A veces ganan los buenos
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgHOj1FZNcKdkqLcxwVFb5ifAbZ9lzb6QK5AjjPoOTvHOGUN5C7xVs06KpNDEybpH1GsS9SwKmUhDD0BilwFyK0c9BtMoMNWF3QSPorZefXn0GiwJJ8vKL-z7hE8XmTJ_0PaPCdrFvPN7A9/s1600/sota_espadas.jpg)
Largo llevaba dos meses viviendo
en la habitación del hospital de Elfo. De nada servía que Sota de Espadas le
hubiera restado los días de las vacaciones, ni que Gordo pero que Manda Más que
el Rey le suspendiera de empleo y sueldo las últimas tres semanas. A Día sin
Pan se le había asignado un nuevo compañero, Tendencias, pero no había salido a
patrullar con él un solo día. Prefería estar con Ojos Almendrados de Elfo,
esperando una recuperación milagrosa, un tosido salvador, un envite de
actividad. Los médicos no sabían si volvería a oír, toda vez que pudiera salvar
el coma profundo que la soporizaba.
Tendencias era un enamorado de la
moda. Vestía de Adolfo Domínguez, Armani o Versace. De hecho, su uniforme de
policía estaba personalizado con la firma y corte de los grandes modistos.
Causaba sensación, aunque no siempre en un sentido positivo. Desgraciadamente, con
los nuevos recortes para funcionarios Tendencias ya no podía invertir tanto en
su atuendo. No había problema… hasta el día que cogió unos kilos.
Todo esto a Largo le importaba un
carajo, pero su compañero se lo repetía cada jornada. Día sin Pan llevaba años
soportando los escasos pantalones reglamentarios por encima del tobillo. Si al
menos le dejaran llevar botas altas, pero en esos momentos era la menor de sus
preocupaciones.
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Un día Tendencias llegó con gesto
de felicidad extrema. Presumía de haber encontrado el régimen perfecto. Llevaba
unas marcas en los labios. Largo dedujo que se había aplicado a la dieta de la
piña, la cual, al comerla a mordiscos, rasgaba la boca con la corteza exterior.
No le dedicó un pensamiento más. Prefería rezar a Ojos.
Los días pasaban y efectivamente
Tendencias estaba reduciendo su figura hasta la demacración. Parecía estar
atravesando algún tipo de trastorno alimentario. En estas apareció Sota de
Espadas. Cuando Largo esperaba el sermón, la inspectora jefe se limitó a pedirle
a Tendencias el teléfono de su dietista. No fue la única. Por la habitación de
Ojos Almendrados de Elfo desfilaron los personajes más orondos de la comisaría
de Proteger y Servir: Bollitos Martínez con una palmera a medio deglutir, Gordo
pero que Manda Más que el Rey, Una Cervecita, Pies Mogolluna y Carapán
Consésamo. Incluso Joviola, la feísima doctora desplazada a otra comisaría tras
atentar contra los compañeros que no querían tener una relación con ella, se
sabía que iba a la misma nutricionista.
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Los días pasaban inexorables y
Elfo no salía de su coma inducido. La única diversión de Sin Pan era analizar
la evolución física de Tendencias. Se estropeaba por momentos. Casi era ya un
esqueleto. Los labios estaban morados y llenos de cicatrices y heridas
equidistantes, algunas aún supurando. Algo estaba pasando. Cuando apareció Una
Cervecita con una visible disminución de su tripa cervecera y los mismos labios
torturados, Largo vio la mano oscura de Excel. Todo apestaba a él. Sin duda
estaba detrás de las radicales dietas de sus compañeros. Día sin Pan besó la
frente de Ojos, mesó sus cabellos con ternura y se dirigió a Proteger y Servir.
Si Cuadrícula de Excel había movido ficha podía haber dejado rastro.
Las conversaciones en jefatura no
dejaban duda. Todos los agentes presentaban pérdidas abusivas de peso y heridas
en los labios. Ninguno quería dar explicaciones. Habían firmado un contrato de
confidencialidad con un fuerte recargo en caso de revelación de datos.
