¿Y Twitter tampoco? ¿tuenti? ¿hi5? Pero, ¿de qué caverna platónica has salido? ¿Cómo puedes vivir en este mundo y no estar en ninguna red social que se precie?
No, no tengo Facebook ni falta que me hace. No necesito contar a mis amigos que hoy se me ha roto una uña, que mi bebé caga pelotas azules o que se ha muerto el abuelo de la montaña. Bien por trivial, por escatológico o por delicado, no parece el mejor tablón de anuncios del mundo virtual o real.
Hace once años me rendí ante el móvil. Sólo puedo aducir que fue una derrota impepinable: incomunicado durante cuatro noches y cinco días, sin cabinas a mano y sin un minuto de ocio. Aquel verano de prostitución laboral me gasté el primer sueldo en un par de teléfonos duados Alcatel Zapato y les sacamos muchísimo partido. Nada fue lo mismo desde entonces.
Hoy puedo presumir que no soy un esclavo del móvil. Está conectado 24 horas y raro es que suene más de dos veces al día, en ocasiones ni eso. Como busca cumple su función. No tenemos sexo ni le he prometido amor eterno. Cuando no responde a mis escasas demandas lo cambio por otro. El último es un cutrimóvil para tontos o jubilados, sin chuminadas ni pantallas táctiles coñazos para enganchar a los ninis. Procuro llamar poco y me da una pereza inmensa devolver un mensaje.
El ordenador es otra cosa. Me tiene pillado como radio, biblioteca infinita, máquina de escribir, tienda de discos, mapa de carreteras, correo digital, ventana al mundo, almacén de zarrios virtuales, periódico online y fuente de la eterna desinformación. Me costaría vivir sin mi dosis de blog diaria o semanal.
Pero Facebook… eso es otra historia. No le veo la gracia a comentar cosas con gente a la que verás al día siguiente, gastando tu preciosísimo tiempo en lugar de emplearlo en abrir emails estúpidos de cadenas de solidaridad discapacitoria o amor incondicional a las personas que más quieres. Esto último me parece un ejercicio gratuito y barato de falta de originalidad. La red social al menos te sirve para compartir un trozo de tu mundo y cotillear perversamente el de los demás. Allá tú. En mi casa se ve Telecinco. Nadie es perfecto, que decía Joe E. Brown a Jack Lemmon.
La especie humana camina hacia el progreso con una absoluta dependencia de sus mejoras tecnológicas. Los ipad, ordenadores, webcams, blueteeth, gepeeses, móviles, licuadoras, casas domóticas y pañales con disco duro se nos están comiendo. Llegará un momento en que no sabremos arribar a Cuenca sin el Sistema de Posicionamiento Global –o brújula para idiotas–, ni reconocer nuestras propias faltas de orticultura si no las subraya Microsoft Word, ni dibujar sin Corel Draw o entretenernos sin electricidad o microchips. ¿Alguien sabe aún hacer restas con llevada a pelo?
Hace once años me rendí ante el móvil. Sólo puedo aducir que fue una derrota impepinable: incomunicado durante cuatro noches y cinco días, sin cabinas a mano y sin un minuto de ocio. Aquel verano de prostitución laboral me gasté el primer sueldo en un par de teléfonos duados Alcatel Zapato y les sacamos muchísimo partido. Nada fue lo mismo desde entonces.
Hoy puedo presumir que no soy un esclavo del móvil. Está conectado 24 horas y raro es que suene más de dos veces al día, en ocasiones ni eso. Como busca cumple su función. No tenemos sexo ni le he prometido amor eterno. Cuando no responde a mis escasas demandas lo cambio por otro. El último es un cutrimóvil para tontos o jubilados, sin chuminadas ni pantallas táctiles coñazos para enganchar a los ninis. Procuro llamar poco y me da una pereza inmensa devolver un mensaje.
El ordenador es otra cosa. Me tiene pillado como radio, biblioteca infinita, máquina de escribir, tienda de discos, mapa de carreteras, correo digital, ventana al mundo, almacén de zarrios virtuales, periódico online y fuente de la eterna desinformación. Me costaría vivir sin mi dosis de blog diaria o semanal.
