O los publicistas de Pascual son
tontos del culo, más inocentes que un sidral y con la candidez de un peluche
disecado, o tienen una mala idea de manual de estilo. Y es que con este ambiguo
y retorcido –qué coño, con este explícito y capcioso– slogan invitan informalmente
a todo quisque a la ingesta saludable de lácteos.
El yogur en cuestión, que me he
documentado, es leche sin fermento, ni cuajo, ni concentrado, ni condensación o
deshidratación. Vamos, leche sólida para los que no la toman líquida, y pensada
además para los niños que se amorran antes a la coca-cola que al grifo de la
vaca.
Parece ser que la campaña se
lanzó con un más inocuo “La leche que se come”. Que también tiene lo suyo, lo
sé, y que cualquiera que desee desbarrar con la frasecita lo tiene a huevo.
Pero no contentos con eso, o esperando petarlo, se han decidido por algo mucho
más categórico. Tal vez no en la dirección que quisieran las madres, pero desde
luego de un indudable valor de escandalización.
La maniobra publicitaria,
obviamente, resulta irrebatible. Se ciñe al valor literal dándole un extra de
mala uva al sentido figurado con la evocación a elementos irremediablemente
pornográficos. Una de las metáforas más evidentes del universo erótico es la
identificación de los fuegos artificiales con el lácteo universal. Y los
imperativos le añaden un punto de perversión meridianamente asociado a las
variantes de dominación y sumisión. No cabe duda que la orden es de una
contundencia sexual tremenda, y por mucho que queramos revestirla de inocente,
no hay persona mayor de doce años –perdón, quise decir diez– que no la asocie a
las alternativas eclosionantes de un buen trabajo de felación.
Todavía recuerdo con estupor una
jornada lectiva de aparente normalidad en la que una tierna alumna de doce años
me preguntó, luego de traducir una frase del libro, si la leche se comía. Le
dije que no por ser líquida y ella me rebatió intencionadamente con esta tramposa
cita: “¿Cómo que no? Come la leche”. La risa perversa no fue generalizada. La
mitad de los angelitos no lo pillaron. Benditos doce años. Pero la otra parte
se partía la caja con maldad hormonal. Siempre explico las cosas, pero en esta
ocasión lo zanjé con “Es una metáfora”.
Yo de niño no le encontraría la
vuelta a Pascual ni de lejos, pero en las últimas décadas la sociedad se ha
pervertido exponencialmente; la infancia se ha recortado drásticamente; y la
adolescencia se ha adelantado peligrosamente. Por eso los dibujos animados son
cada vez más anoréxicos, las niñas más curvilíneas y los niños más cachas. Por
eso los nuevos pitufos parecen hombres viejos y no bebotes regordetes. La
inocencia se ha hecho adolescente y no hay quien la soporte –ni siquiera se
aguanta a sí misma.
No puedo estar más de acuerdo...Ahora los ciclos vitales se adelantan y realmente no sé porqué tanta prisa, cada edad tiene lo suyo pero desde luego con la dinámica actual las cosas ya no son lo que eran. Y la cuestión es que al final, el que llegue a viejo va a desear igualmente irse cuanto antes, así que por lo menos nos quedan textos como el tuyo para divertirnos irónica y plácidamente, y eso ya es bastante.
ResponderEliminarUn abrazo
No había pensado en lo de los pitufos pero es cierto, parecen chulitos de gimnasio.
ResponderEliminarTodos los días veo niños que ni me llegan a la cintura y ya van con sus smartphones última generación y niñas pintadas y maquilladas hasta la médula. Parece que hay demasiada prisa por crecer, la infancia está pasando a ser algo efímero.
Abrazos.
Jope Dry....empiezas metiéndote con el anuncio de Pascual y acabas metiéndote con los Pitufos...menudo caracter más crítico el tuyo.
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