martes, 3 de septiembre de 2013

Ahora cómete la leche

O los publicistas de Pascual son tontos del culo, más inocentes que un sidral y con la candidez de un peluche disecado, o tienen una mala idea de manual de estilo. Y es que con este ambiguo y retorcido –qué coño, con este explícito y capcioso– slogan invitan informalmente a todo quisque a la ingesta saludable de lácteos.
El yogur en cuestión, que me he documentado, es leche sin fermento, ni cuajo, ni concentrado, ni condensación o deshidratación. Vamos, leche sólida para los que no la toman líquida, y pensada además para los niños que se amorran antes a la coca-cola que al grifo de la vaca.
Parece ser que la campaña se lanzó con un más inocuo “La leche que se come”. Que también tiene lo suyo, lo sé, y que cualquiera que desee desbarrar con la frasecita lo tiene a huevo. Pero no contentos con eso, o esperando petarlo, se han decidido por algo mucho más categórico. Tal vez no en la dirección que quisieran las madres, pero desde luego de un indudable valor de escandalización.
La maniobra publicitaria, obviamente, resulta irrebatible. Se ciñe al valor literal dándole un extra de mala uva al sentido figurado con la evocación a elementos irremediablemente pornográficos. Una de las metáforas más evidentes del universo erótico es la identificación de los fuegos artificiales con el lácteo universal. Y los imperativos le añaden un punto de perversión meridianamente asociado a las variantes de dominación y sumisión. No cabe duda que la orden es de una contundencia sexual tremenda, y por mucho que queramos revestirla de inocente, no hay persona mayor de doce años –perdón, quise decir diez– que no la asocie a las alternativas eclosionantes de un buen trabajo de felación.
Todavía recuerdo con estupor una jornada lectiva de aparente normalidad en la que una tierna alumna de doce años me preguntó, luego de traducir una frase del libro, si la leche se comía. Le dije que no por ser líquida y ella me rebatió intencionadamente con esta tramposa cita: “¿Cómo que no? Come la leche”. La risa perversa no fue generalizada. La mitad de los angelitos no lo pillaron. Benditos doce años. Pero la otra parte se partía la caja con maldad hormonal. Siempre explico las cosas, pero en esta ocasión lo zanjé con “Es una metáfora”.
Yo de niño no le encontraría la vuelta a Pascual ni de lejos, pero en las últimas décadas la sociedad se ha pervertido exponencialmente; la infancia se ha recortado drásticamente; y la adolescencia se ha adelantado peligrosamente. Por eso los dibujos animados son cada vez más anoréxicos, las niñas más curvilíneas y los niños más cachas. Por eso los nuevos pitufos parecen hombres viejos y no bebotes regordetes. La inocencia se ha hecho adolescente y no hay quien la soporte –ni siquiera se aguanta a sí misma.

3 comentarios:

  1. No puedo estar más de acuerdo...Ahora los ciclos vitales se adelantan y realmente no sé porqué tanta prisa, cada edad tiene lo suyo pero desde luego con la dinámica actual las cosas ya no son lo que eran. Y la cuestión es que al final, el que llegue a viejo va a desear igualmente irse cuanto antes, así que por lo menos nos quedan textos como el tuyo para divertirnos irónica y plácidamente, y eso ya es bastante.

    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. No había pensado en lo de los pitufos pero es cierto, parecen chulitos de gimnasio.

    Todos los días veo niños que ni me llegan a la cintura y ya van con sus smartphones última generación y niñas pintadas y maquilladas hasta la médula. Parece que hay demasiada prisa por crecer, la infancia está pasando a ser algo efímero.

    Abrazos.

    ResponderEliminar
  3. Jope Dry....empiezas metiéndote con el anuncio de Pascual y acabas metiéndote con los Pitufos...menudo caracter más crítico el tuyo.

    ResponderEliminar