sábado, 7 de abril de 2012

Paisaje fronterizo

Las fronteras aglutinan conceptos embelesadores. Representan ese universo de transición donde las cosas ya no son de este mundo pero todavía no pertenecen al otro. Son territorios sin ley donde todo vale y nada sirve, donde lo desconocido se amontona esquivo entre el reverso y el anverso de una realidad familiar.
El mar, por ejemplo, constituye uno de los más hermosos lienzos jamás tensados y, sin embargo, alcanza sus máximas dimensiones artísticas cuando colisiona furioso contra las rocas o muere dulcemente ahogado en la arena. Las playas son paradigma de hedonismo y placer calmo por su naturaleza fronteriza, porque sus dunas encuentran las olas jadeantes y les dan sentido estético. Lo que hace inmenso al mar es la tierra; quién diviniza el terruño es el océano desatado.
Otros límites no llegan nunca a conocerse por mucho que los veamos en perfecta comunión. La línea imaginaria que recorta la superficie terrestre y la rellena de atmósfera es el horizonte. No tendría sentido sin un subrayado de piedra, bosque, camino o ciudad, del mismo modo que moriría ahogado sin su porción de aire crepuscular, auroresco, soleado, nuboso o atormentado. El horizonte encierra los misterios de la vida terrena porque en él confluyen las esperanzas, desdichas, anhelos y odios de los quebradizos seres humanos. Por eso no es de extrañar que éstos se empeñen en subirse a un jamelgo, ponerse un incómodo sombrero raído de ala ancha y marcharse en soledad en dirección al sol agonizante, incluso aunque su camino sea el contrario. Los hombres son más dados a la poesía que a la pragmática. ¿Cómo si no se entiende que juren al viento silbante de rocas, que esperen milagros de ese horizonte que día tras día les deja tirados, que jamás detiene su devenir por fuerte o conmovedora que sea la promesa, por muchas lágrimas que los creyentes derramen? ¿Acaso no comprenden que esa línea de colisión entre lo que pisan y lo que respiran depende tan sólo del punto de vista y que hay tantos horizontes lejanos como metros cuadrados sobre el globo terráqueo?
Pero no todas las fronteras son físicas. A veces las más grandes no pueden verse con los ojos. La bondad y la estulticia, por ejemplo, están separadas por un ligero límite de pequeñas dimensiones para el interesado, pero que resulta en centenares de millas de distancia para los demás. ¡Qué injustos son nuestros defectos cuando son los otros los que los causan! Por eso la dignidad puede caer fácilmente hasta el orgullo si nos tropezamos con la persona equivocada. Desgraciadamente, algunos hemos nacido para un mundo más amable, pero caímos en éste.
La vida y la muerte es quizá el escenario de la más compleja de las fronteras. Nunca un umbral fue tan desconocido, imaginado, temido y sorteado, pero inevitable e irreversible al final. Todo pensante se ha tropezado con la idea de cruzar esa puerta alguna vez en su vida, y de hecho acabará haciéndolo cuando ya no esté interesado en saberlo ni en contarlo. Así de paradójico es el destino finito en el que surfeamos con orgullo y naufragamos sin gloria. El paso de esta vida a la otra -o a un silencio de ruidos, negro de luces, insípido de sabores, inodoro de aromas y anestesiado de tactos- es el mayor enigma que afrontamos durante nuestra limitada existencia, y quién sabe si en nuestra no-existencia, y hasta el momento nadie ha venido a contarnos cómo era el rollo. Y si alguien lo ha hecho, pensamos que iba fumao.
Las relaciones interpersonales funcionan porque hemos establecido miles de fronteras entre los roles. Lo que distingue a un amigo de un amante son las partes de su cuerpo que puedes tocar, la manera de hacerlo, incluso la situación en la que se produce el contacto. Los escotes forman fronteras eróticas entre lo que se insinúa y lo que se enseña. Muchos aprecian más la frontera que el territorio conquistado, por aquello de que lo que se imagina es superior a lo que se ve explícitamente. La búsqueda de la verdad es una vez más, que no siempre, más atractiva que la verdad misma, y una mente rica en ensoñaciones puede crear universos imaginarios más espectaculares que los que realmente existen. ¿Es la ficción superior a la realidad? ¿Son los escotes más sensuales que los senos desnudos? ¿Y el resto de las fronteras textiles o carnales? Las minifaldas, vaqueros, camisas desabrochadas, ombligos, huchas, muslos… ¿están ahí para hacer el redoble de tambor, para darle emoción al momento? Los paraísos carnales, igual que los demás, parecen custodiados por solemnes antesalas del pecado, la pasión, el deshonor o la urgencia.
Las fronteras no tienen límite. Simplemente lo son. Así, Lewis Carroll trasladó a su querida Alicia Liddell al país de las maravillas o a través del espejo mediante una madriguera gigante en un árbol o cruzando el susodicho reflejo, respectivamente. Cuántos niños se habrán abierto la cabeza desde entonces contra espejos de baño o encinas centenarias. ¡Con lo fácil que resulta soñar, cómo le gusta a la gente leer!
Las fronteras siempre delimitan terrenos enfrentados. Por eso nos gusta vivir cerca de ellas. Porque lo mismo pisas rápido y vuelves cobardemente a la seguridad de tu tedio que se te va la pinza, rompes con tu vida y no vuelves a pisar el otro lado, ése del que juraste que nadie te movería. Todos tenemos un límite que no podemos traspasar. Cuando lo hacemos, de seguro ya no somos nosotros. Que se lo digan a Macbeth cuando empezó a levantar el cuchillo.

4 comentarios:

  1. Vivir en la frontera, o en el filo, siempre es más apasionante que vivir de un lado. Nunca hubiera imaginado un escote como frontera, creo que necesito un pasaporte con urgencia.

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  2. Me acabas de dejar con la boca abierta, y no es solo una frase hecha. Aún siendo consciente de que existen infinitos límites te lo acabas de saltar todos con esta entrada triunfal. Y cuando Alícia vuelva del otro lado del espejo te dirá que le acompañes al mumdo de las Maravillas...pues tú eres de los pocos que has demostrado comprende ese mundo.
    Me encanta, me enamora y la atesoro...y todo lo demás, son solo palabras, siluetas, luces y sombras.
    Un besazo enorme!!! :)
    Favole

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  3. Pues sí, es estupendo, como antes de mi larga ausencia. Enhorabuena :)

    Y tras el peloteo (completamente sincero), sí, ese territorio donde las cosas parecen más inseguras quizá es el de la verdadera vida más plena. Un poeta afirmó que donde hay peligro, crece lo que se salva. Y a veces debiéramos pisar esos territorios, con prudencia, pero con audacia. Supongo que nos hemos visto atados en comodidades sedentarias. A cabalgar :)

    Un abrazo, y enhorabuena, de nuevo ;)

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