una crisis de ansiedad. No sabía que le
pasaba a Rosa de Benito con su matrimonio. Era angustioso. El médico le dio
unas pastillas y le recomendó volver a su rutina lo antes posible, o en su
defecto a ver el Sálvame.
Durante
el día siete el gran celeste, ennegrecido, siguió escupiendo tormentosos
reproches sin descanso, y la montaña se rompió cerrando el paso entre Isla y la
civilización. Estaban incomunicados por un tremendo corrimiento de tierra.
Fanna estaba bastante colocado gracias a sus pastillas antihisteria, pero Margo
sufrió un desvanecimiento. Llevaba media semana sin saber cuál sería el CI de
Kiko Hernández, y pese a tener las fotos del top less de Paz Padilla, que le
daban oxígeno, necesitaba urgentemente escuchar sus últimas manifestaciones al
respecto. Finalmente, Fanna compartió con ella sus pastillas mágicas.
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De
repente una maruja desquiciada se abalanzó sobre ellos gritando “¡Kiko, Kiko!”
Luego se tiró por la barandilla que daba a las calas y se clavó en las rocas
mientras un fluido goteo de sangre azulada bañaba la piedra. Al fondo, un padre
de familia, homenajeando a Abraham e Isaac,
sacrificaba a sus hijos con su reluciente navaja de afeitar. En sus
inocentes semblantes había un rictus de
alivio similar al que provocan las vejigas de los pequeños al vaciarse, tal vez
todavía más intenso. Fanna llevaba medio paseo marítimo recorrido, intentando
evitar la tragedia, cuando llegó el turno de la madre: la sangre brotaba libre
por su nueva gargantilla de tajo y ella sonreía feliz. Los gritos de Margo no
impidieron al degollador aplicarse la misma medicina en su propio gaznate. Al
menos Fanna llegó a tiempo de ducharse con el rojo del parricida que se acababa
de suicidar.
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Fanna
y Margo dedujeron entonces lo que sucedía. Estaban muriendo todos por falta de
“Sálvame”. El corazón se les aceleraba, la ansiedad se multiplicaba, respiraban
sucio, sufrían calambres en las articulaciones, horribles dolores musculares,
falta de riego, espasmos incontrolados, tics nerviosos, ataques de paranoia y
brotes de esquizofrenia. Estaban llegando todos a su límite. El mismo fin de
Fanna y Margo estaba próximo.
Durante
el resto de la tarde siguieron contemplando atónitos cómo la gente intenta
prolongar o acortar la agonía de maneras tan originales como desesperadas.
Fanna no lo soportó más, rompió un hacha de un cristal de extinción de
incendios de un resort cercano y comenzó a dar paz a los desgraciados
circundantes.
Pronto se creó un auténtico altar de carne donde los todavía
vivos le pedían recibir el hachazo a la mayor premura. Mientras, Margo les
sonreía e intentaba establecer una cola de prioridad marcando la frente de cada
deshauciado con su pintalabios de Karmele Marchante. Al menos que tuvieran un
recuerdo grato en sus últimos momentos.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEi2emBa8Hj6jqB541LVyQf-DnD2hoW6YigspfvRykQdx-AXCKzOrrZ4tBH032-PMraSPGq-MCBnF_js3Y9vZlJup4hWSr8cIZPz2lks8pv2aSG7mqxDGA3U0XImawiBUs1yPqs6MHV_aeSs/s1600/P1010282p%C3%B1a.jpg)
Un
sol de sangre se resistía a asomar sólo para morir tragado por el horizonte.
Fanna llevaba horas aliviando desesperación terminal y sufriendo la suya
propia. El efecto del los ansiolíticos se había pasado hacía mucho y nada los
separaba ya del filo sediento de su arma. No quedaban supervivientes. Ya podían
acabarse. Margo sonrió feliz. Llevaba tiempo esperando su propia liberación.
Besó a Fanna rápido, con mucho amor pero también con mucha urgencia. Le dijo
que le quería casi tanto como a Jorge Javier. A Fanna se le iluminó el alma con
semejante declaración, tal vez un poco exagerada.
Levantó
el hacha ceremoniosamente. Margo, ya arrodillada, apoyó su mentón sobre el
prominente culo de un cadáver. Irradiaba dicha incontenible. Sólo quedaban
segundos para descansar. El filo cubrió el sol al izarse, y un destello fugaz
adornó el goteo incesante del mango resbalando hasta bañar el antebrazo de
Fanna. Justo cuando el arma justiciera iba a separar a Margo de sus
preocupaciones y horribles agonías, se oyó un batir de hélices y una voz
megafónica e inconfundible: “¡Andrea, cómete el pollo, coño!”.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiQAvcDliIxSJAKM4oJ6ul92D-a9U4JvaIfVsmCR53jUyETdC3lt7SXQqysCTfbr4uGQHvSzdhOc6OIxNcTRBAfWmByHqtIjT90n2YObZzB-cfQs5PDi2Bx6HhVCn3XAJlZcaGesUxBGY0U/s1600/bstbn.jpg)
Ya
en el helicóptero, los dos únicos supervivientes de la tragedia de Isla se
recuperaban del trauma viendo en el DVD los últimos programas del Sálvame
grabados expresamente para la ocasión. De vez en cuando contactaban con el
programa en vivo para acelerar la recuperación, y a los pocos meses no quedaban
más secuelas en ellos que las psicológicas. Ambos fueron fichados por la cadena
amiga como colaboradores, y su salud mejoró hasta el punto que parecían
rejuvenecer con cada programa que hacían.
Vaya una historia que has creado!!!...Buena crítica y mordaz ironía las que se respiran en estas líneas...Vaya un país el nuestro, vaya cultura!!!!
ResponderEliminarUn abrazo Drywater
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