viernes, 29 de mayo de 2009

Carmen

Fue hace un año, tal vez un poco más. A veces los momentos se aturullan en mi mente, buscando olvido y encontrando complicidad. Hacía tiempo que os había perdido la pista, muriendo nuestro vínculo entre las agujas despiadadas del padre cronos y los ramalazos humanos de la desgana y la pereza. Cuando te conocí no eras mayor de edad. Tampoco fue impedimento para que esa misma noche de concierto te hicieras la novia de mi amigo. Siempre me pareció que tuvo suerte. Tal vez por ello el destino se la cobró toda de golpe. Durante años fuimos inseparables: Primero cuatro, luego cinco. Éramos como hermanos. No es de extrañar que te llamara “tata”. Compartimos litros de cerveza y discos de rock urbano, noches de pijamas y saltos de rock and roll. Siempre juntos: El líder, la chica, el cariñoso, el filósofo y el tímido. Pero un buen día rompimos todo. Un partido de fútbol y un cumpleaños incompatibles convirtieron una cabezonería en cisma irreparable. Nunca nos recuperamos de aquello. El líder cogió a su chica y se quedó. Y los tres restantes nos fuimos a descubrir nuevos mundos, a mitigar nuevas inquietudes, a crecer. Nunca nos lo perdonasteis, y viendo como acabó nuestra idílica amistad a cinco bandas, hubiera preferido mil veces haber perdonado aquella final de copa. Perdimos el partido y algo más.

Tu muerte no me destrozó. Hacía diez años que habíamos dejado de ser hermanos. Todo el cariño que te tenía se lo llevaron los sábados de cine, partido, concierto, campamento, playa, trabajo o estudio. Por eso, cuando tu amiga me llamó con voz desgarrada y me dijo que te morías sólo sentí el dolor de los recuerdos y la rabia de aceptar que mi antigua hermana no cumpliría treinta y tres años. Hasta Jesucristo duró más.

Decían que era un dolor de cabeza. Yo creo que fue una putada. No hacía mucho que compartíais piso, que aunabais dos sueldos, que construíais una casa de ilusión. Es por ello que el segador, inflexible y paciente, decidió pasar la guadaña. De modo súbito, directo, pero prematuro. Tal vez debiera haberse quedado afilándola cincuenta años más.

Los otros tres ya no somos tan amigos. Todavía quedamos cada cinco meses o nos citan los que vienen al mundo o los que se evaden de él. El año pasado os vi dos veces. La primera la llenamos de aire y palabras. La segunda ya no pudiste decir nada, pero los cuatro volvimos a estar juntos. Tal vez, desde tus sábanas de pino, sonreías con ternura y malicia por reunirnos quince años después.

A veces me acuerdo de ti. Las cosas que nos pasaron, las conversaciones que tuvimos, las vacaciones que compartimos, las risas que nos provocamos, los conciertos que sudamos. Es verdad que ambos fuimos suicidando nuestra inocencia por separado, que enriquecimos nuestro escepticismo con desgana, pero la vida no acabó con mi ingenuidad. Tu muerte sí lo hizo. Y me trajo además un montón de instantes que esculpimos en esa jodida transición de la adolescencia a la juventud.

