Viajar de Madrid a Los ángeles puede suponer, para casi todo el mundo, doce tediosas horas de asiento y azafatas paseando, pero para Patricio implicaba zambullirse en un mundo apasionante de canguros albinos, ranas velocípedas y mariposas sin alas. Habiéndose aprovisionado de su reproductor de DVD y el material videográfico de National Geographic Etiqueta Negra que un agente de Proteger y Servir le regalara, el señor Márquez redescubrió el Parque Guell con toda su fauna de lagartos, gusanos, gatos y aves. Patricio se sentía entonces más afortunado que ningún otro ser sobre La Tierra, y mucho más de lo que se sentiría el burro de Shrek en cuanto fuera multado. Tras bajar del avión cogió un taxi hasta el barrio residencial de Glendale y se personó en la sede de Dreamworks. Encontrar el camerino del burro no fue difícil: siguió el rastro de zanahorias.
- Buenos días. ¿Es usted el burro de Shrek?
- No. Soy su mejor amigo. Burro.
- Bueno, da igual. Vengo a conminarle a pagar una indemnización al autor de esa cara.
- ¿Tengo que pagar a mi dibujante?
- No. Al original. Ha plagiado los rasgos faciales de un político famoso de España.
- Ah, España, México.
- No. España, Europa.
- Pero tendrá que pagar mi creador, no yo que soy un burro.
- No. Según la ley de propiedad intelectual será usted, como beneficiario de la operación, el que debe hacerse cargo de la cuantía de la multa.
- ¿Y si no quiero?
- Llame al ogro. Soy cinturón negro de lucha selvática y experto en llaves anaconda. Me duran ustedes dos telediarios de los de intermedio de partidos. No tienen nada que hacer. Abone, es lo más sensato.
- Muy bien. Que nadie se mueva. Tengo un dragón cargado, y no dudaré en usarlo. Soy un burro cabreado.
El ventanal circular a modo de rosetón del camerino de Burro se hizo añicos ante el vigoroso impacto de un par de fuertes alas membranosas. Un reptil gigante y alado se plantó en la estancia echando humo como un fósforo recién apagado. Patricio decidió que la mordida tigresca no disuadiría al dragón y aceptó irse sin cobrar. Se marchó cabizbajo al aeropuerto y tramitó la denuncia pagando el importe de su propio bolsillo. Más de 600 euros. Adiós al viaje a Kenia. Cuando pisó tierra firme en Barajas se quedó en la pista mientras los aviones despegaban y los pasajeros abrazaban a sus seres queridos. Miró al cielo y lanzó un juramento sagrado:
“A Dios pongo por testigo que no podrán eludirme. Sobreviviré, y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pagar una multa de la propiedad intelectual, ni yo ni ninguno de los míos. Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar, ¡A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pagar una multa!”
Pobre Patricio!! Es un incomprendido... pero si el sólo quiere cumplir con su trabajo...
ResponderEliminarLas leyes de la Sgae ya traspasan las fronteras, si es que ya les vale... no saliendo de España nos vamos a librar de ellos ;P
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡¡¡¡
¡A Dios pongo por testigo...! ¿no es eso un plagio? que pague, que pague otra multa...
ResponderEliminarSolo tego una frase: buenisimo XD!Es la mejor crítica social que leía en mucho tiempo, original cuanto menos...ya ves, todo se lo lleva el viento, el tiempo...o la SGAE XD!
ResponderEliminarUn abrazo!!!
Favole
¡Pero hombre, Hell, que me estropeas el siguiente episodio con tu intuición supina!
ResponderEliminarEsperemos que la Ley Sinde no afecte al pobre agente.
Un saludo
debo ser de esos bocazas que los echan a mitad de la peli por sus impertinentes comentarios... quizás sea mas bien un poco de mala leche.
ResponderEliminar