![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhKriVrJqtHr061f4oaEDCDbIO-_3sGNlGeH7oNviEABEMqW7sH86oLmYZk7Y4WepkSK1MrlSa8cLzSVBLJ48FuqV5Dp79GOkKzDCAEioVrfZSg8Isn6u2QBlOfkQOG46JmrL3QwPYTD9aI/s1600/mr.jpg)
El futuro papá marchó a mirarle
los bajos a un montón de vehículos renqueantes, pero la estampa de su tripudita
con el gremlin dentro le llenaba la mente de sonrisas de efecto traicionero en
el rostro.
Cuando Alin se quitó el mono de
fontanero vial, e irrumpió en casa, se encontró con un invitado desconocido.
Yordanka estaba en la post-ducha, embadurnándose
tanto aceite que parecía que
ella misma se iba a ensartar en un palo y se iba a autococinar a la brasa como
si fuera un pollo sin cabeza. Pero no, la imaginación se truncó ante la
realidad: una suerte de churro curvo almohadillado, como si fuera un bumerang
gigante de peluche, o un cojín de chicle estirado hasta el aburrimiento, se
había hecho con las mejores butacas en el edredón conyugal.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEj2cycpGdfHSoDifrYvjsfnT9srDP_imk2CkDwJ0lBBkRPXXAX-ktsubT-PB7W04NQsJ690VhqFTxf5OJmEz1QXYjMcMk_0LM5Gy3iLZRWIQTD0hF8A07j9OyYBMQRQgVK2xt-0NrtelMLE/s1600/MEC.jpg)
–Cariño –dijo el mecánico–, ¿qué
coño es eso?
–¡Hola, culín! ¿Te gusta? ¡Es un
cojín de lactancia!
–¿Un qué?
–Un almohadón que me ha traído
Violeta, porque ella ya no lo usa.
–No seas tonto. Es un regalo
estupendo.
–Sí, pero es que no es sólo para cuando
nazca Marius. También vale para ahora. Mira: lo doblas y sirve para apoyar la
cabeza. Y si lo pongo así largo, me abrazo a él y me descansa la tripa. Es
maravilloso. Me he echado una siesta…
–Hala pues, ya me quedo más
tranquilo.
–Además, cuando tengamos a
nuestro pequeño, me pongo así el cojín y apoyo al chico aquí y le puedo dar la
teta sin forzar la espalda.
–Genial –indicó Alin flipándolo
todavía.
–Y si lo uno por las puntas,
sirve de hamaquita; y mientras, podemos emplearlo de cojín de lectura; además,
queda monísimo encima de la colcha. Es tan amoroso…
–Ya, Yorda, ya.
Las virtudes y excelencias del
nuevo inquilino de la cama no quedaron del todo claras para el mecánico, pero
la noche destapó sus defectos. Para empezar, el gusano ese interminable ocupaba
una considerable franja fronteriza del lecho,
con lo que ambos perdían más de
quince centímetros de maniobrabilidad onírica. Y la gordi apoyaba su rodilla
encima, invadiendo el territorio comanche con insultante felicidad. El pobre
Alin no pudo decirle nada. Parecía tan cómoda…
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEg_pRKTrgu0ooz8Qq3eRIRRi0cIMMxZgevtJzcEMwL8K-2sPHaUgKS9KlVSmq1IqWQXyHDhcOKmDc2Rif1muL6gJc1zdFubkG0TNfZYabOOrvBH-9KokStXRZqkzgytR2DA-JStM7unoApF/s1600/emb.jpg)
Bueno, ya se sabe que a una mujer embarazada no se le puede llevar la contra, y ha tenido suerte el pobre Alin pues por lo menos no ha tenido antojos...
ResponderEliminarUn abrazo Drywater
Que sea positivo Alin. Que lo mire con otros ojos. Que se de cuenta que el famoso cojín cuando no lo utilice su esposa recién parida, podrá servirle para mirar los bajos de los coches tumbado cómodamente cómodamente en él. Si es cuestión de pensar un poco!...
ResponderEliminarAbrazos Dry!
La verdad es que me había pasado para ver si habías cambiado el color de tu caballo, pero veo que no...Bueno, seguiré pasando en otras ocasiones...
ResponderEliminarUn abrazo! :)
Jajajaja, ¡¡un cojín intruso en la cama!! voy a por la segunda parte.
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