Soy un hedonista de la psique bajo los efectos de las sustancias y sus revelaciones oníricas y alucinatorias. Vivo en un mundo que trasciende las convenciones de éste.La estación preferida de la gente es el otoño. Las preciosísimas hojas de chopos, encinas y sauces caen al suelo como incalculable regalo de naturaleza. Está prohibido arrancarlas de sus ramas, pero cuando caen son el más valioso de los tesoros. 
Las hojas son todas diferentes, y cuentan secretos insondables a simple vista: hablan de las edades de los árboles, la lluvia que han bebido, los animales que las han acariciado, los rayos que las han inmortalizado, las llamas que las han purificado y los vientos que las han acunado. Es por todo ello que nunca se ven en el suelo, a los pies de los árboles o en los bordillos de las calzadas. 
Las personas se aferran a ellas como si fueran billetes de 500, y hay quién incluso ya está vendiendo su colección para paliar los efectos de la crisis.
Las memorias USB, en cambio, son el cáncer de esta sociedad.
Todas son iguales, todas contienen lo mismo: basura en forma de videos de youtube, mp3 de músicos de medio pelo, horrendos ficheros de datos y reuniones, y millones de fotos de seres congelados en el tedio monumental de las ciudades que visitan. Todo consiste en acumular más y más residuos digitales. Por tanta inutilidad hace tiempo que los pinchos USB se acumulan en calles, contenedores, vertederos, cunetas, playas y bosques. 
Coges uno al azar, lo conectas y te encuentras más o menos lo mismo que te encontrarías en cualquier otro. Hasta han organizado patrullas de limpieza de USBs, pero no dan abasto.
Las hojas son todas diferentes, y cuentan secretos insondables a simple vista: hablan de las edades de los árboles, la lluvia que han bebido, los animales que las han acariciado, los rayos que las han inmortalizado, las llamas que las han purificado y los vientos que las han acunado. Es por todo ello que nunca se ven en el suelo, a los pies de los árboles o en los bordillos de las calzadas. 
Las personas se aferran a ellas como si fueran billetes de 500, y hay quién incluso ya está vendiendo su colección para paliar los efectos de la crisis.Las memorias USB, en cambio, son el cáncer de esta sociedad.
Todas son iguales, todas contienen lo mismo: basura en forma de videos de youtube, mp3 de músicos de medio pelo, horrendos ficheros de datos y reuniones, y millones de fotos de seres congelados en el tedio monumental de las ciudades que visitan. Todo consiste en acumular más y más residuos digitales. Por tanta inutilidad hace tiempo que los pinchos USB se acumulan en calles, contenedores, vertederos, cunetas, playas y bosques. 
Coges uno al azar, lo conectas y te encuentras más o menos lo mismo que te encontrarías en cualquier otro. Hasta han organizado patrullas de limpieza de USBs, pero no dan abasto.
La adicción a lo digital no solo está representada por el mítico llavero usb, tenemos otros exponentes de peso y creo que todo comenzó con el cassette y su posibilidad de copia.
ResponderEliminarEl coleccionismo de lo gratuito es el peor de todos :P
PREFERIBLE A QUE NUESTROS HIJOS ANDEN CON PBC EN LAS MANOS.
ResponderEliminarLa tecnologia, es una maravilla para la comunicación. Cada vez somos más sabios.
ResponderEliminarSi, si, cada vez más sabios pero más perezosos mentales...
ResponderEliminarEl aumento o la mejora en tecnología no es indicativo de aumento o mejora en comunicación... tal vez sea lo contrario, pues cada vez que apago la tele, que apago la radio, que apago el ordenador, que apago el mp4, que pierdo el usb, es cuando me comunico realmente con alguien. La comunicación artesanal y de siempre no tiene sustituto, ni tecnológico ni virtual.
ResponderEliminar...menos mal que me queda el móvil...
ResponderEliminarLa verdad es que nunca lo había visto así ni me había parado a pensar en ello. A mí los USB desde luego me resultan muy útiles y prácticos, pero de todos modos, gracias por hacerme reflexionar un poquito.
ResponderEliminarUn abrazo,
Manu UC.