Pero Facebook… eso es otra historia. No le veo la gracia a comentar cosas con gente a la que verás al día siguiente, gastando tu preciosísimo tiempo en lugar de emplearlo en abrir emails estúpidos de cadenas de solidaridad discapacitoria o amor incondicional a las personas que más quieres. Esto último me parece un ejercicio gratuito y barato de falta de originalidad. La red social al menos te sirve para compartir un trozo de tu mundo y cotillear perversamente el de los demás. Allá tú. En mi casa se ve Telecinco. Nadie es perfecto, que decía Joe E. Brown a Jack Lemmon.
La especie humana camina hacia el progreso con una absoluta dependencia de sus mejoras tecnológicas. Los ipad, ordenadores, webcams, blueteeth, gepeeses, móviles, licuadoras, casas domóticas y pañales con disco duro se nos están comiendo. Llegará un momento en que no sabremos arribar a Cuenca sin el Sistema de Posicionamiento Global –o brújula para idiotas–, ni reconocer nuestras propias faltas de orticultura si no las subraya Microsoft Word, ni dibujar sin Corel Draw o entretenernos sin electricidad o microchips. ¿Alguien sabe aún hacer restas con llevada a pelo?
Que razón llevas Dry. Pero yo voy mas lejos en mis pensamientos. Después del 3D, que dio el salto no hace mucho entre nosotros, ahora le toca el turno al reconocimiento de voz, que así lo dejo escrito Steven Jobs. Te imaginas ir por la calle diciéndole en voz alta a nuestro móvil: !Enciéndete coño! !Llama a Pepe!! !Abre la ventana de correo y escribe: Estimado Pepe;..!! Eso tiene que ser sencillamente terrible, todos hablando mirando fijamente al móvil.
ResponderEliminarAgur Dry, voy a ver si este Nokia se aprende mi voz, que parece tonto. :-)
Cuanta razón, Dry. Yo me rendí al Facebook en su día, pero para lo que lo uso, casi que es mejor ni tenerlo.
ResponderEliminarSin embargo aún no he caído frente a uno de esos demoníacos móviles táctiles. Con mi ladrillo soy feliz, y punto.
Yo intenté resistir al móvil, pero al final caí, y luego ya la modernidad tecnológica me ha aplastado, aunque intento no utilizarla para el mal o la estupidez, aunque, ay, muchas veces no lo consiga.
ResponderEliminarYo también pienso a veces que si un petardazo se llevara por delante ciertas cosas, nos costaría pensar que hubiera habido generaciones de seres humanos que hubieran sobrevivido sin modernidades cómodas :)
Un saludo :)
Pues no. No lo tengo.
ResponderEliminarY no le veo el sentido a eso de la red social.
Tampoco tengo tanto que contar, o al menos no creo que le interese al mundo.
Es curioso ver como se cuenta a los amigos virtuales, de la red, lo bien que lo estoy pasando con los amigos reales, físicos, a los que no les cuento nada... ??????
Thirty years ago we had Steve Jobs, Johnny Cash and Bob Hope. Now, we have no jobs, no cash and no hope
Soy "anticapaz"(que decia Antonio Sagasta cuando se le ofreció un vaso de agua) de encontrarle encanto ninguno a colgar mis miserias ilustradas con imagenes en "el muro" y no digamos lo indecente que me parece que un tercero las haga publicas a terno y ambo en el suyo. Hombre, lo de contarselas en la esquina de la barra del bar a un desconocido tampoco es que sea lo mas bonito del mundo, pero mueve la economia y no deja tantos testigos.
ResponderEliminarLo del Twitter ya me parece escatológico, mensajes incesantes diciendo cosas como: "Comiendo el menú Nº 8 en un bar de carretera" y la foto chorreando grasa o "saliendo de casa". Y A MI QUE????
terrible la invasion. de no ser por esto no hubiese conocido sus pensamientos. hay cosas buenas
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