domingo, 24 de mayo de 2009

Águila Roja es Gonzalo Montalvo

Lo siento, ya sé que he estropeado la serie para siempre. Espero que Francis Lorenzo esté revisionando su época dorada de Médico de familia y no leyendo mi blog. Da lo mismo, seguro que ya se lo ha cascado Catalina entre toma y toma o que se ha ido a pasar la ITV aprovechando el primer corte publicitario del episodio. Así es: recuerda, estimado lector, si en los anuncios de Águila Roja no te dice “volvemos en 60 segundos”, significa que van a estar 18 minutos pasando anuncios a discreción.
La serie es una clásica historia de capa y espada, y debo admitir que me gusta. El rapaz colorao bebe de los grandes modelos del género: Robin de Locksley, el Caballero Luna, el Zorro, la Pimpinela Escarlata, Patomas, Batman y El Vengador Carmesí entre otros. En cierto modo es un homenaje a esos arquetipos del pasado y al romanticismo que supuraban en sus convicciones de poder solucionar los grandes dilemas terrenales poniéndose el antifaz y blandiendo la espada.
El bueno es muy bueno, humilde, sacrificado y ejemplar. Hasta aquí todo bien. Sátur es un gran híbrido entre Sancho Panza y Lázaro de Tormes. Si bien Javier Gutiérrez parecía demasiado encasillado en su papel de Los Serrano, pronto matizó y dibujó su personaje dándole su toque de forma muy acertada. El resto de personajes también resultan más o menos creíbles. El malvado comisario Hernán es muy malo, pero también sufre por un amor pérfido. La marquesa tiene debilidad por la enseñanza pública y por el funcionariado. Catalina está a caballo entre la plebe y los nobles. Margarita e Inés están muy buenas. El único personaje flojo, a mi parecer, es Alonso. Es verdad que el chico tiene un genio como cualquier chaval de segundo de ESO en la actualidad, y en ese sentido no debe sonar extraño a ningún púber que vea la serie, pero sus maneras resultan inaceptables en pleno siglo XVII. Además, el pobre cabalga entre la angustia vital y el estrés juvenil. Es rebelde, un poco chulo y bastante agonías.
Creo que en conjunto es una buena producción, y tiene grandes virtudes. La acción se dosifica con acierto y no cansa, pese a que el vengador justiciero sea un ninja y no un zorro. Sin embargo, hay varias inconsistencias que le restan credibilidad. Me parece de chiste que nadie que vea a Gonzalo Montalvo y al aguilucho un par de veces no les saque un parecido razonable. Y más cuando han sangrado a la vez, nunca comparten escena, y el rapaz no para de preguntar quién mató a la mujer del maestro. ¡Como si en la serie no hubiera palmado nadie más! Pero lo que ya es reírse del espectador es que el criado Saturno se disfrace de porcino rojo con ese pseudo-casco de piel que le deja la jeta al rostro y nadie lo reconozca.
Pero si estos detalles minan la verosimilitud de la producción, la faceta humana de Águila Roja le causa un daño irreparable. ¿Que no puedo llegar a mi hijo? No pasa nada, me disfrazo de Batman y hablo con él. Total, si es un saltito hasta el tejadillo. Casi puedo imaginarlo: “Alonso, que te voy a decir para qué sirve un condón de tripa de cerdo” “Papá no seas carca que no estamos en clase” “Alonso, que soy Águila, que te voy a explicar algo acerca del amor” “Ah, vale, Águila, que tu has cazado muchas presas, no como mi padre que es un plasta.” Que Gonzalo no se atreve con Margarita, no problem. Águila Roja le saca los colores a la cuñadísima sin desenvainar la espada.
Y luego está el pluriempleo. El pobre es padre –negao- y maestro vocacional –olé tus huevos- de día, y sombra desfaceentuertos de noche. ¿Pero es que este hombre no descansa? ¿Y el traje, es de velcro o qué, que se lo pone en un pis-pas? ¿Y cómo hace lo de la pluma? ¿O es que es gay? Que todo podría ser, porque durante trece capítulos no se ha permitido más que un miserable beso. Igual era cura como Agustín, que supongo que es agustino (no es un chiste).
Sé como ayudar a Gonzalo. El malo es Hernán Mejías. Vas, lo matas, te echas un revolcón con la Marquesa para conseguir fondos y te vas con Margarita a otra parte, a justificar tu culpabilidad con un poco de huelgue, que te lo has ganao, pájaro. Y a Alonso se lo dejas a Sátur, que han conectado. Además, el mozo es amigo de Gabi, presunto hijo del pícaro. Todos contentos. Ah, y que Nuño se quede con la niña. No nos engañemos. La pela es la pela.

martes, 19 de mayo de 2009

Odio los eufemismos

No lo puedo evitar. Les tengo más manía que el esparadrapo a la playa. Si hay que ir se va. Con dos cojones. Pero esto de sí que no… No puede ser.

Les voy a contar una historia.


(AVISO: EL PRESENTE DIÁLOGO PUEDE HERIR LA SENSIBILIDAD DEL LECTOR)

FULANA, MENGANO, ZUTANO Y BUTANO (versión tabú)

Menganito: - Zutanito, corre, corre, que ya viene la Fulanita.

Zutanito: - Ahí va, tú. A ver si hoy la pillamos.

Menganito: - Corre, vamos al cagadero.

Zutanito: - Aquí, aquí hay alguien.

Menganito: - ¿Es ella?

Zutanito: - ¡Qué va! Es un nota cagando. Se ha tirado un pedo el tío guarro.

Menganito: - Vamos al otro.

Zutanito: - Hay una gorda meando.

Menganito: - Nada, siga buscando.

Zutanito: - Aquí, aquí esta la Fulana.

