lunes, 9 de junio de 2014

No es amor, pero da igual

Proliferan en los últimos ocasos de la cotidianeidad hispana las parejas interraciales compuestas de papito español y mamacita criolla. El señor ya no entra en la cuarentena, a veces ni en la cincuentena. La mulata oscila entre los veintitantos y el medio siglo, aunque en general, siempre destaca por ser más joven y exuberante que su macho gallego.
Hasta aquí, todos contentos. Él se gasta una autocomplacencia del quince y ella un confort existencial XXL. No hay cisma ni conflicto, pero la incontestable realidad del negocio es que no se quieren.
A saber, el yayo está hueco como un pavo, orgulloso de que los demás lo vean pasearse asido de tamaña hembra, que lo envidien o hasta se lo imaginen montando a la morena con mayor o menor fogosidad y sobredosis de viagra. Lo mismo da que papuchi le dé lo suyo a no a la chola, que duré seis minutos o cuarenta y cinco orgasmos. Lo único importante es que el vecino sepa que se la tira o tiene autoridad conyugal para hacerlo, funcione la herramienta o no. La envidia da más gusto que el disfrute en sí. Amor, amor… pues poco. Tal vez compañía, magreos y amistad a partes desiguales, y nada más.
La chamaquita se aferra cariñosa al brazo del licenciado. Ella no acostumbra a fijarse si los demás los miran o no. En caso de que lo hagan, ya sabe lo que piensan y no le importa demasiado. Con suerte, no tendrá que comerle la panocha al verderón, pero si hay que agacharse, no hay problema. Mejor a uno que a ciento. Eso sí, más vale que papuchi tenga la cartera repleta. Tal vez no hasta coleccionar deportivos, pero sí lo mínimo para vivir honradamente sin trabajar y pudiendo mandarle plata a Luisa Fernanda y Wilson Alfredo. La gordibuena siente un afecto inteligente hacia su papito, pues no recién sabe que de estos besos, aquello pesos. Cuando la vida te nace pobre, hay que arrimarse a los gallegos talluditos y sacar adelante a la familia.
La exótica latina tiene claro, a mi inopinado entender, que su macho no la quiere, que es tan solo un florero con o sin derecho de pernada. Lo que no admite duda es que ella no siente mucho enamoramiento por el abuelo. Ni cuando lo conoció ni cuando esté agonizando. Que le dé pena, nadie lo cuestiona; que las hijas estén que trinen porque la panchita se lleva la herencia, tampoco; que don Viagra se va a dar unos homenajes de muerte, tampoco se discute.
Aquí el único que puede autoengañarse, o no, según su autoconcepto, es papito. Si piensas que tu verbo fácil y tus historias de abuelo cebolleta atan a la cholita a tu corazón, pues estupendo. Nadie te sacará de la ilusión. A qué fin. Pero no se lo cree nadie, y si tuvieras un poco de mollera, tú tampoco. Como dijo Johnny Guitar, “Miénteme. Dime que me has esperado todos estos años. Dímelo.”

4 comentarios:

  1. ¡Buenísimo Drywater!...Allá cada uno con sus criterios, su sentido común y sobre todo sus CARENCIAS, allá cada uno...
    La entrada es genial!

    Abrazos!

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  2. Algunos habrá que se quieran. ¡Digo yo!

    Un abrazo

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  3. ¿Quién sabe? El amor (dicen) es ciego. Pero mi experiencia está en la línea de lo que cuentas (muy bien, por cierto), incluso más allá. La mamasita se quedó embarazada (tres casos documentados en mi entorno relativamente cercano) y desapareció, dejando los "frutos del amor" al cargo del papito ...

    Saludos!

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  4. Como siempre genial Dry. Disculpa por la rapidez, es que ando cogido de tiempo. Pero que esto no me impida el saludarte. Un abrazo Dry, eres una máquina.

    Un abrazo Dry!!

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