martes, 16 de julio de 2013

¿Las mujeres se arreglan para las mujeres?

Llámenme obtuso, asperger, empanado o iluminado, pero pueden resumirlo todo en que simplemente soy un hombre. Ahí estaba yo pensando que los escotes circunferenciales y las supertetas eran una trampa para hacernos asomar al balcón, que el gloss de labios intentaba atraparnos por exceso en una bacanal tipo Instinto básico, o por defecto en un “mira lo que nunca podrás probar, pobre infeliz”, y que las fajas superreductoras trataban de enmascarar humanidad y convertir vuestras cinturas, a nuestros ojoplatos, en dibujos animados… y resulta que no, que el rollo no iba con nosotros, que sólo lo hacíais para causar envidia y odiosas comparaciones ganadoras con las congéneres.
Vale, yo acepto que un trasero bien calzado nos dura lo que un gol de Iniesta, que somos unos simplorros y que nunca entendemos vuestras jeroglíficas indirectas. Lo asumo y pido disculpas por la parte que me toca –Dios me libre de convertirme en representante de la raza hombre–, pero el planteamiento, si cierto, me parece de un retorcimiento extremo.
Los tíos somos superficiales, primarios y poco dados al análisis entre líneas. El 75% de las cosas que ocurren entre dos mujeres en una fiesta nunca las sabremos. Perdón, quería decir el 95. Nos daréis un bofetón y bajaremos la cabeza sabiendo que hemos hecho algo mal, pero nunca sabremos qué. Sin embargo, algo de cierto debe haber en la afirmación del título. Basta con recordar las veces en que yendo con la nuestra nos encontramos con la compañera de trabajo, la prima, la vecina o la amiga de pequeña. La conversación será más o menos trivial para el muchacho, pero para la chica tendrá unas connotaciones terribles. “No lleva anillo. Se ha puesto tremenda. Y yo con el pelo sucio. Vaya trasero ha echado. Para mí que está embarazada. Qué estropeada está. Ese vestido le quedaba como el culo. Vaya, hoy que no voy mona.” Cualquiera de estos enunciados, u otros similares, se proclamarán ante nuestro estupor, que tampoco dura mucho, lo que cuesta asomarse a otro balcón o ver en el cristal de un bar otro gol de Iniesta.
Sólo una cosa, chicas. Ante una mujer pensamos “qué tía más buena”, pero nunca nos da la neurona para la fase dos, ésa de “esta tía está más buena que la mía” o “y mi chica con esos pelos”. De verdad que nos da igual. No somos excluyentes, sólo superficiales y aglutinantes.  Y si queréis que dejemos de mirar el tiqui-taca, inventad el fútbol femenino nudista. Aunque bien pensado: “-¿Has visto que gol de chilena? -No. Y tú, ¿has visto que apertura de piernas? –No. Estaba viendo la chilena, imbécil.” Personalmente prefiero ser superficial a retorcida. ¡Qué estrés!

2 comentarios:

  1. Buenoooo, menudo artículo. No me ha gustado nada. ¿Será por que soy mujer y me siento identificada? Ainsss...

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  2. Soy mujer, y ciertamente son muchas las ocasiones en las que me avergüenzo de mi género...No me siento identificada con lo que dices en el artículo, pero desde luego pienso que es muy cierto, así que, a mí, sí me ha gustado...jijiji....

    Un abrazo Drywater

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