Menganito: - ¿Qué hace, qué hace?

Zutanito: - Esta follando la muy puta. Vaya culo tiene.

Menganito: - ¿Qué más ves?

Zutanito: - Le veo la polla al capullo. Y los huevos.

Menganito: - ¿Y Fulana, y Fulana?

Zutanito: - Le veo las tetas. Buahh. Espera que se cambian. Ahora le veo el coño a la muy zorra.

Menganito: - No la insultes, gilipollas, que es mi hermana.

Zutanito: - Si no la insulto, mamón. Te recuerdo que es pilingui de profesión.

Menganito: - Ah, vale, que pensaba que era por joder.

Zutanito: - No, hombre, no. ¿Qué haces ahí, Mengano?

Menganito: - Estoy viendo al otro tío cagar. ¡Vaya zurrute!

Zutanito: - Qué cerdo eres, Mengano.

Menganito: - ¿Y tú me lo dices, que te estás haciendo una paja?

Zutanito: - Déjame en paz.

Menganito: - Dice el padre Mateo que si te la meneas te quedas ciego.

Zutanito: - Ya. Y que te quedas sordo también.

Menganito: - ¿Qué?

Zutanito: - Te a la mierda, tontolaba.

Menganito: - Un maca la palmó mientras pelaba la pava.

Zutanito: - Que me dejes, que estoy muy cachondo.

Menganito: - Acaba, Zutanito, que oigo pasos.

Zutanito: - Es el cagón que ya ha acabado. Coño, si es Butano.


Ahora imagínense la misma historia con eufemismos:


FULANA, MENGANO, ZUTANO Y BUTANO (versión eufémica)

Menganito: - Zutanito, corre, corre, que ya viene la Fulanita.

Zutanito: - Ahí va, tú. A ver si hoy la sorprendemos.

Menganito: - Corre, vamos al servicio.

Zutanito: - Aquí, aquí hay alguien.

Menganito: - ¿Es ella?

Zutanito: - ¡Qué va! Es un hombre haciendo de vientre. Se ha tirado una ventosidad el muy vulgar.

Menganito: - Vamos al otro.

Zutanito: - Hay una obesa haciendo aguas menores.

Menganito: - Nada, siga buscando.

Zutanito: - Aquí, aquí esta la Fulana.

Menganito: - ¿Qué hace, qué hace?

Zutanito: - Esta haciendo el amor la muy activa sexualmente. Vaya trasero tiene.

Menganito: - ¿Qué más ves?

Zutanito: - Le veo el miembro viril al varón. Y los testículos.

Menganito: - ¿Y Fulana, y Fulana?

Zutanito: - Le veo el busto. Buahh. Espera que se cambian. Ahora le veo la vagina a la muy liberal.

Menganito: - No la insultes, desustanciado, que es mi hermana.

Zutanito: - Si no la insulto, soso. Te recuerdo que es mujer de vida alegre.

Menganito: - Ah, vale, que pensaba que era por fastidiar.

Zutanito: - No, hombre, no. ¿Qué haces ahí, Mengano?

Menganito: - Estoy viendo al otro tío hacer aguas mayores. ¡Vaya excremento!

Zutanito: - Qué sucio eres, Mengano.

Menganito: - ¿Y tú me lo dices, que te estás masturbando?

Zutanito: - Déjame en paz.

Menganito: - Dice el padre Mateo que si te autocomplaces te quedas ciego.

Zutanito: - Ya. Y que te quedas sordo también.

Menganito: - ¿Qué?

Zutanito: - Piérdete, ignorante.

Menganito: - Un joven radical pasó a mejor vida mientras se autosatisfacía.

Zutanito: - Que me dejes, que estoy muy excitado.

Menganito: - Acaba, Zutanito, que oigo pasos.

Zutanito: - Es el defecador que ya ha acabado. Caramba, si es Butano.


¿Y con cultismos qué tal?


FULANA, MENGANO, ZUTANO Y BUTANO (versión culta-pomposa)

Menganito: - Zutanito, apremia, apremia, que se aproxima Fulanita.

Zutanito: - Cielos. Puede acontecer que en tan aciago día trascendamos su pudor.

Menganito: - Apresúrate, alcancemos el excusado.

Zutanito: - Presto, en este habitáculo alguien se halla.

Menganito: - ¿Es la fémina buscada?

Zutanito: - ¡En absoluto! Tan sólo se trata de un ser humano de género masculino realizando actos de evacuación sólida. Acaba de ejecutar un movimiento de despresurización por medio de gases el muy escatológico.

