viernes, 15 de junio de 2012

El huerto de melones


No recuerdo bien si alguna vez les he hablado de mi trabajo. Soy un campesino sin tierra, un labrador sin campo. Trabajo el terruño de otros a cambio de un puñado de euros. No soy Lobezno, pero soy bueno en mi trabajo.
Este año me dieron la opción de recolectar en el mismo campo, pero se quedaron mis pimientos. “Demasiado lustrosos para ti”, parecían decirme. En su lugar me responsabilizaron de un terruño de sandías y otro de nabos, y el melonar del curso pasado, este último como capataz.
La crisis llegó a la agricultura y me endosaron los pimientos verdes del antaño pasado, me mezclaron los melones galia con los tendral, plantaron patatas en un rincón, judías en otra esquina… hasta lechugas. Mi huerto parecía la ONU de la siembra. El resultado prometía ser nefasto: melones piel de sapo super pero de mal color, amarillos que no crecían, crenshaw que no tenían sabor, las patatas por lo bajo, las judías que se estropeaban, las lechugas que no acababan de hojear, los pimientos chiles y jalapeños que no agarraban con tanto melón… Un caos vegetal.
Yo cogía el azadón con voluntad, pero estos melones no eran los pimientos de la otra temporada. Los mimos se ahogaban entre el follaje, el agua de riego se evaporaba antes de llegar a tierra, los cuidados de ayer no servían para las frutas de ahora. Y entonces lo vi: estos melones nunca serían como aquellas hortalizas. Necesitaban otro tipo de cultivo; el surco, más gordo; la siembra, más profunda; el azadón, más agresivo; los cuidados, más intensos pero menos aparentes. Este huerto me enseñó a cambiar, a regar diferente, a prevalecer sobre su anarquía a la hora de echar raíces. Y yo me afané en que agarrasen, en que crecieran en silencio, en que compartieran fertilizantes, pese a que no todos eran buenos.
La temporada ha acabado. Estoy derrengado pero satisfecho. Hemos vertido agua hasta consumirla. Después sudor, lágrimas y sangre. Cualquier cosa antes que la deshidratación y el reseco. Ha funcionado. Mis melones se han vuelto gordos y lustrosos. Ya lo eran, pero corrían riesgo de tener mal sabor. Ahora sé que muchos serán dulces y jugosos. Y los pimientos. Tendrían que verlos. Han cogido un color espectacular. Las lechugas han crecido bien y mal, según el caso. Las patatas no son todo lo gordas que quisiéramos, pero confiamos en que nos las compren. Las judías se las llevaron para abono, pero de eso hace mucho tiempo. Este huerto no era para ellas.
En dos semanas cojo los aperos y me marcho. Ya sé que no habrá retorno esta vez. Y no sé que será de mis melones, pero sé que este año han crecido como se esperaba. Quizá el huerto era más bonito el año pasado, pero con este he aprendido mucho más. Ahora hago malabares con la azada, y soy capaz de regar haciendo el pino. Después de todo, sembrar es mucho más que verter agua.

4 comentarios:

  1. Estoy seguro de que esos melones te habrán salido estupendos, jugosos y tiernos, y estarán en su punto. Y recuerda que esos melones tendrán pepitas, -aunque ya no lo se, porque ahora los hay que no los tienen-, pero si los tienen, son semillas, y ellas saldrán como los melonazos que has cultivado con tanto sudor y paciencia. ¿Y el año que viene? quien sabe, igual tienes tierras donde cultivar, nunca se sabe lo que ocurrirá.

    Abrazos!!

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  2. Qué orgullosos tienen que estar tus melones!

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  3. Hombre que es más que verter agua. Es un arte que requiere paciencia, y la paciencia en estos tiempos... ;)

    Pero qué importa eso. Has hecho bien tu trabajo y has aprendido a hacerlo cada día mejor. Enorgullécete. Y sigue adelante.

    Un abrazo :)

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  4. vente al sur..la tierra también es privada ..pero es más facil alcanzarla ..es este sur que es el norte...en las ultimas reservas de agua de la humanidad ...necesitamos manos para defenderla

    emila

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