La verdad es el arma más poderosa de todas. Arrasa regímenes políticos y desvela escándalos, condena a santos inocentes y absuelve a presuntos demonios. Su único talón de Aquiles es la incertidumbre que le rodea, porque las falacias se revisten de un tejido de certeza falso, pero de profundo parecido.
El paradigma de la información, de la verdad desnuda y accesible a todos lo abanderan los medios de comunicación de masas. Son gigantescos expositores de datos en formato auditivo, visual o audiovisual: la televisión, la radio, la prensa escrita e Internet.
Pero los medios no dicen toda la verdad. Tampoco suelen mentir descaradamente. Hacen algo peor: venden una verdad sesgada como certeza objetiva y absoluta. Y añado un ejemplo: el famoso Pacto del Agua del PP trajo de cabeza a aragoneses y murcianos. Los unos veíamos como se nos llevaban uno de nuestros escasos bienes naturales; los otros no podían seguir abasteciendo la huerta sin riego. La noticia se vendió como insolidaridad aragonesa o como frivolidad murciana. De nosotros se decía que éramos unos paletos aferrados al botijo porque aquí sobraba el agua del Ebro y no queríamos soltarla; de ellos que eran una panda de pijos esnobs enrabietados por no poder regar los campos de golf. Yo aquí ni entro ni salgo. No sé cuál era la verdad, porque los datos que nos daban eran incompletos y tendenciosos. Lo que sí sé es que nos odiábamos por algo que no habíamos hecho. A algunos les interesaba esa polémica. Algo sacarían: desviar la atención, un puñado de votos, inclinar la opinión pública,… Respecto a este pacto, siempre he tenido dudas de lo que estaba bien y lo que no, pero mucha gente llevaba sus manipuladas ideologías al extremo, tanto aquí como allá, pensándose que enarbolaban el estandarte de la justicia autonómica. Cómo nos engañan.
He repasado algunas de las noticias más impactantes de los últimos años y no puedo menos que considerar que han caído –la mayoría de ellas–, en el más triste de los olvidos. ¿En qué quedó la búsqueda de armas de destrucción masiva? ¿Está vivo Osama Bin Laden? ¿Y la adolescente expulsada del instituto por no querer desprenderse del velo? No cabe ninguna duda que lo que mueve a los noticieros a lanzar u esconder la información es algo tan oscuro como los intereses de los poderosos, o tan frívolo como el sensacionalismo de su contenido. Hace unas semanas señalaban que el exjugador astur Juanele había sido detenido por pinchar las ruedas de un coche pensando que era el vehículo de su exmujer. Joder, pues ya son ganas de joder al pobre hombre, que estaba ya hecho una ruina y al que le llamaban whiskynele por su afición a… ¿el whiskas de los gatos?
Michael Jackson murió hace ya un rato, pero poco se sabe de si asesinado, naturalmente o negligentemente. Tampoco conocemos la verdad de la gripe A. ¿Era tan mortal como se presumía o tan sólo se trataba de una campaña farmacéutica para facturar miles de millones en vacunas? Tampoco sabemos si los mineros chilenos han vuelto al subsuelo o se han hecho mediáticos, si la pobre Marta del Castillo descansa bajo las irreverentes cañas de un páramo o en el fondo del lecho guadalquiviriano o en un millar de peces mediterráneos. ¿Los controladores aéreos han sido demandados o fue todo una rabieta psoista pintada de Blanco? E Irlanda y Grecia, ¿siguen promulgando los movimientos antigobierno y migratorios respectivamente? El volcán islandés de las cenizas…¿se ha extinguido por siempre o está que echa fuego por la boca? Y de la fuga del oleoducto de BP no se ha filtrado nada más, que sepamos. La ley antitaurina dividió a antis y pros, pero parece que ya nadie se acuerda porque Matías Prats está más ocupado hablando de la Ley Sinde contra la piratería o de la crisis, único tema que nos ha acompañado reiteradamente durante años. El terremoto de Haití parece que se lo haya tragado la tierra, ya no filtran datos sobre wikileaks y los otros piratas, los somalíes, deben haberse retirado tras cobrar del Alakrana. Si hasta parece que nos hemos olvidado de la jornada partida o intensiva en los colegios, y de toda la inclinación subjetiva con la que abordaron el tema.
Las noticias son pendencieras, enseñan sólo una parte y se olvidan de muchas otras. Lo relevante y lo superfluo pierden su distancia o la invierten. Sólo así se explica que no me entere de quién ha ganado el último nobel de literatura y sí de qué lesión tiene Cristiano Ronaldo, que me parece que se ha lastimado el ego, pero pronto se cura. Ya saben, si quieren la verdad, lean, escuchen y visualicen, aunque sólo sea para poder investigar sobre una mentira o una certeza a medias. Mientras, recuerden que Libia está patas arriba y que no se puede circular a más de 110 km/h en las lentovías españolas.
