En un prodigio de imaginación y fusión los autores reinventan la mitología nórdica y griega para crear un universo de superhombres. La mezclan y la enfrentan para delirio de fans y otros frikis (me incluyo).
El anime tiene un punto gore, con sangre goteante y saña, mutilaciones, pérdida de decoro y filosofía barata. No es de extrañar que en mi juventud abandonara el visionado de semejante perla preso del aburrimiento y del cansancio de nunca verla acabar.
Recuperarla ahora, casi veinte años después, aparte de amenizar mis desayunos, supone reparar en mundanos aspectos de nuestros protagonistas que antes nunca percibí. Y es que, tras cien capítulos, ya no me queda ninguna duda. Hyoga es tan gay como Shun y además están claramente enamorados, pese a los baldíos esfuerzos de Juno de conseguir apelar al lado heterosexual del caballero de Andrómeda. Basta con ver cómo la pelo verde abraza al Cisne en un desesperado intento de calentar su frígido cuerpo y devolverle a la vida tras su encierro en cristal helado. Y Hyoga es mucho más moñas de lo que aparenta. ¿Qué se puede esperar de un tío que lleva una diadema con un patito de goma en la frente y que su ataque standard es “polvo de diamantes” después de una danza ochentera digna de los Bee Gees?
Mi preferido es Shiryu, el dragón. Tiene ese toque exótico y misterioso de los orientales, la sabiduría de Confuncio y la gratitud excesiva de los pueblos honorables. Es pausado, reflexivo y buena persona, aunque a veces se pasa un pelín. Eso de saltarse los ojos para salvar a sus amigos de un enemigo superior (Algol de Perseo) que petrifica a todo quisque con el escudo de la medusa demuestra que mucha vista no tiene. Y tan pánfilo resulta el Dragón que se pasa toda la vida agradeciendo a Shunrei su gran amistad sin vislumbrar el torbellino de hormonas de la pobre china, que muere por los huesos del caballero. Hay que admitir que Shiryu tiene un pelo precioso, pero es que no se concede ni un solo “descanso del guerrero”. Y Shunrei necesita un poco de caña, que se pega toda la serie curando a Shiryu, rezando a la luna o llorando frente a la cascada de Rozan.
Seiya es el prota. Aparentemente es el menos dotado. No tiene el mejor ataque, ni la armadura más sólida, ni el mejor maestro, ni es el más listo (más bien es un poco limitado). Sin embargo, su empuje y fortaleza mental le hacen líder de los caballeros de bronce. Suelen derrotarlo unas cuatro o seis veces por combate, pero siempre se levanta y acaba venciendo, por hastío o aburrimiento, o por ser la hora del almuerzo. Pese a lo vulgar que resulta, sus sentimientos son muy nobles y a veces se pone sarcástico. Lo más extraño es que tiene un montón de chorbas loquitas por sus ojos marrones. Shaori es una diosa, y aunque un poco pavisosa, nobleza obliga. Su interés mutuo está fuera de toda duda, pero el deber está antes que el placer. Además, la nietísima se pega casi toda la serie secuestrada, con flechas mortales en el seno (de su corazón), encadenada a un pilar que se inunda o rezando al cielo para que el cambio climático (aquí llamado Odín) no derrita los polos. Si Seiya se muestra menos ambicioso podría echar unos polvazos de muerte con Shaina, mujer guerrero, aparentemente mala, con armadura de plata y muy, muy pillada por el caballo alado al que le gustaría montar. Desde luego Seiya no se aburriría con esta jaca. Luego está Marín, supuestamente su hermana, lo que rehuye toda atracción o la conmina al incesto. Pero es que ahora dicen que no eran hermanos. ¿Tú sabes la de posibilidades que abre esa revelación? ¿Cuántos niños no han deseado liarse con la maestra guapa? El sueño de Seiya hecho polvo. Finalmente, si nos olvidamos de una ligera atracción por la reina de la isla diablólica Geist, ya sólo queda Miho. Ciudadana de a pie, sencilla, pacifista, maestra de escuela y el amor natural de Pegaso. El problema es que siempre está rodeada de niños pequeños y eso agobia un poco. Además, ya parece poca cosa para Seiya, todo un caballero de bronce, santo para más señas, y en la agenda de una diosa que mantiene el mundo en paz (aunque ella no acaba de dejar en paz a Pegasito).
Ikki es un maca. Más o menos lo que todos queremos ser. Un chulo porque puede. El Risto Mejide de la serie. Cabrón y frío hasta más no poder, representa el poder infernal del lado de los buenos, algo así como si Drácula o el Motorista fantasma estuvieran en tu equipo. El caballero del Fénix es especial en muchas cosas. Es muy cinematográfico, entra siempre en escena en el último momento y a menudo salvando culos de bronce. Sus entradas parecen un homenaje a Sergio Leone y al espaghetti western. Sólo le falta escupir al suelo en plan Clint Eastwood. Además su armadura renace de sus cenizas, lo cual es muy chic. El preferido de las nenas malas.
