domingo, 1 de febrero de 2015

Sois unos flipaos

¿A qué fin lo hacéis? ¿Qué os mueve, empuja y da fuerzas? ¿Qué caprichosos reveses del destino os han llevado a estas perversiones? ¿Os dejó la novia, vuestro sofá es de skay o tenéis la conexión a Internet con Ono?
No se explica. Y vaya por delante que os admiro tanto como envidio, lo cual, dado mi iconoclastismo tampoco dice mucho de ese vicio que enseñáis sin pudor ni decoro. Os ajustáis las mallas al paquete para que las calandracas no reverberen y acompañáis con una camiseta específica para ese uso. A saber, si se trata de corredores domingueros, la de propaganda más hortera; si hablamos de maratoneros frikis, una traspirable del Decathlon que valen una pasta.
El mundo es un país libre y cada uno en su tiempo de ocio autotélico puede barrer tantas dunas del Sáhara como le salga de la escoba. Lo mismo da que te inclines a la filatelia que a la parafilia, que conquistes mundos virtuales o cocines pasteles. Otra cosa es saturarse. Los deportistas pasan de la mesura al exceso en dos zancadas. Salir a dar pedales con la barriga sobre el manillar o echarse unos pádeles peperos con los compañeros de oficina está bien, lo mismo que sudar el parquet del gimnasio que para eso lo pagas, pero lo de los runners es de estudio clínico.
Me he encontrado recientemente con antiguos compañeros de deporte, allá cuando éramos jóvenes y rectilíneos. Yo he cambiado el balón por el ordenador; ellos, por el cuentakilómetros. Los pavos se dedican ahora a preparar maratones. Que está de puta madre y todo lo que quieras, pero chuparse 42 km es pasarse. Hasta para ser un vicio. Y además cansa. Ellos hablan con tanta solemnidad como devoción. A veces creo que salvan vidas y todo, pero luego el sentido común me devuelve a la realidad. Son marchadores. Gentes que proyectan sus ilusiones en el afán de superación de sus propias limitaciones, cosa que yo no hago y mira que soy justico; personas que se encuentran a sí mismos en la búsqueda del esfuerzo, que saben sufrir y enarbolan la bandera del sacrificio hasta cotas donde yo jamás llegaría ni siquiera a imaginar. Qué coño, tampoco me levantaría de la cama ni para bajar el baluarte al portal, y eso que vivo en un bajo.
Su afición es digna de estudio y medalla al mérito deportivo, pero no la comparto. A menudo los veo derrengados, con tirones, chupados, con la cara tostada a lo cangrejo por la ingesta masiva de excesivas horas de sol. Y para ellos es muy importante, pero el deporte me sigue pareciendo una novia a la que dejé hace tiempo y a la que no echo de menos. Que se la tiren ellos dos horas al día. A mí ya no ponía. Además, me dejaba exhausto.
Recuerdo, dentro de las contradicciones absurdas que todos arrastramos, a un compañero que venía al almacén corriendo –18 km– y después iba  andando a paso tortuga con las agujetas haciéndole el hara-kiri a todas sus articulaciones. Y yo pensaba: “Joder, que venga en coche como todo el mundo y se meta caña moviendo cajas”. Ni caso. Nunca le vi haciendo un mísero sobreesfuerzo. Cierto, tampoco lo pagaban.
Hay cosas peores que ser corredor de fondo. Privilegiados que arriesgan su estatus metiendo la mano en la caja, yuppies que se taladran el cerebro con cocaína, ninis que se estampan con el coche a 300 k/h, vagos que ven la vida escaparse entre sus dedos, orgullosos demasiado cegados para ver que ya no refulgen como antaño o cobardes que nunca le dirán a la chica de al lado que están enamorados de ella. Ante eso, y muchos otros pecados, que castigues tus abductores y rodillas contra el asfalto del amanecer es baladí. Por cierto, acabo de recordar que nunca dejé a la novia. Me dejó ella a mí. Nunca pude seguirle el ritmo.

6 comentarios:

  1. Interesante analogía del deporte con una antigua novia...A la que por cierto, no echas de menos...Jajajajajajaja....

    Yo hago deporte, pero el justo...Jajajajajaja...
    Abrazo!

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  2. Pues yo no hago deporte pero reconozco que me encantaría tener ganas de ir a correr. Bien barato y eficaz para perder kilitos.

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  3. Estudio cerca de La Dehesa de la Villa, zona de yonkis y runners por igual, y para mí la imagen del corredor son aquellos con los que he compartido autobús para acercarse al parque a correr.

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  4. Es que para ellos la relación que tienen con esa "novia" es enfermiza, patológica, no se pueden dejar, no va de forma unilateral. Los llama y no pueden no hacerle caso. Supongo que todos tenemos "novias" de esa naturaleza en otros aspectos.

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