Llámenme obtuso, asperger, empanado o iluminado, pero pueden
resumirlo todo en que simplemente soy un hombre. Ahí estaba yo pensando que los
escotes circunferenciales y las supertetas eran una trampa para hacernos asomar
al balcón, que el gloss de labios intentaba atraparnos por exceso en una
bacanal tipo Instinto básico, o por
defecto en un “mira lo que nunca podrás probar, pobre infeliz”, y que las fajas
superreductoras trataban de enmascarar humanidad y convertir vuestras cinturas,
a nuestros ojoplatos, en dibujos animados… y resulta que no, que el rollo no
iba con nosotros, que sólo lo hacíais para causar envidia y odiosas
comparaciones ganadoras con las congéneres.
Vale, yo acepto que un trasero bien calzado nos dura lo que
un gol de Iniesta, que somos unos simplorros y que nunca entendemos vuestras
jeroglíficas indirectas. Lo asumo y pido disculpas por la parte que me toca
–Dios me libre de convertirme en representante de la raza hombre–, pero el
planteamiento, si cierto, me parece de un retorcimiento extremo.
Los tíos somos superficiales, primarios y poco dados al
análisis entre líneas. El 75% de las cosas que ocurren entre dos mujeres en una
fiesta nunca las sabremos. Perdón, quería decir el 95. Nos daréis un bofetón y
bajaremos la cabeza sabiendo que hemos hecho algo mal, pero nunca sabremos qué.
Sin embargo, algo de cierto debe haber en la afirmación del título. Basta con
recordar las veces en que yendo con la nuestra nos encontramos con la compañera
de trabajo, la prima, la vecina o la amiga de pequeña. La conversación será más
o menos trivial para el muchacho, pero para la chica tendrá unas connotaciones
terribles. “No lleva anillo. Se ha puesto tremenda. Y yo con el pelo sucio. Vaya
trasero ha echado. Para mí que está embarazada. Qué estropeada está. Ese
vestido le quedaba como el culo. Vaya, hoy que no voy mona.” Cualquiera de
estos enunciados, u otros similares, se proclamarán ante nuestro estupor, que
tampoco dura mucho, lo que cuesta asomarse a otro balcón o ver en el cristal de
un bar otro gol de Iniesta.
Sólo una cosa, chicas. Ante una mujer pensamos “qué tía más
buena”, pero nunca nos da la neurona para la fase dos, ésa de “esta tía está
más buena que la mía” o “y mi chica con esos pelos”. De verdad que nos da
igual. No somos excluyentes, sólo superficiales y aglutinantes. Y si queréis que dejemos de mirar el
tiqui-taca, inventad el fútbol femenino nudista. Aunque bien pensado: “-¿Has
visto que gol de chilena? -No. Y tú, ¿has visto que apertura de piernas? –No.
Estaba viendo la chilena, imbécil.” Personalmente prefiero ser superficial a
retorcida. ¡Qué estrés!
Buenoooo, menudo artículo. No me ha gustado nada. ¿Será por que soy mujer y me siento identificada? Ainsss...
ResponderEliminarSoy mujer, y ciertamente son muchas las ocasiones en las que me avergüenzo de mi género...No me siento identificada con lo que dices en el artículo, pero desde luego pienso que es muy cierto, así que, a mí, sí me ha gustado...jijiji....
ResponderEliminarUn abrazo Drywater