Además de sus inolvidables santos y sus circunstancias amatorias, la serie es impagable por las técnicas de ataque adquiridas tras varios años de entrenamiento y sonrojo. Admitamoslo, “a mí la cobra”, “cadena nebular”, “soy el señor del frío”, “que la fuerza del pez torpedo sea conmigo (%&%$•”•**?)”, “que se abra otra dimensión”, “trueno del alba” o “el vuelo del fénix” no parecen tan contundentes como un buen “hijoputa”, “mecagoentusmuertos, Pegaso” o “ahí te pudras, malandrín”.
Tampoco tienen desperdicio las estrategias de combate de los caballeros de bronce. Primero palos, palos y más palos; “no vales para nada; tu fuerza cósmica es mil veces menor que la mía; tus ataques no tienen el más mínimo efecto sobre mí”; Después de levantarse cuarenta veces y el malo asombrarse otras tantas veces, el bueno empieza a inclinar el lance, y acaba venciendo con suma facilidad. Y el espectador piensa: ¿”Y este Mameluco, caballero del Camello Jorobado era tan intocable”? Y una última cuestión: ¿Por qué los maestros buenos, caballeros de oro, plata y tal, y poderosos como ellos solos nunca combaten? ¿Tendrán contrato en vigor con la Disney? ¿Los habrá fichado Florentino? Porque todo es ponerse a hablar… y se llega a un acuerdo.
El anime tiene un punto gore, con sangre goteante y saña, mutilaciones, pérdida de decoro y filosofía barata. No es de extrañar que en mi juventud abandonara el visionado de semejante perla preso del aburrimiento y del cansancio de nunca verla acabar.
Recuperarla ahora, casi veinte años después, aparte de amenizar mis desayunos, supone reparar en mundanos aspectos de nuestros protagonistas que antes nunca percibí. Y es que, tras cien capítulos, ya no me queda ninguna duda. Hyoga es tan gay como Shun y además están claramente enamorados, pese a los baldíos esfuerzos de Juno de conseguir apelar al lado heterosexual del caballero de Andrómeda. Basta con ver cómo la pelo verde abraza al Cisne en un desesperado intento de calentar su frígido cuerpo y devolverle a la vida tras su encierro en cristal helado. Y Hyoga es mucho más moñas de lo que aparenta. ¿Qué se puede esperar de un tío que lleva una diadema con un patito de goma en la frente y que su ataque standard es “polvo de diamantes” después de una danza ochentera digna de los Bee Gees?
Mi preferido es Shiryu, el dragón. Tiene ese toque exótico y misterioso de los orientales, la sabiduría de Confuncio y la gratitud excesiva de los pueblos honorables. Es pausado, reflexivo y buena persona, aunque a veces se pasa un pelín. Eso de saltarse los ojos para salvar a sus amigos de un enemigo superior (Algol de Perseo) que petrifica a todo quisque con el escudo de la medusa demuestra que mucha vista no tiene. Y tan pánfilo resulta el Dragón que se pasa toda la vida agradeciendo a Shunrei su gran amistad sin vislumbrar el torbellino de hormonas de la pobre china, que muere por los huesos del caballero. Hay que admitir que Shiryu tiene un pelo precioso, pero es que no se concede ni un solo “descanso del guerrero”. Y Shunrei necesita un poco de caña, que se pega toda la serie curando a Shiryu, rezando a la luna o llorando frente a la cascada de Rozan.
Seiya es el prota. Aparentemente es el menos dotado. No tiene el mejor ataque, ni la armadura más sólida, ni el mejor maestro, ni es el más listo (más bien es un poco limitado). Sin embargo, su empuje y fortaleza mental le hacen líder de los caballeros de bronce. Suelen derrotarlo unas cuatro o seis veces por combate, pero siempre se levanta y acaba venciendo, por hastío o aburrimiento, o por ser la hora del almuerzo. Pese a lo vulgar que resulta, sus sentimientos son muy nobles y a veces se pone sarcástico. Lo más extraño es que tiene un montón de chorbas loquitas por sus ojos marrones. Shaori es una diosa, y aunque un poco pavisosa, nobleza obliga. Su interés mutuo está fuera de toda duda, pero el deber está antes que el placer. Además, la nietísima se pega casi toda la serie secuestrada, con flechas mortales en el seno (de su corazón), encadenada a un pilar que se inunda o rezando al cielo para que el cambio climático (aquí llamado Odín) no derrita los polos. Si Seiya se muestra menos ambicioso podría echar unos polvazos de muerte con Shaina, mujer guerrero, aparentemente mala, con armadura de plata y muy, muy pillada por el caballo alado al que le gustaría montar. Desde luego Seiya no se aburriría con esta jaca. Luego está Marín, supuestamente su hermana, lo que rehuye toda atracción o la conmina al incesto. Pero es que ahora dicen que no eran hermanos. ¿Tú sabes la de posibilidades que abre esa revelación? ¿Cuántos niños no han deseado liarse con la maestra guapa? El sueño de Seiya hecho polvo. Finalmente, si nos olvidamos de una ligera atracción por la reina de la isla diablólica Geist, ya sólo queda Miho. Ciudadana de a pie, sencilla, pacifista, maestra de escuela y el amor natural de Pegaso. El problema es que siempre está rodeada de niños pequeños y eso agobia un poco. Además, ya parece poca cosa para Seiya, todo un caballero de bronce, santo para más señas, y en la agenda de una diosa que mantiene el mundo en paz (aunque ella no acaba de dejar en paz a Pegasito).
