Soy un hedonista de la psique bajo los efectos de las sustancias y sus revelaciones oníricas y alucinatorias. Vivo en un mundo que trasciende las convenciones de éste.
Esto ya es otra cosa. Ahora empiezo a vivir de veras. Hace tres meses fue mi fastuosa jubilación. Al menos había seis mil quinientas personas. Sobre todo jóvenes. Algunos lloraban, otros se arrancaban los pelos de gozo, todos se quedaban con la boca abierta al verme pasar. Los chicos decían “¡Quiero ser como tú!” y las mozas me tiraban bragas de Disney y piropos varios. Creo que hasta veintisiete me pidieron matrimonio. Pobres. Tiene que ser muy duro tener veinte años y ver cómo todos te desprecian. Me parece inhumano tenerlos encerrados en colegios y universidades porque desde que nacen hasta que trabajan nadie quiere hacerse cargo de ellos. Les parecen molestos, sucios y terriblemente gritones hasta los tres años, y excesivamente repelentes desde entonces hasta los dieciocho. Casi no se encuentran trabajadores que quieran hacer de canguros para ellos. Es tan decadente. Yo en cambio no me puedo quejar. Los cuidadores se pelean por trabajar con nosotros. Y eso que sólo tengo sesenta y seis. Los ancianos de noventa están todavía mucho más cotizados. Cuando cumpla setenta y cinco podré ir a la residencia vip. No entiendo por qué pero somos una referencia para todo el mundo. Supongo que será por la edad, el poso y la experiencia. ¿O tal vez por las plateadas canas y las hermosamente marcadas arrugas? Fíjate que es injusto. Cuando no controlamos los esfínteres pasamos de estrellas mediáticas a megadioses. En cambio los bebés son repudiados precisamente por lo mismo. Ya casi no nacen niños. Nadie quiere cargar con ellos veinte o treinta años. Si la humanidad no desaparece es porque han prohibido el aborto y todavía vienen algunos por descuidos. Menos mal. Comprendo que son una carga pero hay que sacrificarse un poco para que todos puedan llegar a viejos y convertirse en miembros honorables como yo. Cielos, creo que viene el rey. Qué pesado. Que espere, tienen que acabar mi dentadura de diamantes.
Ya echaba de menos las historias del psiconauta¡¡
ResponderEliminar¿Senetud o senectud?
ResponderEliminarGracias, gracias, anónimo 2, por corregir mis vergonzosos errores ortográficos. La culpa la tiene Word, que no me avisa. (Ya decía yo que me sonaba raro...)
ResponderEliminarPues yo creo que desgraciadamente vivimos en un mundo en el que no aguantamos a los niños pero tampoco a los mayores; todo lo que sea una carga...
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡
Hay gente(de los comentarios)que dan mas importancia al continente que al contenido...yo miro más allá y miro la calidad de tu escrito y lo que me has sabido transmitir.
ResponderEliminarBesos