jueves, 1 de mayo de 2014

Canción de Yordanka o el Cojín de Lactancia (1/3)

Alin se acercó con intención hasta el vientre de su querida esposa. Yordanka lo vio venir y se subió el top. El varón besó el ombligo espitoso de la embarazada. En algún momento del ritual, Marius respondió con una contundente patada de comunicación no verbal. ¿Para que llorar si ahí dentro nadie le iba a oír, y además se estaba de puta madre?
El futuro papá marchó a mirarle los bajos a un montón de vehículos renqueantes, pero la estampa de su tripudita con el gremlin dentro le llenaba la mente de sonrisas de efecto traicionero en el rostro.
Cuando Alin se quitó el mono de fontanero vial, e irrumpió en casa, se encontró con un invitado desconocido. Yordanka estaba en la post-ducha, embadurnándose tanto aceite que parecía que ella misma se iba a ensartar en un palo y se iba a autococinar a la brasa como si fuera un pollo sin cabeza. Pero no, la imaginación se truncó ante la realidad: una suerte de churro curvo almohadillado, como si fuera un bumerang gigante de peluche, o un cojín de chicle estirado hasta el aburrimiento, se había hecho con las mejores butacas en el edredón conyugal.

–Cariño –dijo el mecánico–, ¿qué coño es eso?
–¡Hola, culín! ¿Te gusta? ¡Es un cojín de lactancia!
–¿Un qué?
–Un almohadón que me ha traído Violeta, porque ella ya no lo usa.
–Con razón no lo usa –replicó Alin con tono sarcástico.
–No seas tonto. Es un regalo estupendo.
–Pero si aún te faltan dos meses largos para dar a luz.
–Sí, pero es que no es sólo para cuando nazca Marius. También vale para ahora. Mira: lo doblas y sirve para apoyar la cabeza. Y si lo pongo así largo, me abrazo a él y me descansa la tripa. Es maravilloso. Me he echado una siesta…
–Hala pues, ya me quedo más tranquilo.
–Además, cuando tengamos a nuestro pequeño, me pongo así el cojín y apoyo al chico aquí y le puedo dar la teta sin forzar la espalda.
–Genial –indicó Alin flipándolo todavía.
–Y si lo uno por las puntas, sirve de hamaquita; y mientras, podemos emplearlo de cojín de lectura; además, queda monísimo encima de la colcha. Es tan amoroso…
–Ya, Yorda, ya.

Las virtudes y excelencias del nuevo inquilino de la cama no quedaron del todo claras para el mecánico, pero la noche destapó sus defectos. Para empezar, el gusano ese interminable ocupaba una considerable franja fronteriza del lecho, con lo que ambos perdían más de quince centímetros de maniobrabilidad onírica. Y la gordi apoyaba su rodilla encima, invadiendo el territorio comanche con insultante felicidad. El pobre Alin no pudo decirle nada. Parecía tan cómoda…

4 comentarios:

  1. Bueno, ya se sabe que a una mujer embarazada no se le puede llevar la contra, y ha tenido suerte el pobre Alin pues por lo menos no ha tenido antojos...

    Un abrazo Drywater

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  2. Que sea positivo Alin. Que lo mire con otros ojos. Que se de cuenta que el famoso cojín cuando no lo utilice su esposa recién parida, podrá servirle para mirar los bajos de los coches tumbado cómodamente cómodamente en él. Si es cuestión de pensar un poco!...

    Abrazos Dry!

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  3. La verdad es que me había pasado para ver si habías cambiado el color de tu caballo, pero veo que no...Bueno, seguiré pasando en otras ocasiones...

    Un abrazo! :)

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  4. Jajajaja, ¡¡un cojín intruso en la cama!! voy a por la segunda parte.

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