Aviso: Esta entrada tiene fotos de sexo porque se ha demostrado que incentivan las visitas.
Así es amigos. Dice la Cambridge University
Press –ahí es ná– que un 38% de españoles renunciarían al sexo durante un año a
cambio de hablar inglés.
Lo primero que se me ocurre al
reflexionar sobre esto es: ¿A cuánto meses de fornicación tuvieron que
renunciar los británicos para hablarlo tan bien? ¿Los americanos no aguantaban
y se plantaron antes para echar un pinchito? ¿Y los indios y pakistaníes, se
rajaron a las dos semanas?
Lo segundo que me viene a la
cabeza es mi vocación profesional. ¿Por qué piensan que estudié filología
inglesa? Supongo que es mejor follar en un idioma que abstenerse en dos.
Personalmente, el inglés y la sexualidad eran dos novias a las que no podía
dejar. Por eso rompí con la otra –la pereza.
La tercera inquietud que me
despierta este dato es el asombrosamente significativo número de respuestas
obtenidas para la muestra. Nada menos que 1700 nativos hispano-ibéricos,
repescados de todas las autonomías. No quiero cuestionar la representatividad
del estudio, que comprende castizos de entre 18 y 60 añacos, pero ciertas dudas
sí arroja. Claro, ¿quién me asegura a mí que buena parte de los que han
renunciado al tema son sexualmente activos, por ejemplo? Es muy fácil
abstenerse cuando se moja dos veces por año, supongo. Y la elección no se toma
igual a los 19 que con 58. Si no, que se lo pregunten a doña Viagra. ¿Y que
entienden por sexo: coital, onanístico, meterse mano? Porque entre una cosa y
otra anda que no pueden hacerse apaños…
Cuarto: ¿Para el resto de idiomas
varía el periodo de perfeccionamiento-continencia? Lo apunto porque el chino o
el ruso deben costar un huevo de aprender. Imagino que lo mínimo serán tres o
cuatro años sin darle. En cambio el francés, por mucho tiempo de castidad que
te pidan, te arregla bastante. Lo malo es que una cosa es aprenderlo y otra muy
diferente que te enseñen lo bien que lo han adquirido otras. El griego, el
birmano o el búlgaro tampoco deben ser lenguas muy sacrificadas, al menos en
ciertos aspectos. Y una duda que tengo: la peña esta que habla seis idiomas…
¡joder qué huevos tienen! ¿No? Por
cierto, ahora entiendo porqué los curas no saben otras lenguas…
En quinto lugar, no podemos dejar
de obviar la excelente relación entre negación lingüística y exagerado sentido
del ridículo. Lo mismo deberíamos enseñar inglés a las tres de la mañana en el
bar, con los alumnos mamaos hasta las cejas y ningún tipo de filtro, temor o ansiedad.
Atención no prestarían, pero pronunciarían que te cagas de excesivo, no como
ahora que parece que van a romper las palabras de usarlas. Así es el español
medio: la tapita, la cerveza, el Marca, la pelusa en el ombligo, el guiñote,
las sevillanas, la envidia supina, el escaqueo alevoso, la camiseta de la roja,
el machismo casposo y el inglés nivel medio. Medio cutre, medio espanglish.
Sexto y último. Si quieres
aprender inglés, te coges una patera en Galicia y remas hasta la desembocadura
del Támesis. Si no has muerto de hipotermia y llegas a Londres de una pieza,
podrás buscarte la vida en el MacDonalds. En dos años tendrás un inglés
pakistaní de muerte, y en cuatro bilingüe total. Para hablar una lengua hay que
hablarla. Lo demás son gilipolleces. Que nadie espere milagros con tres horas
semanales. Eso sí, al menos podrán pinchar a la parienta y gemir en cristiano.
Anda que.... vas a terminar haciendo un blog porno... el artículo genial, como siempre.
ResponderEliminarI d'ont understand What the fuck are you telling about! :)
ResponderEliminarBuena entrada e interesante lo de hablar idiomas a costa del sexo, muy interesante,tal vez esto era lo que nos faltaba...
ResponderEliminarBuen post indiscutiblemente!.
Un abrazo Drywater
Juer, que relaciones hace la gente xDD Y sí, hay que hablarlo, y equivocarse mucho...un abrazo :)
ResponderEliminarPues algunos ni follan ni aprenden idiomas...¿A esos les han preguntado?
ResponderEliminarLa verdad que hacen cada chorrada de estudio/estadística que me quedo ojiplático y patidifuso. Eso sí, nos echamos unas risas a cambio.