- Dime, cielo.
- Verás, es que tengo que decirte algo…
- ¿Y qué es?
- Me cuesta un poco empezar…
- ¡Dilo ya, cojones, que no me como a nadie!
- Es que… snif, snif
- Que no me llores, coño. A ver qué te pasa. ¡Suri!
- Mira, Alberto, es que yo no puedo seguir así.
- ¿Así como?
- Viviendo los tres juntos.
- Pero, ¿qué pasa?
- Pues que la convivencia con tu hermano es…
- ¡Qué pasa, que da problemas o qué?
- Si es muy buen chico y apenas hace trastorno, pero es que me siento un poco falta de intimidad.
- Pero, hombre, en algún sitio tendrá que dormir…
- Con sus padres, por ejemplo.
- ¡Pero Suri, cómo va a dormir con ellos si se ha ido de casa!
- Pues que vuelva.
- ¡Surikoyama Fikeshuku! ¡Cómo va a volver si está mosqueado con ellos!
- Sólo dices mi nombre completo cuando estás enfadado.
- No estoy enfadado, estoy decepcionado.
- No sé, Alberto, igual puede también irse a casa de su otro hermano, o dormir en el almacén que tiene cama y baño. También puede hacer las paces con tus padres y volver a casa. Es que es muy cómodo irse de casa cuando vas a la casa de otro.
- Pero que es mi hermano.
- Ya, pero también puede acudir a otros, ¿no? ¿O es que sólo puede vivir aquí?
- Ya te he dicho que no aguanta a los perros de Rubén y que el barrio de sus padrinos no le cae a mano.
- ¡A mano! Pues que vaya a un hotel.
- Pero si aquí no molesta.
- No te molestará a ti, pero a mi me causa un trastorno grave, sobre todo porque sé que no tiene mucha intención de ir a otro sitio.
- Joder, me estoy quedando flipao con lo que me estás diciendo. ¿De verdad crees que tiene que irse?
- Hombre, Alberto, tú sabrás, pero ahora no tenemos intimidad ni nada. Siempre tengo que estar pendiente y ya no puedo invitar a gente a casa, porque nunca sé cuando va a estar. Si por lo menos avisara…
- Me has decepcionado, Suri.
- Que te he decepcionado…
- No me esperaba esto de ti, estoy muy dolido.
- Que tampoco se hunde el mundo. Ya se lo digo yo si a ti te da reparo.
- No sabía que fueras así en realidad. Con lo que yo he hecho por ti…
- Oye, que tampoco estoy diciendo que no vuelva más, sólo que venga a turnos si no quiere volver a su casa.
- Suri, me siento muy herido por tus palabras. Creo que ya nada volverá a ser lo mismo entre nosotros. Me has fallado.
- Vaya por Dios. Pues ya lo siento, oye.
- Estoy muy unido a mi hermano. No te creía capaz de decirme esto en serio. Ahora me vas a crear un cisma con él. Considero que no te has portado bien, con todo lo que yo he hecho por ti.
- Ya es la segunda vez que dices eso. También yo he hecho cosas por ti y no voy por ahí sacando pecho.
- Ya estamos. Como tu ganas más dinero que yo tienes que dejar bien claro quién paga la hipoteca y el coche. Qué bajuno.
- ¿Pero he hablado yo de dinero? Yo sólo digo que la vida en pareja conlleva ciertos sacrificios por las dos partes y que yo también he tenido que hacer esfuerzos igual que los has hecho tú.
- Ah, vale. O sea que vivir conmigo es una vida de sacrificios. Qué poco me decías eso cuando estabas sola en Madrid y no tenías ni puta idea de dónde dormir, cómo hacerte entender o cuándo bajarte en la parada del metro. Y allí estaba yo para ayudarte cuando nadie lo hizo. Y ahora me dices esto.
- Pero si no te estoy diciendo nada, Alberto, estás sacando las cosas de quicio.
- ¡Que no me estás diciendo nada! Primero echas a Armando de nuestra casa y luego dices que vivir conmigo es un sacrificio, y que eres tú quién trabaja y quién paga el piso. ¡Qué retorcido, Surikoyama! Ya sabía yo que nadie da nada gratis, aunque nunca me lo hubiera esperado de ti.
- Alberto, coño, que no te he dicho más que que tu hermano debería buscarse otras alternativas.
- No es cierto. Le has rechazado sin ningún miramiento, y no has dejado de recordarme que como eres tú la que trabajas, eres tú la que mandas. Pues esto no funciona así, Suri. Una pareja se basa en la confianza y la generosidad, pero me parece que me he equivocado contigo. Mis amigos tenían razón.
- Tus amigos nunca me han soportado porque trabajo de ingeniera en una multinacional y cobro dos mil quinientos euros netos. Sólo ven la nómina. No ven los siete años de licenciatura y master, ni el tener que venirme a España porque en Japón el mercado está saturado. Tampoco ven que trabajo catorce horas diarias mientras ellos se pasan siete y media en el almacén moviendo las palas del toro y tocándose los huevos lo más posible. Eso en Japón se llama puta envidia.
- Ya estamos. Todo el mundo le tiene envidia a Suri. Pobre Suri, nadie la comprende. Pobre japonesita desamparada que nadie la entiende.
- Como vuelvas a hacer un sarcasmo me cojo la puerta y me voy.
- Oh, ya se ha ofendido. Malo, malo Alberto, que estás atacando a la pobre ingenierita que ha venido de fuera.
- Mira, Alberto, esto no está pasando. Vamos a olvidarnos de esta conversación y mañana volvemos a buscar una solución para lo de Armando.
