sábado, 1 de febrero de 2014

Rumbo hacia la idiotización

¿Se han fijado en que cada vez nos cuesta más leer a los clásicos? ¿Qué nuestros jóvenes progresan en su inintegilibilidad hacia Calderón, Cervantes o Anónimo, por poner sólo tres conocidos ejemplos? ¿Qué el español se está empobreciendo en el día a día con mayor rapidez que el mismísimo uranio, y a veces con similares efectos devastadores?
El diagnóstico es claro: los hábitos han cambiado. El vulgo ya no lee. Ni por ocio ni por vicio; tampoco por obligación. Para qué decodificar el idioma escrito habiendo lenguaje audiovisual. Nadie acomete el Quijote pudiendo ver la película, y a ser posible bajada gratis de internet.
El mundo tal y como lo conocemos se muere. Ya no hace falta saber para ser feliz. Se vive mucho más contento en la ignorancia. ¿O acaso el Jonan de Vaya semanita tenía días grises? El concepto de insatisfacción sólo existe para el que es capaz de reflexionar sobre ella. Quizá por eso las depresiones atacan mucho más a personas propensas al autoanálisis y la metafelicidad. Y ya se sabe, todas las metas son peligrosas, hasta la bendita metadona.
El universo es muy grande. Y el ciudadano medio vive dentro de su microcosmos como si no hubiera un mañana, como si miles de pequeñas cosas insignificantes pudieran rebosar el vaso de la existencia humana, como si tallar su amor eterno por una mujer en el tronco de un árbol o acribillar a fotos digitales al primero de sus vástagos fuera de vital importancia para sus semejantes. No. Un día morirá y sus miles de recuerdos acabarán en una planta de reciclaje, comidos por el ácido o triturados por la prensa hidraúlica. Somos tan pequeños que el más modesto microscopio perdurará más tiempo que nuestras propias células. Bien lo sabe la mujer de la guadaña –que por cierto, padece una anorexia galopante–. Porque no puede remorirse, que si no…
Pero me estoy poniendo metafísico, y dijimos que las metas no son buenas. Lo importante es correr hacia ellas, y no desesperarse aunque nos hayamos pasado la vida leyendo páginas que nunca entendimos. Es como hablar con un tailandés, que le dices a todo que sí y no has pillado un carajo. Al final, si la cultura no alimenta el alma, la cambiaremos por la wii.

2 comentarios:

  1. Una pena pero es cierto, el hábito de lectura se pierde y sus sustitutos no son para nada alentadores.

    Un abrazo

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  2. Yo creo, porque lo veo todas las mañanas en el metro, que mucha gente lee, me atrevería a decir que por las mañanas el 75% de las personas que ocupan el tren llevan algo para leer en la mano, el problema es que ahora sólo leemos cuando tenemos tiempos muertos, es decir, casi nadie en su tiempo libre cuando está en casa dice: "voy a coger un libro para leer" y apartar la lectura del tiempo libre es lo que hace que al final se prefiera lo fácil, que es lo que nos idiotiza.

    Es un poco triste que haya tantas personas que quieran una vida calcada: amor de película, niños repeinados..parece que se dedican a copiar sueños en lugar de buscar los suyos propios...

    Un abrazo.

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