Pero los medios no dicen toda la verdad. Tampoco suelen mentir descaradamente. Hacen algo peor: venden una verdad sesgada como certeza objetiva y absoluta. Y añado un ejemplo: el famoso Pacto del Agua del PP trajo de cabeza a aragoneses y murcianos. Los unos veíamos como se nos llevaban uno de nuestros escasos bienes naturales; los otros no podían seguir abasteciendo la huerta sin riego. La noticia se vendió como insolidaridad aragonesa o como frivolidad murciana. De nosotros se decía que éramos unos paletos aferrados al botijo porque aquí sobraba el agua del Ebro y no queríamos soltarla; de ellos que eran una panda de pijos esnobs enrabietados por no poder regar los campos de golf. Yo aquí ni entro ni salgo. No sé cuál era la verdad, porque los datos que nos daban eran incompletos y tendenciosos. Lo que sí sé es que nos odiábamos por algo que no habíamos hecho. A algunos les interesaba esa polémica. Algo sacarían: desviar la atención, un puñado de votos, inclinar la opinión pública,… Respecto a este pacto, siempre he tenido dudas de lo que estaba bien y lo que no, pero mucha gente llevaba sus manipuladas ideologías al extremo, tanto aquí como allá, pensándose que enarbolaban el estandarte de la justicia autonómica. Cómo nos engañan.
He repasado algunas de las noticias más impactantes de los últimos años y no puedo menos que considerar que han caído –la mayoría de ellas–, en el más triste de los olvidos. ¿En qué quedó la búsqueda de armas de destrucción masiva? ¿Está vivo Osama Bin Laden? ¿Y la adolescente expulsada del instituto por no querer desprenderse del velo? No cabe ninguna duda que lo que mueve a los noticieros a lanzar u esconder la información es algo tan oscuro como los intereses de los poderosos, o tan frívolo como el sensacionalismo de su contenido. Hace unas semanas señalaban que el exjugador astur Juanele había sido detenido por pinchar las ruedas de un coche pensando que era el vehículo de su exmujer. Joder, pues ya son ganas de joder al pobre hombre, que estaba ya hecho una ruina y al que le llamaban whiskynele por su afición a… ¿el whiskas de los gatos?
Michael Jackson murió hace ya un rato, pero poco se sabe de si asesinado, naturalmente o negligentemente. Tampoco conocemos la verdad de la gripe A. ¿Era tan mortal como se presumía o tan sólo se trataba de una campaña farmacéutica para facturar miles de millones en vacunas? Tampoco sabemos si los mineros chilenos han vuelto al subsuelo o se han hecho mediáticos, si la pobre Marta del Castillo descansa bajo las irreverentes cañas de un páramo o en el fondo del lecho guadalquiviriano o en un millar de peces mediterráneos. ¿Los controladores aéreos han sido demandados o fue todo una rabieta psoista pintada de Blanco? E Irlanda y Grecia, ¿siguen promulgando los movimientos antigobierno y migratorios respectivamente? El volcán islandés de las cenizas…¿se ha extinguido por siempre o está que echa fuego por la boca? Y de la fuga del oleoducto de BP no se ha filtrado nada más, que sepamos. La ley antitaurina dividió a antis y pros, pero parece que ya nadie se acuerda porque Matías Prats está más ocupado hablando de la Ley Sinde contra la piratería o de la crisis, único tema que nos ha acompañado reiteradamente durante años. El terremoto de Haití parece que se lo haya tragado la tierra, ya no filtran datos sobre wikileaks y los otros piratas, los somalíes, deben haberse retirado tras cobrar del Alakrana. Si hasta parece que nos hemos olvidado de la jornada partida o intensiva en los colegios, y de toda la inclinación subjetiva con la que abordaron el tema.
Las noticias son pendencieras, enseñan sólo una parte y se olvidan de muchas otras. Lo relevante y lo superfluo pierden su distancia o la invierten. Sólo así se explica que no me entere de quién ha ganado el último nobel de literatura y sí de qué lesión tiene Cristiano Ronaldo, que me parece que se ha lastimado el ego, pero pronto se cura. Ya saben, si quieren la verdad, lean, escuchen y visualicen, aunque sólo sea para poder investigar sobre una mentira o una certeza a medias. Mientras, recuerden que Libia está patas arriba y que no se puede circular a más de 110 km/h en las lentovías españolas.
Joder, menuda entrada.
ResponderEliminarEn este mundo La desinformación es la única información fiable... en fin
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