- Pues ahora no me parece bien, mira. Tú has empezado el tema y hay que acabarlo. Si quieres que Armando se vaya, pues se lo dices y ya está, pero que sepas que yo voy a dejar bien claro que es tu opinión y no la mía. Y eso sí, no vuelvas a hablarme en tu vida.
- Pero Alberto…
- No, no, no, ahora ya no quiero hablar. Me has decepcionado, Suri.
- No me digas eso.
- ¡Que no te diga eso! ¿Sabes la de cosas que no te he dicho nunca por no hacerte daño? ¿Sabes lo que he tenido que aguantar?
- A ver, qué.
- Pues mira, lo primero, nunca me ha parecido bien que llames a tus padres los jueves, que es el único día que vienes antes de las diez.
- Sabes que por el cambio horario es el momento menos intempestivo, y aún así tienen que levantarse a las seis de la mañana para coger el teléfono.
- Claro, y así soy yo el que se tiene que joder. Yo siempre soy lo último. Y además te pegas todo el día en la oficina trabajando, que parece que yo tenga la peste china.
- Como comprenderás no voy a trabajar cuando yo quiera, sino cuando haga falta.
- Sí, sí, sí, por supuesto, Suri, sólo cuando hace falta. Creo que no me quieres. Me tienes cariño, pero nada más.
- Eso no es cierto, amor.
- Sí que lo es. Cuando te conviene te pones triste y ya está. No se te puede decir nada. Eso es chantaje emocional. Manipulas mis sentimientos. “O me quieres o me deprimo”.
- Pero eso no es justo, Alberto. Yo nunca te he manipulado.
- Sí que lo haces. Continuamente. No lo dices, pero lo haces. Además has hecho muchas cosas que me han dolido pero que nunca te he dicho, pero ahora que estamos en plan sincero pues te las voy a decir.
- Hala pues.
- Pues por ejemplo nunca me ha gustado que tu hermana tenga llaves de nuestro piso.
- Eso es ridículo, Alberto. El piso está a mi nombre y al suyo, entre otras cosas, porque las dos pagamos la hipoteca. Y jamás se ha presentado sin llamar con dos o tres semanas de antelación.
- Sí, pero mira, como el piso es suyo ya puede venir si quiere y no se le puede decir que no. El que yo viva aquí no importa.
- Pues hombre, Alberto, si te hubieras dignado al menos a pagar la luz y el agua, así como detalle.
- ¿Qué? O sea que sí es por dinero. Qué sucio, Suri. Si sabes que no encuentro curro.
- Bueno es que a lo mejor no hace falta que trabajes de director financiero, por mucho que lo hicieras en la empresa de tu padre antes de quebrar. Hay otros trabajos en el mundo. Y sigues cobrando paro.
- ¿Me estás diciendo que yo llevé a la empresa a la quiebra?
- No, cielo.
- ¿Qué has dicho, japonesa?
- He dicho que no, Alberto.
- Ahora no me llores, joder, que te voy a dar un hostión al final.
- Da igual, Alberto. Le diré a mi hermana que no venga más.
- Eso ya está mejor.
- De todas formas había venido dos veces en cuatro años, tampoco era tanto.
- Para ti. Pero bien que a mi hermano hay que largarlo porque a la emperadora de Japón le molesta en su gran palacio.
- Se dice emperatriz.
- ¿Qué?
- Es emperatriz. Emperadora no existe.
- Japonesa de mierda. Puta ingeniera elitista.
- Pero si yo no…
- Que te calles. Ya no quiero hablar más de esto. Armando se quedará porque me sale a mí de los santos huevos.
- Como tú digas, cielo.
- Y no llores, coño, que pareces una loca.
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(Qué equivocada estaba. Y pensar que le dije a papá que me venía a Europa porque Japón era una cultura muy machista. Pero ahora no puedo volver. Tengo que seguir sufriendo. Además, creo que le quiero de veras. Ojalá fuera como antes. Era tan dulce).
(Puta asiática trepa. En cuanto consiga curro le doy carpetazo a esta zorra. Te vas a enterar. Tenemos todo a gananciales. La mitad del piso, el BMW, el chalet, todo es mío. Si te aguanto es por no quedarme con el culo al aire. Pero cuando me contesten de Mego Consulting me largo con Marta, que lleva mucho esperándome. Y este piso será para Armando, así no tendrá que tragar como yo he tragado).
Lo que yo veo en el texto para cada párrafo
ResponderEliminar(lo del if !supportLists y endif", ¿sólo lo veo yo o es un fallo del sistema?
Sale siempre que uso guiones, pero sólo en el explorer. Como suelo abrirlo con Mozilla nunca me doy cuenta.
ResponderEliminarA ver si tiene solución...
¡Joder! Con Albertito... ¡Menudo capullo!
ResponderEliminarEstoy de pasta de boniato. Que hijodep**ta, @#$$@ rayos y centellas!! (Yo es que me meto mucho en los relatos) Que bien escribes tio! todo sale de esa cabecita? Un besooooooooooooooote pa' los dos!!
ResponderEliminarSolventados los problemas de código, tu capacidad creativa, magnífica.
ResponderEliminarClaro que sí, Kela. Tengo experiencia en "Mosaico". Remember?
ResponderEliminarGracias, Pierre, por tus palabras. Viniendo de ti valen doble.
muy bonito.
ResponderEliminarAún rescataré algún número que tengo por ahi guardado, claro que me acuerdo... Yo he dejado ya aquellos entuertos de la época "Mosaico"
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