“Estimado agente Más Largo que un Día sin Pan:
Parece que volvemos a encontrarnos.
Si está leyendo esto es que ha hallado a Olimpia Gómez, también conocida como “la loca de los gatos”. Imagino que a estas alturas ya no quedará de ella ni los rabos. Es una pena pues no tenía nada en contra de esta mujer, pero necesitaba volver a llamar su atención. Decidí visitar a su huesuda anfitriona y esposarla al sofá, no sin antes adobarla en lomo y untarla en grasa de ternero. Demasiado goloso para los mininos, especialmente cuando su dieta se ha estancado. Es irónico que la devoren por no poder traerles más pienso industrial y ollas de lentejas. “No muerdas la mano que te da de comer”, dicen.
Bien, lo único que quería recordarle es que no le olvido, y que seguiré activo para que pueda seguir teniendo una razón para investigar. Al fin y al cabo, doy sentido a su otrora aburrida existencia.
Por cierto, su nueva compañera es muy atractiva; tiene esa belleza ingenua que tanto nos gusta a los que son como nosotros. Cuídela bien, o se la quitaré… y yo me canso pronto de la inocencia.”
Largo sintió miles de escalofríos azotando su columna vertebral, aunque ninguno dolió tanto como la punzada en el corazón cuando leyó la referencia a Elfo. Sentía rabia de que el asesino se comparase con él, impotencia de sentirse superado, y preocupación por no poder proteger a Ojos. Una mano amiga rebajó la tensión de su hombro izquierdo, pero Día sin Pan prefirió reservarse las malas noticias.
Ambos repararon en que las esposas eran reglamentarias, de la policía local, y no una buena imitación. El asesino tenía alguna relación con Proteger y Servir: podía ser un agente, un familiar, o algún sustractor de equipamiento policial. ¿Era un error del antagonista o quería dar pistas de su identidad? Largo no podía dejar de pensar en aquello, aunque antes debía cerrar el caso Solans.
Doce días después, el último gran gato era capturado sin daño alguno, y llevado como sus hermanos a las alcantarillas de la ciudad, donde les esperaba un sabroso menú a base de ratas tan gordas que parecían superconejos. A los cuatro meses ya no quedaba felino alguno, y la población de ratas sufría una importante merma que dio tregua a los equipos de desratización profesional.
El timbre de grulla en vuelo indicó a Patricio que llamaban a la puerta. La mirilla descubrió a un pintoresco y altísimo policía cuyo pantalón le quedaba como un saco, y el apretado cinturón únicamente exageraba el efecto.
- ¡Agente Pan Rallado! ¿Qué le trae por aquí? –Patricio no entendía la nueva visita.
- Tengo una citación para usted.
- ¿Qué me está contando?
- El Juez ha decidido multarle por aceptar sobornos a cambio de información en lugar de colaborar voluntariamente con la justicia -Largo intentaba refrenar su satisfacción.
- Pero, ¿qué está diciendo? ¿Van a hacerme ficha delictiva?
- No. El Juez Mola Mazo ha considerado circunstancias atenuantes pues su testimonio ayudó a resolver un caso crucial y le conmina a dos día de servicios a la comunidad y el pago de una multa de escasa cuantía. Si no acepta se tramitará la denuncia e iremos a juicio.
- Deje, deje, Pan sin Sal. No quiero manchar mi inmaculado expediente de la $GA€. ¿A cuánto asciende la multa?
- 90 euros si paga antes de treinta días.
- Aquí tiene. Ahora lárguese. Me estoy perdiendo “Lechuzos de punta”.
- Adiós. Por cierto, puede conservar los DVDs. Considérelos un regalo personal.
- Me gusta su estilo, oficial. No dude de que volveremos a vernos -concluyó Patricio.
- Lo sé –sentenció el larguirucho.
Parece que volvemos a encontrarnos.
