Todavía resoplaba Día sin Pan tras la trifulca con Excel cuando Ojos almendrados de Elfo sacó del bolsillo la agenda del policía metódico y normativo. La hermosísima policía la había sustraído disimuladamente cuando se aproximó a ambos y se llevó a Largo. Al principio el poli larguirucho no estaba de acuerdo con la apropiación, pero los datos que desvelaba suponían muchos pasos de ventaja sobre el oscuro archienemigo.
Apenas tenían tiempo para revisarla, y decidieron fotocopiarla en el chino de la esquina. No es que tuvieran predilección por las papelerías asiáticas, pero los ojos rasgados eran los únicos que fotocopiaban sin preguntar, lo cual era un delito que Ojos y Largo debían obviar. Su ingenuidad hacía tiempo que se había mancillado ante el empuje abusivo de los resultados. Si querían detener a Excel debían jugar sucio, duro y bajuno, porque por las buenas les daba mil vueltas.
38 minutos después las fotocopias estaban hechas. Faltaba devolver el cuerpo del delito y hacerlo de manera disimulada y convincente. Seguramente Cuadrícula de Excel ya la habría echado en falta. Necesitaban un mensajero que no levantase sospechas, alguien tan obtuso que el policía pulcro y legalista no lo considerara una amenaza. Necesitaban a Pies Mogolluna.
Pierre Dastardly era un poli orondo, mezquino y simple. Su volumen excesivo y sus pies desproporcionados, así como su empeño en aprender bailes de salón le habían llevado al sobrenombre de Pies Mogolluna. Estaba ostentosamente enamorado de Elfo, y pensaba que su fino bigote daliliano y sus gráciles movimientos rítmicos harían a la dulce muchacha caer rendida a sus prominentes zapatos.
Elfo lo llamó al móvil. No tardó ni cinco minutos. Accedió a devolver la agenda sin preguntas a cambio de una cita para el sábado con la rubia más dulce de la comisaría. A Excel le dijo que había encontrado la libreta en el suelo y que llevaba media mañana buscando a su dueño. Mogolluna era tan necio que Luis Mateo sanjuanes no sospechó.
Mientras tanto, Ojos y Día analizaban las fotocopias: sólo había información sobre citas futuras, teléfonos y direcciones. Todo lo referente al pasado impepinable había sido arrancado. No tenían pruebas ni indicios que vincularan a Excel con el caso de Guapo con Ganas, con los tigretones caníbales o con el caso de los almacenes RYC.
Sin embargo, Largo encontró un listado de catorce nombres con sus teléfonos. Al principio no los relacionó con nada, pero llamó al primero de la lista con el móvil protegido. Se trataba de un futbolista de primera división. Los demás también lo eran. Eran trece jugadores de poco renombre y de distintos equipos. Había otro personaje, un tal Roger Fwarsh, que no era jugador. Decidieron investigar por ahí.
Apenas tenían tiempo para revisarla, y decidieron fotocopiarla en el chino de la esquina. No es que tuvieran predilección por las papelerías asiáticas, pero los ojos rasgados eran los únicos que fotocopiaban sin preguntar, lo cual era un delito que Ojos y Largo debían obviar. Su ingenuidad hacía tiempo que se había mancillado ante el empuje abusivo de los resultados. Si querían detener a Excel debían jugar sucio, duro y bajuno, porque por las buenas les daba mil vueltas.
38 minutos después las fotocopias estaban hechas. Faltaba devolver el cuerpo del delito y hacerlo de manera disimulada y convincente. Seguramente Cuadrícula de Excel ya la habría echado en falta. Necesitaban un mensajero que no levantase sospechas, alguien tan obtuso que el policía pulcro y legalista no lo considerara una amenaza. Necesitaban a Pies Mogolluna.
Pierre Dastardly era un poli orondo, mezquino y simple. Su volumen excesivo y sus pies desproporcionados, así como su empeño en aprender bailes de salón le habían llevado al sobrenombre de Pies Mogolluna. Estaba ostentosamente enamorado de Elfo, y pensaba que su fino bigote daliliano y sus gráciles movimientos rítmicos harían a la dulce muchacha caer rendida a sus prominentes zapatos.
Elfo lo llamó al móvil. No tardó ni cinco minutos. Accedió a devolver la agenda sin preguntas a cambio de una cita para el sábado con la rubia más dulce de la comisaría. A Excel le dijo que había encontrado la libreta en el suelo y que llevaba media mañana buscando a su dueño. Mogolluna era tan necio que Luis Mateo sanjuanes no sospechó.
Mientras tanto, Ojos y Día analizaban las fotocopias: sólo había información sobre citas futuras, teléfonos y direcciones. Todo lo referente al pasado impepinable había sido arrancado. No tenían pruebas ni indicios que vincularan a Excel con el caso de Guapo con Ganas, con los tigretones caníbales o con el caso de los almacenes RYC.
Sin embargo, Largo encontró un listado de catorce nombres con sus teléfonos. Al principio no los relacionó con nada, pero llamó al primero de la lista con el móvil protegido. Se trataba de un futbolista de primera división. Los demás también lo eran. Eran trece jugadores de poco renombre y de distintos equipos. Había otro personaje, un tal Roger Fwarsh, que no era jugador. Decidieron investigar por ahí.
Interesante investigación. Excel es algo más que malvado. Es el padre de todos los archienemigos del mundo mundial.
ResponderEliminarUn saludo!!!