Menganito: - Procedamos a modificar el objetivo.

Zutanito: - Un ser humano femenino de aspecto francamente orondo micciona.

Menganito: - Ha fallado usted. No ceje en sus pesquisas.

Zutanito: - En este receptáculo, en este receptáculo mora Fulana.

Menganito: - ¿Qué actos realiza?

Zutanito: - Se encuentra desempeñando actividades sexuales la muy promiscua. Menudas nalgas ostenta.

Menganito: - ¿Qué detalles adicionales vislumbras?

Zutanito: - Atisbo el falo del sujeto. Y la bolsa escrotal.

Menganito: - ¿Y Fulana, y Fulana?

Zutanito: - Contemplo sus órganos mamarios. ¡Cáspita! Aguarda que permutan. En estos momentos puedo apreciar las zonas genitales femeninas de la prostituta.

Menganito: - No la mancilles verbalmente, incompetente, que tenemos vínculos sanguíneos fraternos.

Zutanito: - Si no menosprecio su valía, negligente. Me permito rememorarte que su ocupación laboral es la de profesional del sexo.

Menganito: - Oh, disculpa, pues sopesé que tu matización obedecía a fines jactanciosos.

Zutanito: - En absoluto. ¿Qué función desempeñas en ese otro emplazamiento?

Menganito: - Visualizo al usuario del otro excusado ejecutando funciones excretoras. ¡Menuda deposición!

Zutanito: - Qué propenso a lo escatológico me pareces, Mengano.

Menganito: - ¿Y tú me lo apostillas, que realizas en este mismo instante funciones onanísticas?

Zutanito: - Respeta mi libre albedrío.

Menganito: - El padre Mateo precogniza que el onanismo provoca pérdida de visión general.

Zutanito: - Así es. Y que origina disminución de la recepción auditiva asimismo.

Menganito: - ¿Disculpa?

Zutanito: - Abstente de realizar comentarios hilarantes, obtuso.

Menganito: - Un adolescente de estética antisistema falleció en pleno acto de autocomplacencia.

Zutanito: - No mitigues mis impulsos, puesto que atravieso por un urgente período de sobreexcitación.

Menganito: - Finaliza tus conatos, dado que se perciben indicios acústicos de caminantes aproximándose.

Zutanito: - Tan sólo se trata del antiguo ocupante del evacuatorio. Albricias, resulta ser Butano.


En fin, que los tacos existen para algo. Y por mucho que escandalicen a los clásicos, a veces un eufemismo llama mucho más la atención…

