¡Tengo la solución a la crisis! No, no es recortar el sueldo a los funcionarios, quitar camas de quirófano o troquelar las pensiones a las ancianitas. Es mucho más sencillo. Se trata de repartir la riqueza, canalizar las ayudas con cabeza y establecer techos salariales.
Parece de cajón, pero las medidas que están tomando unos y supongo que otros desde que comenzamos el baile consisten en destruir empleo y gravar a los que lo mantienen. Así las cosas, el gobierno ha gastado todos los millones que nos ha ido quitando a lo largo de la bonanza en cubrir agujeros. Mientras tanto, en mi centro educativo se han instalado ocho pizarras digitales –24 mil euros– para que las usemos dos profesores de manera asidua. ¿Ésa es una acertada gestión de recursos?
Pero esas cifras son solo calderilla. Al menos, si las comparamos con los 16 mil euros mensuales que de media cobra un controlador aéreo. Pero, ¿estamos todos gilipollas? Estamos hablando de diez veces más que un buen sueldo. ¿Quién fue el delincuente que firmó semejantes emolumentos? ¿Cuánto podría cobrar él para permitir que estos ingenieros del espacio aéreo percibieran tales obscenidades?
Los bancos y sus trabajadores. Cuando salieron los exdirectores de ciertas cajas de ahorro al borde de la quiebra, renunciando a su cargo a cambio de unas indemnizaciones multimillonarias, el espectador no podía menos que quitarse la incredulidad de los ojos. ¿Quién es el malnacido que ha permitido esto? ¿Se imaginan que hiciera mal mi trabajo y me castigasen con un cese cien veces mi sueldo? A ver, que me den un bisturí que yo soy médico. Después de jugar a Frankenstein dos o tres hígados triturados después que me echen “castigándome” con 40 mil euros humillantes. Me parece increíble que se apoye y respalde a las entidades financieras y se desahucie a los míseros desgraciados que no pueden asumir una de esas hipotecas hijas de la especulación.
Menos mal que nos queda la Familia Real. Esa panda de aristócratas inútiles cuya única misión es salir en la foto. Y no me entiendan mal. A mí no me caen gordos. Son bonachones, simpáticos y afables. Pero nos cuestan un ojo de la cara. Eso sí, a los consortes no los puedo ni ver. Menudo atajo de trepas: groseros, pijos, corruptos, feos y antipáticos. Por mí unos y otros se pueden meter sus funciones de representación por sus altísimos honorarios; bajar a la tierra y pasar por el Inem. Su credibilidad ganará muchos enteros, y el país también.
Los políticos. Éstos ya ni siquiera están ahí por haber nacido. Los elegimos nosotros en plan morbo. A ver quién lo hace peor. Y, oye, hay que admitir que se superan unos a otros. Eso sí, el bolsillo que no decaiga. Todo lo que sea pasar de tres mil mensuales me parece una aberración. Las dietas ya ni las mento.
Las viviendas de protección social. ¿Alguien sabe por qué los hombres se mueren de frío en la calle y a –algunos– gitanos se les regalan pisos nuevos porque no tienen bemoles para trabajar y/o cotizar? ¿Por qué todo hijo de vecino está sujeto por (los) cojones a una hipoteca comesueldos y estos ni trabajan, ni cotizan ni se compran la vivienda? Como ya sabemos cómo son les tragamos todo. Y ellos lo aprovechan. Basta con levantar la voz para que la connivencia policial, gubernamental y jurídica pase por alto vehículos sin permiso, chatarras sin declarar, ventas sin licencia, hijos como churros e invasión del espacio público con la silla, las gallinas y el burro.
Los funcionarios son salvables. Trabajo con ellos y, al contrario de lo que se piensa el respetable, la gran mayoría rinde y se gana el denostado salario. Eso sí: hay un puñado al que habría que denunciar, despedir e incluso encarcelar. Conozco alguno que otro que no llega a los mínimos, y la administración lo consiente sin reparos ni medidas. Hablo de gentuza que falta a su puesto un día semanal, que argumenta “malestar general que impide el desempeño de su labor pero que no precisa de visita médica”. Y así nos llevan sisando años y años de ejecución. Cargar contra todo el colectivo demuestra envidia infantil, falta de criterio y una cuidada campaña de desprestigio por parte de los que de verdad viven a cuerpo de rey: los altos cargos, famosos, jetas, vagos y maleantes.
