Lo siento, ya sé que he estropeado la serie para siempre. Espero que Francis Lorenzo esté revisionando su época dorada de Médico de familia y no leyendo mi blog. Da lo mismo, seguro que ya se lo ha cascado Catalina entre toma y toma o que se ha ido a pasar la ITV aprovechando el primer corte publicitario del episodio. Así es: recuerda, estimado lector, si en los anuncios de Águila Roja no te dice “volvemos en 60 segundos”, significa que van a estar 18 minutos pasando anuncios a discreción.
La serie es una clásica historia de capa y espada, y debo admitir que me gusta. El rapaz colorao bebe de los grandes modelos del género: Robin de Locksley, el Caballero Luna, el Zorro, la Pimpinela Escarlata, Patomas, Batman y El Vengador Carmesí entre otros. En cierto modo es un homenaje a esos arquetipos del pasado y al romanticismo que supuraban en sus convicciones de poder solucionar los grandes dilemas terrenales poniéndose el antifaz y blandiendo la espada.
El bueno es muy bueno, humilde, sacrificado y ejemplar. Hasta aquí todo bien. Sátur es un gran híbrido entre Sancho Panza y Lázaro de Tormes. Si bien Javier Gutiérrez parecía demasiado encasillado en su papel de Los Serrano, pronto matizó y dibujó su personaje dándole su toque de forma muy acertada. El resto de personajes también resultan más o menos creíbles. El malvado comisario Hernán es muy malo, pero también sufre por un amor pérfido. La marquesa tiene debilidad por la enseñanza pública y por el funcionariado. Catalina está a caballo entre la plebe y los nobles. Margarita e Inés están muy buenas. El único personaje flojo, a mi parecer, es Alonso. Es verdad que el chico tiene un genio como cualquier chaval de segundo de ESO en la actualidad, y en ese sentido no debe sonar extraño a ningún púber que vea la serie, pero sus maneras resultan inaceptables en pleno siglo XVII. Además, el pobre cabalga entre la angustia vital y el estrés juvenil. Es rebelde, un poco chulo y bastante agonías.
Creo que en conjunto es una buena producción, y tiene grandes virtudes. La acción se dosifica con acierto y no cansa, pese a que el vengador justiciero sea un ninja y no un zorro. Sin embargo, hay varias inconsistencias que le restan credibilidad. Me parece de chiste que nadie que vea a Gonzalo Montalvo y al aguilucho un par de veces no les saque un parecido razonable. Y más cuando han sangrado a la vez, nunca comparten escena, y el rapaz no para de preguntar quién mató a la mujer del maestro. ¡Como si en la serie no hubiera palmado nadie más! Pero lo que ya es reírse del espectador es que el criado Saturno se disfrace de porcino rojo con ese pseudo-casco de piel que le deja la jeta al rostro y nadie lo reconozca.
Pero si estos detalles minan la verosimilitud de la producción, la faceta humana de Águila Roja le causa un daño irreparable. ¿Que no puedo llegar a mi hijo? No pasa nada, me disfrazo de Batman y hablo con él. Total, si es un saltito hasta el tejadillo. Casi puedo imaginarlo: “Alonso, que te voy a decir para qué sirve un condón de tripa de cerdo” “Papá no seas carca que no estamos en clase” “Alonso, que soy Águila, que te voy a explicar algo acerca del amor” “Ah, vale, Águila, que tu has cazado muchas presas, no como mi padre que es un plasta.” Que Gonzalo no se atreve con Margarita, no problem. Águila Roja le saca los colores a la cuñadísima sin desenvainar la espada.
Y luego está el pluriempleo. El pobre es padre –negao- y maestro vocacional –olé tus huevos- de día, y sombra desfaceentuertos de noche. ¿Pero es que este hombre no descansa? ¿Y el traje, es de velcro o qué, que se lo pone en un pis-pas? ¿Y cómo hace lo de la pluma? ¿O es que es gay? Que todo podría ser, porque durante trece capítulos no se ha permitido más que un miserable beso. Igual era cura como Agustín, que supongo que es agustino (no es un chiste).
Sé como ayudar a Gonzalo. El malo es Hernán Mejías. Vas, lo matas, te echas un revolcón con la Marquesa para conseguir fondos y te vas con Margarita a otra parte, a justificar tu culpabilidad con un poco de huelgue, que te lo has ganao, pájaro. Y a Alonso se lo dejas a Sátur, que han conectado. Además, el mozo es amigo de Gabi, presunto hijo del pícaro. Todos contentos. Ah, y que Nuño se quede con la niña. No nos engañemos. La pela es la pela.
El bueno es muy bueno, humilde, sacrificado y ejemplar. Hasta aquí todo bien. Sátur es un gran híbrido entre Sancho Panza y Lázaro de Tormes. Si bien Javier Gutiérrez parecía demasiado encasillado en su papel de Los Serrano, pronto matizó y dibujó su personaje dándole su toque de forma muy acertada. El resto de personajes también resultan más o menos creíbles. El malvado comisario Hernán es muy malo, pero también sufre por un amor pérfido. La marquesa tiene debilidad por la enseñanza pública y por el funcionariado. Catalina está a caballo entre la plebe y los nobles. Margarita e Inés están muy buenas. El único personaje flojo, a mi parecer, es Alonso. Es verdad que el chico tiene un genio como cualquier chaval de segundo de ESO en la actualidad, y en ese sentido no debe sonar extraño a ningún púber que vea la serie, pero sus maneras resultan inaceptables en pleno siglo XVII. Además, el pobre cabalga entre la angustia vital y el estrés juvenil. Es rebelde, un poco chulo y bastante agonías.