sábado, 16 de mayo de 2009

Paul Bartleby, el zorro cazador

Por el bosque viene el taimado Paul Bartleby. Es bravo y fiero, artero y malvado. Atemoriza a las gallináceas incautas que se pasean por el corral. Las conquista con su alemán de Frankfurt o su Inglés de Oxford. Si son duras de pelar utiliza el acento francés de La Rochelle. Ninguna se resiste a sus encantos. Bartleby es un maestro cuando va de caza.
Ayer el astuto zorro se topó con Bee Queen, la gallinita presumida. Nunca más se supo de ella. En su incubadora aparecieron seis polluelos y un CD de música indie y grupos alternativos. Paul Bartleby siempre ataca con éxito. Es adicto al pollo. Dicen que una vez, hace años, un cepo le hincó la cola y el pobre zorrillo no pudo moverse en tres semanas. Pobre Paul Bartleby, tuvo que comer hierbajos y raíces durante ese tiempo. Bartleby el zorro listo prometió no volver a comer verde y se hizo cazador de pollinas, a las que cautiva con sus abundantes encantos y luego remata con sus voraces fauces zorrunas. Paul Bartleby ha escrito el prestigioso libro “Seis mil formas de comer pollas (gallinas)”. Aunque tradujo él mismo el manual a siete idiomas, cometió alguna ambigüedad en su edición española. El torpe Paul siempre mete la pata en algún pequeño detalle de forma.
Los animales del bosque le adoran. Es ágil, de suave y royo pelo, gran conversador y muy cariñoso con mamá tejón y madame comadreja. Bartleby es un encanto y una eminencia en el bosque.
El artero zorrillo ha elegido su presa. Hoy le toca esa gallina pelirroja, desenfadada e informal. Hace días que le ha echado el ojo a la inocente Morning Dew. Pobre gallinita, sus maneras no han pasado desapercibidas para el hambriento Bartleby. Ya se relame el infame raposo, viéndose masticar a la gentil gallinita. Ay, que mal pinta esto para Morning Dew, confiada y bondadosa ella, frente al zorrin lover del bosque.
Paul entra con todo, apabullando a Morning Dew con sus dotes linguísticas. Que si cómo se dice conculcación en inglés, que dónde se pone el acento en el dialecto de Inverness. A Morning no le gusta la altanería y sabiondez del zorrete cultivado. Esto promete, pues la gallina roya no veas como las gasta, y Bartleby está haciendo méritos.
Consejo de aves en el corral principal. Paul Bartleby prepara la lengua viperina. Se masca la tragedia. Dew protesta sobre la textura del pienso y el ladino le espeta que coma menos que se le están poniendo patas de gallo. Morning Dew se quiere morir. No sabe que contestar, ni reír, ni llorar, ni picotear, ni siquiera cacarear. Se ha quedado patidifusa. Las demás bajan la cabeza sin chistar. En el fondo son todas unas gallinas. La media sonrisa condescendiente y vacilona de Bartleby se graba en las dilatadas pupilas de la pobre Morning Dew. ¡Humillada por el guapo Paul Bartleby, con lo simpático que le había parecido con ese tupé de pelo de zorro! Ya te has caído, majo, a Morning no se le chotea nadie, y menos una mofeta pelirroja y quedona. Ay, raposón, qué enemiga te acabas de ganar.
Los siguientes días son críticos. El zorro mete horas con Dew pero ella lo ignora con indiferencia. No lo sabe, pero Paul el artero se está prendando de la gallinita alternativa. Y cuanto más odia Morning a Bartleby, más se enamora el zorrillo de la gallinita con carácter.
Han pasado varios meses y la situación se ha agudizado. Paul Bartleby sólo vive para besar el suelo que pisa Morning Dew, y ésta, dolida, sigue despreciando al otrora prepotente raposo. Ya no sabe qué hacer, pobre Paul. Le ha regalado sacos de grano, huevos Kinder con pollito como sorpresa, CDs de rock alternativo, entradas para el establo, plumas de pavo real y mazorcas de maíz, pero Dew no ha vuelto a sonreír al astuto cazador.
Mientras el ladino ya no es lo que era. Lleva seis meses a hierba y matojos. Está muy desmejorado. Sólo piensa en ganarse a la pelirroja, y ya no sabe si quiere comerse su corazón o sólo sentirlo latir en su regazo. Es torpe y descuidado. Ha perdido mucho pelaje de los disgustos que le propina Morning, y de su tupé sólo quedan cuatro pelos ralos y peleados. Las gallináceas ya no suspiran por él, es una sombra de sí mismo. Hasta las mofetas le vuelven la cara.
Con todo, su carácter se ha dulcificado. Su altivez es ahora humildad y ganas de agradar. Morning le ha sonreído hoy después de siete meses. Ha sido una sonrisa leve, contenida, pero a Bartleby le ha sabido a dulce ambrosía.
Han pasado más días, y Dew ha perdonado a Bartleby. Lo ha visto doblarse a su indiferencia y ha decidido perdonarle la vida. En el fondo este zorrillo no es malo, sólo estaba sobrevalorado. Parece haber aprendido a ser humilde, quizá demasiado, besando el suelo allá donde pisa Morning Dew.
Ha pasado un año desde que el raposete vacilara a la gallinácea moderna y desenfadada, y hoy Morning Dew ha puesto un huevo precioso, brillante y recubierto de pelaje rojo. Bartleby está dichoso. Su voracidad se hizo amor y Dew se enamoró de su enorme corazón vulpino y de sus orejas de peineta. Lo que pasó después no se puede contar en horario infantil. El retoño del zorro y la gallina resultó ser un poco “alternativo”, con esas patas con tres dedos y plumas rojas entre el pelaje zorril, pero no por ello dejó de ser querido y admirado por sus orgullosos papás. ¿Qué cómo se llamó el gallizorro? Sus progenitores no tuvieron duda alguna en tan crítica cuestión: Lo llamaron Israel.

domingo, 10 de mayo de 2009

2028

Carmelo llegó sangrando abundantemente, con el labio inferior asimétricamente fragmentado en dos por el chorreo incesante de rojo coagulante. Sandra lo vio llegar y dio un grito de susto.