Porque ésa es otra: ¿Cómo puede ser que cantidades mareantes de perras circulen ilegalmente de chorizo en chorizo y nadie haga nada? ¿Que se detenga al infractor y te diga que no tiene un chavo, mientras sus familiares tienen catorce pisos a su nombre? ¿Que se incluyan en este selecto grupo a banqueros, políticos, mafiosos, nobles, ricachos y todo lo que rime con dinero sucio?
En comparación con el bando anterior son un mal menor, pero ¿y la de personas que trabajan en negro y sin cotizar? No hablo de la adolescente que se saca cuatro perras para el botellón dando clases de matemáticas. Me refiero a los que se forran a chapuzas sin factura, a los que cobran el paro y realizan otra actividad convenientemente remunerada y ennegrecida, a los incapacitados cobrando 600 euros de minusvalía física que luego te echan paredes de ladrillo trabajando con los rumanos sin contrato en la obra de al lado. Hace falta ser sinvergüenza. Y lo grave es que todos conocemos de éstos. O lo somos.
Los famosos. Y aquí meto en el saco a todos. A los futbolistas portugueses guapos, buenos y ricos que algún día reventarán de ego; a las copresentadoras frikis forradas a incultura; a los niñatos motoristas; a los ninis comechochos de los realities; a las infrapersonas que venden su dignidad a cambio de dinero. Pero ¿cómo pueden permitir que semejantes deformidades estén ganando guita sin control?
Aquí falla algo. Tal vez el comunismo no sea la solución, pero el capitalismo es un fracaso. Convierte a los ricos en más ricos y a los pobres en más pobres. Tal vez debería establecerse un techo salarial: no pasar de los tres mil euros, que ya está bien. Y nada de dietas, regalos, trajes, coches, bonos de comida, deducciones y complementos. Si tanto ladrón devolviera lo que tiene ilegal o inmoralmente nadie pasaría hambre. Eso sí, los gitanos seguirían viviendo en chabolas, pero ésa es otra historia.
Parece de cajón, pero las medidas que están tomando unos y supongo que otros desde que comenzamos el baile consisten en destruir empleo y gravar a los que lo mantienen. Así las cosas, el gobierno ha gastado todos los millones que nos ha ido quitando a lo largo de la bonanza en cubrir agujeros. Mientras tanto, en mi centro educativo se han instalado ocho pizarras digitales –24 mil euros– para que las usemos dos profesores de manera asidua. ¿Ésa es una acertada gestión de recursos?
Pero esas cifras son solo calderilla. Al menos, si las comparamos con los 16 mil euros mensuales que de media cobra un controlador aéreo. Pero, ¿estamos todos gilipollas? Estamos hablando de diez veces más que un buen sueldo. ¿Quién fue el delincuente que firmó semejantes emolumentos? ¿Cuánto podría cobrar él para permitir que estos ingenieros del espacio aéreo percibieran tales obscenidades?
Los bancos y sus trabajadores. Cuando salieron los exdirectores de ciertas cajas de ahorro al borde de la quiebra, renunciando a su cargo a cambio de unas indemnizaciones multimillonarias, el espectador no podía menos que quitarse la incredulidad de los ojos. ¿Quién es el malnacido que ha permitido esto? ¿Se imaginan que hiciera mal mi trabajo y me castigasen con un cese cien veces mi sueldo? A ver, que me den un bisturí que yo soy médico. Después de jugar a Frankenstein dos o tres hígados triturados después que me echen “castigándome” con 40 mil euros humillantes. Me parece increíble que se apoye y respalde a las entidades financieras y se desahucie a los míseros desgraciados que no pueden asumir una de esas hipotecas hijas de la especulación.
Menos mal que nos queda la Familia Real. Esa panda de aristócratas inútiles cuya única misión es salir en la foto. Y no me entiendan mal. A mí no me caen gordos. Son bonachones, simpáticos y afables. Pero nos cuestan un ojo de la cara. Eso sí, a los consortes no los puedo ni ver. Menudo atajo de trepas: groseros, pijos, corruptos, feos y antipáticos. Por mí unos y otros se pueden meter sus funciones de representación por sus altísimos honorarios; bajar a la tierra y pasar por el Inem. Su credibilidad ganará muchos enteros, y el país también.
Los políticos. Éstos ya ni siquiera están ahí por haber nacido. Los elegimos nosotros en plan morbo. A ver quién lo hace peor. Y, oye, hay que admitir que se superan unos a otros. Eso sí, el bolsillo que no decaiga. Todo lo que sea pasar de tres mil mensuales me parece una aberración. Las dietas ya ni las mento.