Ikki es un maca. Más o menos lo que todos queremos ser. Un chulo porque puede. El Risto Mejide de la serie. Cabrón y frío hasta más no poder, representa el poder infernal del lado de los buenos, algo así como si Drácula o el Motorista fantasma estuvieran en tu equipo. El caballero del Fénix es especial en muchas cosas. Es muy cinematográfico, entra siempre en escena en el último momento y a menudo salvando culos de bronce. Sus entradas parecen un homenaje a Sergio Leone y al espaghetti western. Sólo le falta escupir al suelo en plan Clint Eastwood. Además su armadura renace de sus cenizas, lo cual es muy chic. El preferido de las nenas malas.
Además de sus inolvidables santos y sus circunstancias amatorias, la serie es impagable por las técnicas de ataque adquiridas tras varios años de entrenamiento y sonrojo. Admitamoslo, “a mí la cobra”, “cadena nebular”, “soy el señor del frío”, “que la fuerza del pez torpedo sea conmigo (%&%$•”•**?)”, “que se abra otra dimensión”, “trueno del alba” o “el vuelo del fénix” no parecen tan contundentes como un buen “hijoputa”, “mecagoentusmuertos, Pegaso” o “ahí te pudras, malandrín”.
Tampoco tienen desperdicio las estrategias de combate de los caballeros de bronce. Primero palos, palos y más palos; “no vales para nada; tu fuerza cósmica es mil veces menor que la mía; tus ataques no tienen el más mínimo efecto sobre mí”; Después de levantarse cuarenta veces y el malo asombrarse otras tantas veces, el bueno empieza a inclinar el lance, y acaba venciendo con suma facilidad. Y el espectador piensa: ¿”Y este Mameluco, caballero del Camello Jorobado era tan intocable”? Y una última cuestión: ¿Por qué los maestros buenos, caballeros de oro, plata y tal, y poderosos como ellos solos nunca combaten? ¿Tendrán contrato en vigor con la Disney? ¿Los habrá fichado Florentino? Porque todo es ponerse a hablar… y se llega a un acuerdo.
Tío, es verdad que eres un friki, aunque yo también los seguía...
ResponderEliminar¿Te estas pasando las vacaciones viendo los caballeros del zodiaco en el ordenador???
ResponderEliminarOye, los artículos de Águila Roja y Física o Química me gustan muchísimo, pero este ya es un poquito friki...
ResponderEliminarPues yo era tan friki, que llegué con mis amigos a crear nuestro propio juego de rol basado en los Caballeros del Zodíaco.
ResponderEliminarUna prueba más de que Hyoga era gay es que, después de "el polvo de diamantes", ataca con "el rayo de la Aurora", y más tarde, cuando alcanza su golgpe más letal, invoca el "cero absoluto..."
1- Sí, soy un friki.
ResponderEliminar2- No, no estoy viendo los caballeros durante las vacas. Sólo vi el final que me faltaba, pero hace unos días que "lo he dejado".
3- Águila Roja es estupenda, FóQ apenas la veía y Saint Seiya me acabó aburriendo. Yo creo que los artículos gustan si te gusta la serie.
4- Claro, JB. Si no calculo mal tendrías 14 años cuando salió la serie en España. Por cierto, ya he recibido tu relato "Aún después de muerto" y el comienzo promete. Muchas gracias por el presente y las visitas.
5- Os agradezco a todos vuestro tiempo, incluso más tratándose de opinar sobre un manga gore y moñas a la vez.
Yo vi una vez un capítulo y no entendí nada. Todo el rato luchaban mientras decían frases raras, raras, raras...
ResponderEliminarAyer vi "Pagafantas" y hay un chistecillo sobre estos muy gracioso, la verdad.
ResponderEliminarPolvo de diamantesssssssssss
ResponderEliminarque tiempos jajaja