Dicen que uno de los males más
horribles es la soledad, quizá sólo rebasado por el olvido, aunque ambos
parecen estrechamente ligados como heraldos de la muerte en vida.
El mundo no lo han fabricado para
estar solo. Poco importa que uno quiera estarlo o que las circunstancias así lo
determinen. A ojos del gentío, el solitario ha fracasado en la vida. No hay
actividades, hobbies o rutinas que se revaloricen en la soledad.
Lo único que
se disculpa son las funciones laborales. Y caminar. Siempre y cuando parezca
que se va a algún sitio, con paso decidido y buscando llegar al destino mucho
más que disfrutar del paseo.
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Los actos cotidianos que se
presuponen placenteros no pueden llevarse a cabo sin alguien al lado. Al menos,
no sin ser escudriñado, evaluado y juzgado como socialmente incompetente, como
abandonado, como sujeto desgraciado que no ha encontrado a nadie. Ir al cine es
un buen ejemplo de esto. Nadie va a visionar una película en soledad. No puede
asirse al antebrazo del copiloto, ni tantear su mano, comentar un fotograma o
vaticinar un final cantado. Es como si jugase en segunda división.
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Cenar fuera tampoco es actividad
singular. ¿Se imaginan a la chica compartiendo lambrusco con un oso de peluche
inanimado? ¿O entrando a un bar buscando guerra? No, son batallas que se libran
en pelotón, aunque sólo lo integren un par de soldados.
Todavía queda departir sobre la
inevitable rutina de los olvidados, aunque afortunadamente se pasa: esperar.
Todos lo hemos hecho unas cuantas veces, más de las que quisiéramos, y
gestionar esos minutos no siempre es fácil. Puedes curiosear el móvil, mirar el
escaparate, leer tu e-book, entrar a la tienda, mirar con aire despreocupado.
Da lo mismo. Sigues oteando el horizonte esperando a que aparezca tu cita.
Intentarás que parezca que estás bien solo, que tienes algo crucial que hacer,
pero todos sabrán que es fingido. Te han dado plantón o llegan tarde.
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Comprar para uno también es
jodido. Todo es tamaño familiar y sale más económico así. Puedes congelar,
cierto, pero eso no disimula el hecho de que vuelves a flotar en soledad por el
universo de las relaciones sociales.
¿Y viajar por placer? Ahí si que
llega la verdadera prueba de fuego del lobo solitario. Nadie se va solo de
vacaciones.
No se concibe una toalla abandonada ni un crucero individual. Bueno,
los trasatlánticos para desesperados son la excepción: una suerte de agencia de
contactos en ultramar; el colmo de la lamentabilidad acuciante y las urgencias
fisiológico-afectivas. Por no hablar del suplemento de habitación individual.
Además de que nadie te quiere lo bastante para irse contigo a Mallorca, pagas
más. Hay que joderse.
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A mí no me parece que estar solo
por volición o casuística sea algo malo. Todo lo contrario. Muchos seres se
aferran al de al lado por el simple hecho de que no les miren, enjuicien o
minusvaloren. Pero algunos en el fondo no quieren estar acompañados de su
némesis. Tienen miedo a que les condenen por no parecer capaces de merecer
compañía.
Tal vez la soledad sea una enfermedad tan terrible como el cáncer,
tan inolvidable como el alzhéimer o tan nociva como la envidia, pero ninguno
parecemos darnos cuenta. En todo caso, y como sucede con las otras, solamente
la lamentamos cuando tenemos que mandarnos cartas a nosotros mismos con el
subterfugio vanidoso y cobarde de aparentar que alguien recuerda nuestra
onomástica.
Yo he ido solo al cine muuuchas veces. Y disfrutaba un montón del cine. Lo que no sé es entrar a un restaurante o un bar solo, así no puedo.
ResponderEliminarYo he hecho todas las cosas que dices solo salvo viajar, que lo tengo pendiente. Supongo que la primera vez me sentí un poco extraño, quizás porque estamos acostumbrados a que sea una situación extraña, pero lo he hecho más veces y no he vuelto a sentir esa sensación. Cuando tienes ganas de hacer algo es mejor hacerlo. La soledad voluntaria a fin de cuentas no está tan mal. La involuntaria es harina de otro costal y esa si que es una putada gorda.
ResponderEliminarLa soledad para mí es una gran compañera, en cualquier caso comparto lo que dice Oski, si es voluntaria y elegida mejor.
ResponderEliminarUn abrazo
He llegado aquí por casualidad y el título de esta entrada ha captado mi atención. Me ha encantado lo que has escrito. Menos mal que nos queda algo que hacer en soledad sin que nadie nos tilde de raros: escribir y también leer ( y yo seguiré leyéndote a ti, Drywater)
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