El mozalbete cantor compaginaba hacía rato los salmos responsoriales con la ingesta masiva de jumpers, hasta que el Ave María de la maruja celestial le obligó a un esfuerzo sobrehumano. En su afán por evitar la nominación comenzó a cantar el “Getsemaní” de Camilo Sesto con la boca llena y empezó a atragantarse ante el estupor de los presentes y la aprensión de la pija al grito de “pero que asco, por favor, cierra la boca, ay”. La cuarentona sacó un desfibrilador del bolso y comenzó a darle en el pecho. La monja rezaba inerte y la mujer de la calceta aceleraba las punzadas al ritmo de los gritos. El cura trataba de parar el rescate: “Que no es el corazón, que es la tráquea, animales de Dios”. Pero nadie le escuchaba desde
Entonces ocurrió lo inabordable: La cuatrojos de voz angelical elevó su cantó y su cuerpo empezó a gravitar como izado por invisibles querubines. La monja gritaba emocionada “milagro, milagro”. La maruja celestial rompió la vidriera del techo y siguió ascendiendo a los cielos mientras la madurita de la calceta juraba por los añicos caídos sobre su lanoso tapiz. La ascensión se produjo entre estertores del triunfito, al que ya nadie hacía caso, pues querían presenciar la subida a los cielos como el que contempla un globo de feria perderse en la inmensidad.
Entonces se hizo el silencio, salvo por un clink constante de llaves. La monja dijo “amén”, sonrió con condescendencia y sugirió al cura: “¿Enterramos al niño?” Todos aplaudieron la idea, hasta la pija, pero entonces el pastor se negó. Dijo que no podía volver a comulgar porque ya había amanecido y siendo noviembre debía respetar el Ramadán. “Pero que me estás contando” dijo la adolescente. El clérigo explicó que era multiteísta, aunque se estaba planteando dejar el cristianismo pues pagaban poco y los fieles escaseaban. En el Islam, al contrario, tenía mucho trabajo y se ponía hasta el culo por las noches. Y el budismo le aseguraba una reencarnación en vaca sagrada. Al fin reaccionó la señora pomposa diciendo “vamos Manolo que ya han abierto el Ikea”. Todos acordaron irse sin enterrar al chaval, pero les daba cosa dejarlo entre dos bancos. La cuarentona metió mano al bolso interminable y sacó un ataúd de poliespan que decía “Ikea montafácil”. El cómico llevaba diecinueve chistes de muertos sin éxito de público cuando le pusieron una máscara de tortura “Guantánamo Profesional” con presionador de glotis sacada del bolso. El ataúd de corcho blanco cayó al suelo con estrépito, empujado por la rubia de bote. El abuelo sentenció: “De ahí no pasa”. Súbitamente un rayo fulminó al abuelo y al segundo y medio se oyó un trueno retrasado. El de Paramount dijo: “Vaya judiada, ah, ah, ah.” La adolescente pija le apretó tres muescas la máscara, aunque se partió una uña y se echó a llorar histéricamente.
El Doctor Matthews estaba de guardia aquella mañana cuando le tocó certificar tres fallecimientos producidos de repente en una misa por defunción. Llegó, vio el percal y se marchó con la mirada perdida en el horizonte. Nunca volvieron a verle.
Ya creía que no iba a aparecer la señora del ikea, pero veo que guardaba un ataud en la manga jejeje menuda mañana de defunciones, lo que no sé porque no se volvió a ver al doctor, murio tb? La causa? ;P
ResponderEliminardirty saludos¡¡¡¡
Javier dice:
ResponderEliminarHombre, no a todos, pero a alguno sí que he visto en misa o en las bodas.
Salu2
El doctor se fue deprimido al ver el panorama y desapareció del mapa.
ResponderEliminarY sí, son arquetipos de las convenciones sociales.
Je,je...no se porqué me suenan todos estos personajes...¡Qué jodío! Si salgo hasta yo...
ResponderEliminarAlguno de estos hemos visto todos, ¿eh?
ResponderEliminar