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Sota
estaba realmente cadavérica; Tendencias daba mucha impresión; Bollitos Martínez
parecía Huesitos; Carapán Consésamo ya sólo tenía el sésamo en el rostro; Gordo
pero que Manda Más que el Rey parecía una ballena varada durante siglos; y Pies
Mogolluna había perdido de un modo tan desigual que parecía una gelatina
gigante. De Jovellana Violácea no se sabía nada. Pero Largo no se limitó a
preguntar. Cogió a Bollitos en el baño y le partió la nariz. A la segunda
fractura el pobre comepasteles soltó la lengua. Era increíble que Más Largo que
un Día sin Pan se comportara así. El impecable agente de los pantalones cortos
había cambiado mucho desde el accidente de su novia, Ojos Almendrados de Elfo. Estaba
amargado, rudo y seco, sin delicadezas, incluso brutal. Acojonaba de veras
verlo así.
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Bollitos confesó que Jovellana
había desaparecido hacía tres semanas, pero no se consideraba rapto ni nada por
el estilo. No había denuncia, pues no tenía familia, y todos los integrantes
del régimen sabían bien que ella había escogido la modalidad tres, la llamada
severa, mientras ellos se habían decantado por la intensiva o la moderada,
mucho menos agresivas. La dieta severa incluía internamiento en la clínica y
resultados extremos. Si Sota de Espadas ya estaba al borde de la muerte por
inanición con la moderada, no quería ni imaginar qué habría sido de Joviola.
Eso sí, Martínez se negó a explicar el método utilizado. Tampoco importaba.
Largo tenía un sombrío presentimiento.
Tras conseguir la dirección
amablemente, Largo se personó allí. Era un cuchitril oscuro y lóbrego, y una
enfermera recepcionista de unos cincuenta años le prohibió entrar a consulta
jurándole que el doctor no estaba, al menos hasta que Sin Pan la neutralizó con
una llave sapo burlón y la esposó a la pata del mostrador, lejos del teléfono y
del interfono.
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Entró a saco, sin preguntar, en
cada una de las estancias. El quirófano confirmó sus sospechas. Sobre una
camilla encontró restos de sangre, hilos de coser de naylon y varias agujas de
punción. La dieta consistía en coser la boca a los pacientes y tenerlos así la
mayor cantidad posible de horas, sin poder comer y apenas pudiendo beber con
pajita. Una auténtica salvajada. Pero faltaba encontrar la sala de internos. Un
olor fuerte le ayudó a localizarla. Colgados de las muñecas, apoyando
ligeramente los pies encontró dos cadáveres. Uno era Jovellana, en avanzado
estado de putrefacción, con gusanos zigzagueando por su carne corrupta y
gruesos hilos zurciendo su boca. El otro era un esqueleto con ropa. A sus pies
descansaban un puñado de hilos de coser y un aspa verde sobre fondo blanco.
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La clínica fue desmantelada y la maruja
de la entrada detenida e interrogada. Juró no conocer al doctor, y justificó su
participación para pagarse unos carísimos tratamientos de huesos en Francia. No
había indicios incriminatorios ni pruebas concluyentes, pero Largo sabía que
era Luis Mateo Sanjuanes, Cuadrícula de Excel. Mientras, los agentes en dieta
se recuperaban física y psicológicamente del tratamiento que les vendieron con
un “no abrirás la boca”. Menos Joviola, claro. Ella y Herpes Zoster, un
jubilado austriaco hecho un guiñapo, nunca volvieron a ganar peso.
"La dieta de la piña" xD Me encantan los nombres, y esos relatos negro-psicodélicos, es como visitar los suburbios de "Desolation Row". Pobre Joviola...
ResponderEliminar¡Un abrazo! :)
Buena imaginación Dry, estupendo relato negro, nombres acojonantes y macabro final como debe ser en un genero como el del post.
ResponderEliminarEstupendo como siempre.
¡Abrazos Dry!
Creo que ya te lo he escrito alguna vez, pero estos personajes merecerían una saga y (¿por qué no?) escribir y publicar algo sobre ellos.
ResponderEliminarSalud.
La última foto es horrorosa!No pega con el capítulo!(Que por cierto es muy chulo).
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