Las viviendas de protección social. ¿Alguien sabe por qué los hombres se mueren de frío en la calle y a –algunos– gitanos se les regalan pisos nuevos porque no tienen bemoles para trabajar y/o cotizar? ¿Por qué todo hijo de vecino está sujeto por (los) cojones a una hipoteca comesueldos y estos ni trabajan, ni cotizan ni se compran la vivienda? Como ya sabemos cómo son les tragamos todo. Y ellos lo aprovechan. Basta con levantar la voz para que la connivencia policial, gubernamental y jurídica pase por alto vehículos sin permiso, chatarras sin declarar, ventas sin licencia, hijos como churros e invasión del espacio público con la silla, las gallinas y el burro.
Los funcionarios son salvables. Trabajo con ellos y, al contrario de lo que se piensa el respetable, la gran mayoría rinde y se gana el denostado salario. Eso sí: hay un puñado al que habría que denunciar, despedir e incluso encarcelar. Conozco alguno que otro que no llega a los mínimos, y la administración lo consiente sin reparos ni medidas. Hablo de gentuza que falta a su puesto un día semanal, que argumenta “malestar general que impide el desempeño de su labor pero que no precisa de visita médica”. Y así nos llevan sisando años y años de ejecución. Cargar contra todo el colectivo demuestra envidia infantil, falta de criterio y una cuidada campaña de desprestigio por parte de los que de verdad viven a cuerpo de rey: los altos cargos, famosos, jetas, vagos y maleantes.
Porque ésa es otra: ¿Cómo puede ser que cantidades mareantes de perras circulen ilegalmente de chorizo en chorizo y nadie haga nada? ¿Que se detenga al infractor y te diga que no tiene un chavo, mientras sus familiares tienen catorce pisos a su nombre? ¿Que se incluyan en este selecto grupo a banqueros, políticos, mafiosos, nobles, ricachos y todo lo que rime con dinero sucio?
En comparación con el bando anterior son un mal menor, pero ¿y la de personas que trabajan en negro y sin cotizar? No hablo de la adolescente que se saca cuatro perras para el botellón dando clases de matemáticas. Me refiero a los que se forran a chapuzas sin factura, a los que cobran el paro y realizan otra actividad convenientemente remunerada y ennegrecida, a los incapacitados cobrando 600 euros de minusvalía física que luego te echan paredes de ladrillo trabajando con los rumanos sin contrato en la obra de al lado. Hace falta ser sinvergüenza. Y lo grave es que todos conocemos de éstos. O lo somos.
Los famosos. Y aquí meto en el saco a todos. A los futbolistas portugueses guapos, buenos y ricos que algún día reventarán de ego; a las copresentadoras frikis forradas a incultura; a los niñatos motoristas; a los ninis comechochos de los realities; a las infrapersonas que venden su dignidad a cambio de dinero. Pero ¿cómo pueden permitir que semejantes deformidades estén ganando guita sin control?
Aquí falla algo. Tal vez el comunismo no sea la solución, pero el capitalismo es un fracaso. Convierte a los ricos en más ricos y a los pobres en más pobres. Tal vez debería establecerse un techo salarial: no pasar de los tres mil euros, que ya está bien. Y nada de dietas, regalos, trajes, coches, bonos de comida, deducciones y complementos. Si tanto ladrón devolviera lo que tiene ilegal o inmoralmente nadie pasaría hambre. Eso sí, los gitanos seguirían viviendo en chabolas, pero ésa es otra historia.
En este país tenemos lo que nos merecemos. Hemos permitido los abusos de poder y seguimos permitiendo que nos roben y que la gente gane "sueldos" sin sentido... ¿Y ahora qué pasa? ¿Qué hacemos?
ResponderEliminar¡Pero si la UE quiere que Grecia baje su salario mínimo interprofesional de los 750 € a los 450, como en Portugal! Y a nosotros nos pedirán lo mismo, y eso que lo tenemos más bajo que los griegos. El que sea pobre, que se joda. Ése es el lema del capitalismo.
ResponderEliminarMe temo que todos, aunque generalizar sea malo, hemos colaborado con esta locura... :( pero al enos, ahora podemos tratar de cambiar cosas.
ResponderEliminarPor cierto, ayer fui al médico y me encontré a media mañana al funcionario tramposo que se pone enfermo todos los jueves...¡saliendo del Corte Inglés con una bolsa del ídem!
ResponderEliminarPor lo que me han dicho tiene algo por las altas esferas y la inspección nunca llega a ningún sitio.