Creo que en conjunto es una buena producción, y tiene grandes virtudes. La acción se dosifica con acierto y no cansa, pese a que el vengador justiciero sea un ninja y no un zorro. Sin embargo, hay varias inconsistencias que le restan credibilidad. Me parece de chiste que nadie que vea a Gonzalo Montalvo y al aguilucho un par de veces no les saque un parecido razonable. Y más cuando han sangrado a la vez, nunca comparten escena, y el rapaz no para de preguntar quién mató a la mujer del maestro. ¡Como si en la serie no hubiera palmado nadie más! Pero lo que ya es reírse del espectador es que el criado Saturno se disfrace de porcino rojo con ese pseudo-casco de piel que le deja la jeta al rostro y nadie lo reconozca.
Pero si estos detalles minan la verosimilitud de la producción, la faceta humana de Águila Roja le causa un daño irreparable. ¿Que no puedo llegar a mi hijo? No pasa nada, me disfrazo de Batman y hablo con él. Total, si es un saltito hasta el tejadillo. Casi puedo imaginarlo: “Alonso, que te voy a decir para qué sirve un condón de tripa de cerdo” “Papá no seas carca que no estamos en clase” “Alonso, que soy Águila, que te voy a explicar algo acerca del amor” “Ah, vale, Águila, que tu has cazado muchas presas, no como mi padre que es un plasta.” Que Gonzalo no se atreve con Margarita, no problem. Águila Roja le saca los colores a la cuñadísima sin desenvainar la espada.
Y luego está el pluriempleo. El pobre es padre –negao- y maestro vocacional –olé tus huevos- de día, y sombra desfaceentuertos de noche. ¿Pero es que este hombre no descansa? ¿Y el traje, es de velcro o qué, que se lo pone en un pis-pas? ¿Y cómo hace lo de la pluma? ¿O es que es gay? Que todo podría ser, porque durante trece capítulos no se ha permitido más que un miserable beso. Igual era cura como Agustín, que supongo que es agustino (no es un chiste).
Sé como ayudar a Gonzalo. El malo es Hernán Mejías. Vas, lo matas, te echas un revolcón con la Marquesa para conseguir fondos y te vas con Margarita a otra parte, a justificar tu culpabilidad con un poco de huelgue, que te lo has ganao, pájaro. Y a Alonso se lo dejas a Sátur, que han conectado. Además, el mozo es amigo de Gabi, presunto hijo del pícaro. Todos contentos. Ah, y que Nuño se quede con la niña. No nos engañemos. La pela es la pela.
Pues a mi me gusta mucho esta serie aunque tiene demasiadas inconsistencias. Aunque ya explicaron que era simplemente de aventuras sin ningún tipo de rigor histórico ni nada. Ah¡ Y otra cosa ¿Pero a cuántos niños se han cargado ya en la serie? Salen a uno (o más) fiambres por capítulo...
ResponderEliminarUn poco sádico si que es el aguila roja en el último episodio, pero bueno...
ResponderEliminarA uno le clava un puñal en el ojo.
A mí me parece una buena serie de aventuras, sin más.
ResponderEliminarComo todo lo que hace Televisión Española, para mi gusto es demasiado blanco, absolutamente maníqueo y plano, y las ambientaciones y decorados son tan limpios y depurados que pierden credibilidad (nuestro siglo de oro eran pura excrecencia; ya lo recitaba Góngora, rencoroso y alejado de la corte: "Valladolid, de lágrimas sois valle/ más no me preguntéis por quien las llora", decía refiriéndose a las cloacas ciegas pucelanas).
Por cierto, sigo esperando ansioso que remate usted cuando desee su crítica de Triángulo Escaleno, con la correspondiente apostilla al Señor Ernesto Sierra
Oído cocina, Jorge, pero me temo que hordas ingentes de exámenes reclaman mi atención hasta el punto de haber postpuesto la lectura y crítica de TE III hasta que haya suspendido a un buen puñao de adolescentes vagos.
ResponderEliminarPrometo acabar lo que empecé.
Un saludo
Es agradable encontrar series de espadachines como ésta, disfrute de los aficionados al tebeo clásico en pleno siglo XXI, pero¡ joder!No costaría mucho revisar las incoherencias que señalas y tenerlas en cuenta en una hipotética segunda temporad de la serie.
ResponderEliminarNo conozco la serie. Desde su inicio, algo (quizá los propios anacronismos de los que hace gala) me hizo reticente a verla. Así que, tras esta confesión, no sé me ocurre que más comentarte.
ResponderEliminarUn saludo.
El Perdiguero Verde es mas entretenido y sus hijas son mas guapas.
ResponderEliminarhola me encanta esta serie y tambien el protagonista Gonzalo pero arriesga mucho su vida me encanta y satur es muy gracioso os votaria con un sobresaliente.
ResponderEliminarPues a mi me pone mucho el malo...tiene un morbo que pa qué.
ResponderEliminarYa hecho de menos la serie¡¡
ResponderEliminarMejor le quitamos la hache al echo del comentari oanterior.
ResponderEliminarEs cierto que la serie es sólo para entretener. Si nos ponemos puristas nos llevaremos una decepción.
ResponderEliminarRespecto al Perdiguero Verde, es menos heroico, pero sus hijas están riquísimas. La pequeña porque es muy guapa y se los lleva de calle: ingenieros, ciclistas, naturistas, universitarios, etc... La mayor porque es mi mujer y la paciencia le dulcifica el rostro.
Un saludo