lunes, 1 de julio de 2013

Devorados por la (in)comunicación

Hasta hace poco tiempo, compartir unos instantes con alguien era un ritual sagrado y nada podía romperlo. Tal vez una llamada urgente, una hora intempestiva o un timbre cruel. Las personas querían estar con las personas y eran libres de hacerlo.
Hoy las reglas han cambiado. La mayoría sucumbe a la tiranía del whatsapp. No es extraño ver un grupo de amigos aglutinados en torno a algo –una mesa, un tapete, una bacanal de cervezas, un 3-0, una limosina– y estar a millones de km de distancia. La estampa es clásica. Codo con codo, cara a cara, pero adorando al dios móvil y muriendo por él.
No comprendo ese afán por dar más importancia al ausente que al presente. Personalmente, prefiero que no queden conmigo. Me resulta tan estúpido como aquella vez que después de compartir silencio durante una hora de viaje me invitaron al bar. ¿Para qué, para seguir callados? Para eso me echo la cerveza en casa, que la tele habla cuando yo quiero.
No ha mucho una compañera me confesó que usaba el whatsapp más de lo necesario. Que estaba enganchada, vamos. Y así es en muchos casos: un servicio de mensajería que se ha convertido en una esclavitud, por el único motivo de ser gratuito –previo pago de tarifa plana, claro. Es como descargarse el emule y estar todo el día bajando series y películas que jamás tendrás oportunidad de ver.
Hace unos años se decía que si no estabas en internet no existías. Luego llegaron tuenti y facebook. Hoy, sin twitter o whatsapp no eres nadie. 500 megas de datos por 30 euros, y la incapacidad real de comunicarte con el compañero de fatigas. Es de suponer que el usuario de whatsapp disfruta con su nueva forma de relacionarse, pero… ¿es que nunca le quedan ganas de apagar el móvil, de estar ilocalizable, de guardar información de verdad en la recámara en lugar de llenar los caracteres de trivialidades? Como decía otra colega, “antes quedaba con amigos a tomar un café al menos una vez al mes. Ahora les mando un whatsapp y ya he pagado la visita.” Menos mal que los niños no se incomunican mediante la dichosa red social. Ellos prefieren quedar una tarde y no dirigirse la palabra enfrascados cada uno en su playstation o xbox. Dónde va a parar.

5 comentarios:

  1. Es más que cierto, un café con mi amiga, se convirtió en una salida de tres, un amigo que se encontraba lejos, pero que nos la pasamos mensaje ando con él... Es triste, yo estoy enganchada, a veces dándole más importancia a quien está lejos y es cuando me pregunto, ella, debería preferir salir a tomar un café con alguien y contarle lo que a mi me cuenta, pues viendo a una persona es más reconfortante. Pero ni ella ni yo lo hacemos. Ahora existen un factor más... Que me fije en alguien que no vive en mi misma ciudad, por ende, whats es nuestra forma de estar en contacto. sí, yo sólo me mensajeo con 2, Este tipos de adicciones creo que nos quitan más vida que el cigarro o el alcohol.

    Un abrazo!! ;)

    ResponderEliminar
  2. Al final vamos a acabar perdiendo el habla.

    ResponderEliminar
  3. No tengo whatsapp porque pienso como tú, prefiero una llamada o una cita sin lugar a dudas. Ciertamente esta manera de comunicación es lo último, pero lo último que necesitamos, el daño que está haciendo se verá o como también dices se está viendo ya: adictos, retraídos sociales, comunicación sin calidad con conversaciones vacías, aumento de dioptrías por estar pendiente de una pantalla tan pequeña y probablemente cosas que de momento ni tan siquiera podamos imaginar.
    Donde esté el cuerpo a cuerpo, el cara a cara y el tú a tú que se quite todo lo demás.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  4. Y luego también está la típica escena de las 2 amigas por la calle, una enganchada al Whatsapp ese y la otra guíandola del brazo como si de un lazarillo del siglo XVI se tratase, para evitar que choque con árboles, farolas y demás objetos que le salgan al paso, o impedir que se vaya por la calle de arriba cuando ha de coger la de abajo.

    Por eso, yo tan feliz con mi móvil de hace 5-6 años, y ni querer oír hablar del Whatsapp ese.

    ResponderEliminar
  5. La verdad que a veces la evolución nos involuciona demasiado...

    Es lamentable ver a dos personas en un bar a la misma mesa y en vez de hablar cada uno está con su móvil.

    Ver para creer.

    Abrazos.

    ResponderEliminar