jueves, 21 de noviembre de 2013

Sentir o tener

Una de las dicotomías humanas más recurrentes posiciona a las personas como vividores del momento o coleccionistas. No siempre son excluyentes, pero habitualmente constituyen anverso y reverso de una misma actitud hedonista.
El hombre se debate, cuando algo le gusta, entre disfrutar y conservar. El ejemplo más diáfano al caso, que no el único, lo constituye el uso o abuso de las cámaras digitales en los viajes de placer. Un turista que vive y se deleita con los paisajes, las catedrales y las calles hará fotografías suficientes para recordar los lugares sin saturarse. Para él, es más importante experimentar en el acto la belleza, la paz y la tranquilidad de contemplar pasivamente cosas que nunca había visto antes. El viajante coleccionista, por el contrario, no soltará el dedo del gatillo pictórico. Tomará 1200 fotos por aventura vacacional, y se aferrará tanto al tener que rara vez podrá apreciar in situ lo que está viendo en el momento. Este segundo ejemplar se llevará a casa un zurrón de píxeles reiterativos hasta el empacho. Si puede te encasquetará su millar de fotos tras una ovípara cena, acompañadas de una sutil explicación de dos minutos (por fotograma). Luego tal vez no vuelva a verlas. Son demasiadas y le cansan.
La misma actitud vital se repite en el visionado de cine y TV. Un recolector no pisará una sala, ni lamentará perderse un episodio de su serie favorita, porque más pronto o menos tarde se hará con los DVDs originales, llenos de extras que –dependiendo del grado de frikismo– nunca verá. Si la coyuntura económica es delicada y sólo da para las fraudulentas cuatro gigas reales de ONO, el embalsamador de películas se limitará a bajarse de Internet tanto material cinematográfico que jamás tendrá tiempo de verlo todo, ni tan siquiera una tercera parte. Para el disfrutador inmediato, lo primero que enganche será lo que vea, y se preocupará muy poco de conservarlo. ¿Para qué, si ya lo ha visto?
Mecanismos similares adoptan los oyentes musicales. Los efímeros sintonizarán la primera radio que no interfiera con su rutina y llenarán su tiempo de lo que venga. Sin obsesiones. Sin agobios. Los acumuladores se pondrán ciegos de descargarse canciones, y si son muy excesivos, podrán llevar su diogenismo polifónico hasta la búsqueda y hallazgo de caras b, versiones infumables y rarezas de las que no le enseñarías ni a tu peor enemigo. Da lo mismo; para ellos serán un tesoro.
Los partidarios de tener y retener poseerán bibliotecas de escándalo, aunque no repitan la lectura de un solo libro y otros volúmenes esperen pacientes su turno durante generaciones. Para los presentistas lo importante será leerse un libro sin priorizar su propiedad, por eso las ediciones de préstamo y los ejemplares de amigos serán tan buenos como los demás, y mucho más económicos.
Es difícil valorar qué postura es más ventajosa. El materialismo –o digitalismo en estos tiempos que navegan– nunca ha sido una actitud demasiado positiva, especialmente cuando se cae en lo obsesivo. Pero tampoco se puede vivir del aire. Todos retenemos como método de supervivencia emocional, como diario de experiencias y sentimientos que de otro modo se llevaría el viento cruel generado por las saetas inexorables del tiempo, las mismas que giran vertiginosamente hasta cambiar la brisa de la infancia en el huracán de la vejez. Al final, todo lo que acumulamos tendrá sentido sólo mientras nosotros se lo demos, y como a buen seguro nuestros bienes nos sobrevivirán, tras nuestra marcha serán tan indispensables como las cintas de VHS o beta en el siglo XXI.
Definición de recuerdo: cosa inservible que rememora un pasado brillante, que ocupa el hueco de un cajón y que sacamos a orear cada seis años convencidos de que no podemos desprendernos de ella, aunque tenga que pasar un lustro más para volver a necesitarla.

3 comentarios:

  1. Hay personas que piensan que los recuerdos están en la cabeza y no en las fotografías o los objetos materiales que acumulemos, otros piensan justo lo contrario.

    Supongo que cada cual intenta ser feliz y recordar las cosas a su manera.

    La era digital fomenta un poco el acumular cosas y cosas porque no ocupa espacio físico el tener cientos de "recuerdos" que en tu vida vas a volver a ver.

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  2. Supongo que de cualquiera de las maneras tener recuerdos es algo a lo que no podemos renunciar aunque en ocasiones puedan ser un duro lastre.
    Me gusta tu entrada pues le era digital está suponiendo grandes cambios en nuestras vidas y en nuestra supervivencia emocional y es algo que no debemos pasar por alto.
    Un abrazo

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  3. Bueno, yo no estoy tan seguro de que un recuerdo sea una cosa inservible. A veces hacen una función terapeútica.

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