- ¿Pero qué te ha pasado, Melo? Estás hecho un asco.
- Lo siento, cariño. Hoy he tenido mal día en el instituto.
- ¿Y eso?
- Nada, los de cuarto, que me han dado varias patadas. Uno me ha partido el labio.
- No puede ser, cielo, algo habrás hecho.
- Sí, Sandra. Resulta que no expliqué bien la generación del 98. En los apuntes que les di faltaba una obra de Blasco Ibáñez.
- Claro. Con razón te han pegado. Es que pareces tonto.
- Lo siento, cielo.
- Espera que se entere tu hijo. Te va a caer una buena.
- Lo sé. Ojalá no me golpee con el cinturón esta vez…
- Eres el profesor más tonto que he visto. ¿Por qué me habré casado contigo?
- No me grites más, Sandra, por favor. Tú no. Tú también eres un adulto.
- Anda calla, ya iré mañana al instituto y diré que fue culpa mía, que te saqué los apuntes de internet.
- No, Sandra, volverán a pegarte por mi culpa. Y ya abortaste una vez a causa de la paliza de los de segundo de bachillerato.
- ¿Y? Si no les explicas bien cómo hacer un comentario de texto es justo que saquen la mano. Si fui yo no fue por amor, sino porque aguanto mejor el dolor físico que tú. A ver si aprendes de una vez.

Carmelo Quinteros besó con amargura el algodón borracho de alcohol, y sus mágicos efluvios le llevaron a un tiempo en el que los profesores enseñaban y los alumnos callaban, los adultos gritaban y los niños pedían perdón, y la culpa, con docente vocacional o mercenario, siempre era del estudiante.


martes, 5 de mayo de 2009

La vida es un inexorable camino hacia la marujez

Oh, Dioses insondables, oh, malhallados destinos, agoreras casualidades. Y yo que me creía único, raro o al menos un puntito especial. Pues resulta que no. Toda la rebeldía que me impregnaba de adolescente de un cierto sabor a diferente y original ha muerto presa de la rutina más cotidiana. Y eso que a veces veo a los abuelos dirigiendo las máquinas demolerruinas con su batuta imaginaria y me digo: “Yo nunca haré eso”. Ni llevaré los jerséis durante veinte años y los pantalones por encima del ombligo sacando tripa para que no se caigan. Pero no. No soy especial. Hace tiempo que lo descubrí, pero sólo ahora me doy cuenta de que mi destino es hacer el gavilán a la sombra o arreglar el mundo desde mi banco del parque, amén de otras heroicidades como rememorar cómo me libré de la mili o por qué saqué el carnet de conducir a la primera, a ser posible dando la brasa a los jovenzuelos cuyo mundo empieza en el Tuenti y acaba en Física o química.
A tan livianas conclusiones no se llega en dos días. De hecho a mí me ha costado dos lustros, cuando empecé a renegar de la biblia del mochuelo: alcohol, tabaco y mujeres. Marginé al primero a las cervezas del sofá, erradiqué al segundo echando humo y singularicé el tercero mediante sendos contratos vitalicios de hipoteca y boda. Con todo, seguí pensando que no le cogería el tranquillo a la plancha ni el gusto a los viajes organizados. Ah, amigo, que inocente te levantaste este siglo. ¿Acaso pensabas que te librarías de usar el carro de la compra en lugar de tus otrora fuertes manos recogebolsas mercadoniles? ¿Y el monovolumen, los zapatos y la tripa de serie que regalan al comprar piso? Pero si hasta me gusta (no siempre) la música clásica y pegarle fuego a la cámara digital.
Todavía estoy a tiempo, me digo. Aún no llevo calcetines blancos con chanclas ni se me ha puesto la tez rojo tomate. Pero no negaré que veo un botellón y pienso “qué manera de perder el tiempo, pasar frío y joderse el hígado”. Y pensar que abanderé –como todos- el consumo burro de litronas y las fantasmadas de absenta a palo seco, que me fumaba los cigarillos de dos en dos (literalmente en estado de embriaguez), y silbaba o vacilaba más y mejor que nadie a las chavalas bonitas… Y ahí me tenéis, prefiriendo un paseo a media tarde que un cubata a media noche, y un cine a un garito bakaladero.
Ya sé lo que me espera. Y quiero luchar contra ello, pero sé que acabaré gritando las imposibles jugadas de guiñote a mi torpe compañero de partida, meando por las esquinas porque la próstata me durará seis minutos y dando codazos a las demás marujas para hacerme con otro trozo de roscón de San Valero gratis en la Plaza del Pilar.