Una de las dicotomías humanas más
recurrentes posiciona a las personas como vividores del momento o
coleccionistas. No siempre son excluyentes, pero habitualmente constituyen
anverso y reverso de una misma actitud hedonista.
El hombre se debate, cuando algo
le gusta, entre disfrutar y conservar. El ejemplo más diáfano al caso, que no
el único, lo constituye el uso o abuso de las cámaras digitales en los viajes
de placer. Un turista que vive y se deleita con los paisajes, las catedrales y
las calles hará fotografías suficientes para recordar los lugares sin
saturarse. Para él, es más importante experimentar en el acto la belleza, la
paz y la tranquilidad de contemplar pasivamente cosas que nunca había visto
antes. El viajante coleccionista, por el contrario, no soltará el dedo del
gatillo pictórico. Tomará 1200 fotos por aventura vacacional, y se aferrará
tanto al tener que rara vez podrá apreciar in situ lo que está viendo en el
momento. Este segundo ejemplar se llevará a casa un zurrón de píxeles
reiterativos hasta el empacho. Si puede te encasquetará su millar de fotos tras
una ovípara cena, acompañadas de una sutil explicación de dos minutos (por
fotograma). Luego tal vez no vuelva a verlas. Son demasiadas y le cansan.
La misma actitud vital se repite
en el visionado de cine y TV. Un recolector no pisará una sala, ni lamentará
perderse un episodio de su serie favorita, porque más pronto o menos tarde se
hará con los DVDs originales, llenos de extras que –dependiendo del grado de
frikismo– nunca verá. Si la coyuntura económica es delicada y sólo da para las
fraudulentas cuatro gigas reales de ONO, el embalsamador de películas se
limitará a bajarse de Internet tanto material cinematográfico que jamás tendrá
tiempo de verlo todo, ni tan siquiera una tercera parte. Para el disfrutador
inmediato, lo primero que enganche será lo que vea, y se preocupará muy poco de
conservarlo. ¿Para qué, si ya lo ha visto?
Mecanismos similares adoptan los oyentes
musicales. Los efímeros sintonizarán la primera radio que no interfiera con su
rutina y llenarán su tiempo de lo que venga. Sin obsesiones. Sin agobios. Los
acumuladores se pondrán ciegos de descargarse canciones, y si son muy
excesivos, podrán llevar su diogenismo polifónico hasta la búsqueda y hallazgo
de caras b, versiones infumables y rarezas de las que no le enseñarías ni a tu
peor enemigo. Da lo mismo; para ellos serán un tesoro.
Los partidarios de tener y
retener poseerán bibliotecas de escándalo, aunque no repitan la lectura de un
solo libro y otros volúmenes esperen pacientes su turno durante generaciones.
Para los presentistas lo importante será leerse un libro sin priorizar su
propiedad, por eso las ediciones de préstamo y los ejemplares de amigos serán
tan buenos como los demás, y mucho más económicos.
Es difícil valorar qué postura es
más ventajosa. El materialismo –o digitalismo en estos tiempos que navegan–
nunca ha sido una actitud demasiado positiva, especialmente cuando se cae en lo
obsesivo. Pero tampoco se puede vivir del aire. Todos retenemos como método de
supervivencia emocional, como diario de experiencias y sentimientos que de otro
modo se llevaría el viento cruel generado por las saetas inexorables del
tiempo, las mismas que giran vertiginosamente hasta cambiar la brisa de la
infancia en el huracán de la vejez. Al final, todo lo que acumulamos tendrá
sentido sólo mientras nosotros se lo demos, y como a buen seguro nuestros
bienes nos sobrevivirán, tras nuestra marcha serán tan indispensables como las
cintas de VHS o beta en el siglo XXI.
Definición de recuerdo: cosa
inservible que rememora un pasado brillante, que ocupa el hueco de un cajón y
que sacamos a orear cada seis años convencidos de que no podemos desprendernos
de ella, aunque tenga que pasar un lustro más para volver a necesitarla.
Hay personas que piensan que los recuerdos están en la cabeza y no en las fotografías o los objetos materiales que acumulemos, otros piensan justo lo contrario.
ResponderEliminarSupongo que cada cual intenta ser feliz y recordar las cosas a su manera.
La era digital fomenta un poco el acumular cosas y cosas porque no ocupa espacio físico el tener cientos de "recuerdos" que en tu vida vas a volver a ver.
Supongo que de cualquiera de las maneras tener recuerdos es algo a lo que no podemos renunciar aunque en ocasiones puedan ser un duro lastre.
ResponderEliminarMe gusta tu entrada pues le era digital está suponiendo grandes cambios en nuestras vidas y en nuestra supervivencia emocional y es algo que no debemos pasar por alto.
Un abrazo
Bueno, yo no estoy tan seguro de que un recuerdo sea una cosa inservible. A veces hacen una función terapeútica.
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