En España podría parecer que la lujuria lo empina todo, o que no apetece
nada más allá de la pereza, que los banqueros son avariciosos, las rubias
soberbias y los conductores iracundos, o que la tapita del bar responde a una
institucionalización de la glotonería –o gula. Sin embargo, el deporte
nacional, por encima de comer, chulearse, manejar, gandulear y follar, o en su
defecto enfadarse cuando no podemos explayarnos en alguno de los anteriores
supuestos, es la envidia.
Estamos jodidos pero bien, ahogados en la mierda de otros, vomitando bilis
y tragando saliva para que los cojones bajen de la nuez, y lo único que se nos
ocurre cuando alguien defiende lo suyo es ponerlo a parir. Acabo de leer una
noticia digital de unos padres encerrados en un centro educativo en busca de
justicia social, y la gente que opina lo hace, en su mayor parte, para pelarlos:
que si una panda de vagos, pijos, pseudo-funcionarios, izquierdosos, quejicas…
La crítica al hermano ha existido siempre. Es la más insana y reconfortante
terapia de autoestima que existe. ¿Qué mejor manera de estar en lo más alto que
arrojar a los otros por el precipicio? ¿Cómo flotar en la mierda mejor que empujando
al fondo a los demás? En estos casos da asco ser español. En lugar de
ayudarnos, respaldarnos, solidarizarnos y apoyarnos, que bastante castigados
estamos, nos dedicamos a hundirnos unos a otros, despedazándonos hasta que
asoma el hueso, y luego lo roemos en el culmen del canibalismo empático.
A mí, que soy poco dado a criticar directamente al vecino, no sólo por
cobardía, que también, sino especialmente para no hacerle daño, me cuesta mucho
entender esta manera de joder al personal. No me entra. O no me llega. ¿Qué
beneficios puede reportar criticar el nivel de estrés de los controladores
aéreos argumentando que cobran un pastizal? Si ambos son ciertos, que les bajen
el sueldo y que les pongan jornadas laborales razonables. Y lo mismo con los
“jetas” de los maestros, que bastante tienen con lo que tienen para que se les
crucifique por sus vacaciones. ¿Por qué no critican a los que pudiendo trabajar
no trabajan? Que bien pensado tampoco hacen daño a nadie. Ojalá yo pudiera
vivir sin laborar, aunque sé que sería severamente criticado. Realmente no
dejamos en paz a nadie. Ésa parece la clave de la envidia: ante el éxito ajeno
o unas condiciones laborables codiciadas, lo mejor es la descalificación, el
acoso y derribo.
En el fondo no criticamos los condicionantes favorables, pelamos a los que
los poseen. Cuestionamos su capacidad para el puesto, los mecanismos de
selección que les han llevado hasta allí, la relación trabajo-remuneración, la
calidad de vida que nosotros ansiamos y nunca tendremos.
Siempre he afirmado que mucha gente no valora lo que tiene y eso me enoja,
y aunque no soy un justiciero moral para determinar quién debería estar
agradecido al mundo y quién no, no le deseo mal a nadie. Puede producirme
envidia que a alguien le vaya bien porque a mí no me pase, pero no suelo desear
su desgracia, por mucho que a veces cuando nos dan una mala noticia de alguien
que era “indigno” parezcamos alegrarnos. Al final, somos lo que sentimos. Tal
vez, si nos quisiéramos más entre todos y dejáramos de pelarnos y devorarnos,
la crisis sería un concepto desfasado del año 1929. No hace falta que sea
jueves negro todos los días.
Ayer leí una frase demoledora que viene un poquito a colación: "No nos alegramos por ganar si no de que pierdan los demás".
ResponderEliminarCreo que la mentalidad española ha funcionado siempre muy así, cuando uno no consigue sus sueños es típico que se dedique a bloquear y a criticar los de los demás. También tenemos una mentalidad del "y yo más" en la que nada nos parece lo suficientemente importante porque siempre tenemos algo personal que lo supera...
Uno no debería preoparse de que otro gane mucho, ni de que tenga muchas vacaciones, debería preocuparse de luchar por su propio sueldo, luchar para conseguir que aumente o conseguir que su convenio refleje más vacaciones. Lo que no se puede hacer es dar por perdido lo nuestro y querer que el resto se iguale, porque si yo no como que no coman tampoco los demás.
Un abrazo.
Oski.
Cuando una persona logra estar en paz consigo misma, por muy mal que lo esté pasando, se alegra (o no siente envidia) por lo bueno que le sucede a los demás. Simplemente se concentra en mejorar por ella misma o en buscar soluciones sin compararse, incluso si lo que le pasa no tiene remedio, aprende a resignarse para seguir avanzando.
ResponderEliminar