Y suelen ser cosas pequeñas, sin
importancia ni gravedad, pero siempre están ahí. Es casi imposible levantarse
una mañana y decir: “Estoy perfecto”. De un modo u otro, aparecen pequeños
achaques que nos incordian. Quizá no para saturar las urgencias –o sí, si eres
jubilado y tienes mucho tiempo–, pero desde luego lo suficiente para gastar una
semana de tu vida esperando a que se pase. Y solo una cosa lo conseguirá. Como
dijo Camarón, “quita una pena otra pena y un dolor otro dolor”. Y es que ná es
eterno, salvo la sensación de que algo nos molesta: un repelo despellejao, una
rodilla hinchada, la muela del juicio final, la moquita resbalosa, unos
pinchazos premenstruales, la gripe puntual, la maldita espalda, los ojos
pitañosos, ese ineludible dolor de cabeza, el empacho de ayer, la irritación de
garganta, un buen virus de las tripas, el recurrente esguince de la época
futbolera, el herpes labial que además queda antiestético… hay para todos.
No sé cuántos de los anteriores
síntomas han vivido en el último mes, aunque seguro que más de cinco y menos de
los que podían haber sido. Pero una cosa está clara: hay afecciones que nos
tienen que pasar, cierto, pero otras nos las ganamos a pulso. Hablo por ejemplo
de esa caries intermitente que va y viene como taladro por su diente y a la que
sólo le ponemos fin cuando duele de seguido; o esa tos tabaquil que
curiosamente siempre le sale al que se fuma un paquete diario. ¿Qué
coincidencia, verdad?
En fin, que para los padrastros, más
cortaúñas y menos dientes; para el dolor de espalda o de rodilla, más deporte y
menos dulces; para la garganta roja, menos cascar y reposo vocal, que viene a
ser lo mismo. Otros ya tienen más complicada solución. Las mensualidades son
tan inmanentes a las féminas como la maternidad, pero estaría bien pulsar un
botón y poder tener la regla durante los diez o quince años en los que una
quiere oír pasitos inquietos por el pasillo, librándose de su obligada visita
el resto de la existencia.
En todo caso, todo lo anterior no
era sufrimiento, solo molestia, pero a falta de verdaderos males y enfermedades
nos creeremos que nos pasa de todo. Ya veras cuando cojas algo serio de verdad,
como unas legañas matutinas o una espinilla sin cabeza. Dónde va a parar.
Pues sí, siempre hay una historia pero es que la vida es un cúmulo de historias...En fin, que como bien dices "ya verás como cojas algo serio de verdad"...
ResponderEliminarÁnimo y vivan los achaques!!!
Un abrazo!
Los malestares los convertimos en dioses al atender su visita, para saber que nadie se muere y nadie se alivia por el que se queje mas. Vamos siendo mas débiles al saber que somos mortales.
ResponderEliminarSaludos!.
La historia de una vida es un listado de achaques, al fin y al cabo, van a contar más de nosotros de lo que querríamos.
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