Si está leyendo esto es que ha hallado a Olimpia Gómez, también conocida como “la loca de los gatos”. Imagino que a estas alturas ya no quedará de ella ni los rabos. Es una pena pues no tenía nada en contra de esta mujer, pero necesitaba volver a llamar su atención. Decidí visitar a su huesuda anfitriona y esposarla al sofá, no sin antes adobarla en lomo y untarla en grasa de ternero. Demasiado goloso para los mininos, especialmente cuando su dieta se ha estancado. Es irónico que la devoren por no poder traerles más pienso industrial y ollas de lentejas. “No muerdas la mano que te da de comer”, dicen.
Bien, lo único que quería recordarle es que no le olvido, y que seguiré activo para que pueda seguir teniendo una razón para investigar. Al fin y al cabo, doy sentido a su otrora aburrida existencia.
Por cierto, su nueva compañera es muy atractiva; tiene esa belleza ingenua que tanto nos gusta a los que son como nosotros. Cuídela bien, o se la quitaré… y yo me canso pronto de la inocencia.”
Largo sintió miles de escalofríos azotando su columna vertebral, aunque ninguno dolió tanto como la punzada en el corazón cuando leyó la referencia a Elfo. Sentía rabia de que el asesino se comparase con él, impotencia de sentirse superado, y preocupación por no poder proteger a Ojos. Una mano amiga rebajó la tensión de su hombro izquierdo, pero Día sin Pan prefirió reservarse las malas noticias.
Ambos repararon en que las esposas eran reglamentarias, de la policía local, y no una buena imitación. El asesino tenía alguna relación con Proteger y Servir: podía ser un agente, un familiar, o algún sustractor de equipamiento policial. ¿Era un error del antagonista o quería dar pistas de su identidad? Largo no podía dejar de pensar en aquello, aunque antes debía cerrar el caso Solans.
Doce días después, el último gran gato era capturado sin daño alguno, y llevado como sus hermanos a las alcantarillas de la ciudad, donde les esperaba un sabroso menú a base de ratas tan gordas que parecían superconejos. A los cuatro meses ya no quedaba felino alguno, y la población de ratas sufría una importante merma que dio tregua a los equipos de desratización profesional.
El timbre de grulla en vuelo indicó a Patricio que llamaban a la puerta. La mirilla descubrió a un pintoresco y altísimo policía cuyo pantalón le quedaba como un saco, y el apretado cinturón únicamente exageraba el efecto.
- ¡Agente Pan Rallado! ¿Qué le trae por aquí? –Patricio no entendía la nueva visita.
- Tengo una citación para usted.
- ¿Qué me está contando?
- El Juez ha decidido multarle por aceptar sobornos a cambio de información en lugar de colaborar voluntariamente con la justicia -Largo intentaba refrenar su satisfacción.
- Pero, ¿qué está diciendo? ¿Van a hacerme ficha delictiva?
- No. El Juez Mola Mazo ha considerado circunstancias atenuantes pues su testimonio ayudó a resolver un caso crucial y le conmina a dos día de servicios a la comunidad y el pago de una multa de escasa cuantía. Si no acepta se tramitará la denuncia e iremos a juicio.
- Deje, deje, Pan sin Sal. No quiero manchar mi inmaculado expediente de la $GA€. ¿A cuánto asciende la multa?
- 90 euros si paga antes de treinta días.
- Aquí tiene. Ahora lárguese. Me estoy perdiendo “Lechuzos de punta”.
- Adiós. Por cierto, puede conservar los DVDs. Considérelos un regalo personal.
- Me gusta su estilo, oficial. No dude de que volveremos a vernos -concluyó Patricio.
- Lo sé –sentenció el larguirucho.
Pues que Largo no le quite el ojo de encima a Elfo no vayamos a tener un disgusto... el enemigo en el mismo cuerpo, se pone interesante... y buen palo a Patricio, del todo merecido...
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡¡¡¡
QUE YA TENGO IMAGEN PÚBICA Y ESAS COSAS, A VER SI CREZCO...
ResponderEliminarCada vez más interesante Dry. No sabes bien lo que me rio...
ResponderEliminarContinua!!
Saludos