11
Le he pedido cuentas a Juan. No ha querido decir nada. Es un puto crío. Por lo menos Miguel sí me ha hablado. Dice que no me fie de Silvia, que me están vacilando y que es todo un montaje. Mira, no le he arrancado la cabeza de cuajo porque una vez fuimos amigos. Según él Silvia sigue siendo novia de Román y que todo lo hace para reírse de mí. Dice que seguimos siendo los frikis y que yo soy el pollo friki. Creo que me ha dicho todo eso para herirme, le comen los celos. Hemos cambiado tanto. Yo ahora he madurado y estoy mucho más seguro de mí mismo, y no me importaría ayudar a Juan y a Miguel a encontrar su sitio si fueran un poco más humildes. Una disculpa me tienen que dar. Eso es lo mínimo. Pero si no quieren dar el paso…
12
Buah lo de hoy, qué pasote. He vuelto a casa de Silvia y me ha hecho un montón de confidencias. Me ha contado lo que pasó entre ella y Román, que fueron novios, incluso casi lo hicieron. Me ha molestado un poco esa parte, pero a la vez me ha gustado mucho que me lo contara a mí, además como si ya fuera pasado. Luego me ha dicho que Román la agobiaba y se ha echado a llorar. La he abrazado y ella se ha recostado sobre mi regazo. Me he sentido muy importante para ella. Luego lo he pasado muy mal. Se me ha puesto muy tiesa y me sentía incómodo por si lo notaba. Menos mal que su tristeza y su pena no le han dejado darse cuenta. Pero es que estaba muy pinocho, ¿eh?
Silvia ha estado llorando más de cuarenta minutos. Yo mientras le frotaba el hombro con cariño. Me ha dicho que soy muy dulce. Luego me ha susurrado que soy demasiado bueno para ella. He acabado abrazándola con ternura. Lo que ella necesita ahora es un amigo, un hermano. Yo no le voy a fallar. Estaré aquí para siempre, para lo que ella quiera.
13
No puedo más. Me duelen un montón los huevos. ¿Cuánto tiempo habré estado empalmado? Pues todo el rato. Más de dos horas. ¡Ay, que me duele mucho!
14
Quizá me he puesto un poco pesado. Por segundo día consecutivo he pasado la tarde con Silvia en su casa. Es como una casona con dos edificios. El domicilio principal tiene tres plantas más la bodega. Tal vez un poco viejo, así tipo caserón, pero es una pedazo casa. Mola un tacote. My Silvi dice que a veces le da cague, especialmente en las sobremesas cuando nadie pasa por la calle y ella acaba de llegar y se pone a comer sola a las tres de la tarde. La bodega tiene un montón de estanterías con vino y zarrios diversos. La planta calle tiene un salón enorme, un comedor rectangular con una mesa como del conde Drácula, la cocina, el estudio-biblioteca y un baño antiguo. En el primer piso están los dormitorios de Silvia, sus padres y tres dormitorios más, y dos baños, uno de ellos reformado y el otro muy usado. El último piso tiene una habitación abuhardillada y el desván, con todos los pingos que no cabían el la bodega. Adosado a la pared de la cocina está el garaje con el AX, las herramientas, las bicis y el cortacésped. Detrás de éste edificio los matojos crecen en un jardincillo interior, y luego se erige otra casona con garaje abierto y una habitación llena de estatuas de jardín amontonadas. La planta superior consta de un baño, un comedor sencillito y dos puertas. La primera corresponde al taller de relojería de su abuelo. Está todavía lleno de relojes y piezas desmontadas sobre las que se acumula el polvo. Los mecanismos y sus sempiternos compases es lo único que da vida en ese sitio, aunque, según dice Silvia, cada vez hay menos relojes en marcha. Conforme van parándose los dejan tal cual. Silvia dice que cuando se pare el último reloj pasará algo. Un poco de yuyu si me produce cuando dice esto en plan sentencias. Pero vamos a lo que vamos. La segunda puerta, la del fondo, que según mis cálculos da al sur, es de un tono verde azulado. Es maciza y tosca. Si cayera una bomba en la casona se caería todo menos esa puerta, estoy seguro. Dice Silvia que está hecha de madera de roble y que hace mucho tiempo la pintaron de turquesa. Tanto rollo sobre la puta puerta y cuando le he preguntado qué había dentro se ha hecho la sueca y me ha cambiado de tema. Yo le he vuelto a preguntar y me ha dicho que era confidencial. Se ha puesto un poco tensa y borde. Ya no he vuelto a insistir hasta que hemos dejado de estudiar. Casi me manda a la mierda.
15
Silvia me ha pedido disculpas por ponerse un poco a la defensiva el otro día. Le he dicho que no pasa nada y le he dado un beso en la mejilla. No le ha hecho gracia. Me ha dicho que no le vuelva a besar en el instituto. No entiendo a qué ha venido eso.
Le he pedido cuentas a Juan. No ha querido decir nada. Es un puto crío. Por lo menos Miguel sí me ha hablado. Dice que no me fie de Silvia, que me están vacilando y que es todo un montaje. Mira, no le he arrancado la cabeza de cuajo porque una vez fuimos amigos. Según él Silvia sigue siendo novia de Román y que todo lo hace para reírse de mí. Dice que seguimos siendo los frikis y que yo soy el pollo friki. Creo que me ha dicho todo eso para herirme, le comen los celos. Hemos cambiado tanto. Yo ahora he madurado y estoy mucho más seguro de mí mismo, y no me importaría ayudar a Juan y a Miguel a encontrar su sitio si fueran un poco más humildes. Una disculpa me tienen que dar. Eso es lo mínimo. Pero si no quieren dar el paso…
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Buah lo de hoy, qué pasote. He vuelto a casa de Silvia y me ha hecho un montón de confidencias. Me ha contado lo que pasó entre ella y Román, que fueron novios, incluso casi lo hicieron. Me ha molestado un poco esa parte, pero a la vez me ha gustado mucho que me lo contara a mí, además como si ya fuera pasado. Luego me ha dicho que Román la agobiaba y se ha echado a llorar. La he abrazado y ella se ha recostado sobre mi regazo. Me he sentido muy importante para ella. Luego lo he pasado muy mal. Se me ha puesto muy tiesa y me sentía incómodo por si lo notaba. Menos mal que su tristeza y su pena no le han dejado darse cuenta. Pero es que estaba muy pinocho, ¿eh?
Silvia ha estado llorando más de cuarenta minutos. Yo mientras le frotaba el hombro con cariño. Me ha dicho que soy muy dulce. Luego me ha susurrado que soy demasiado bueno para ella. He acabado abrazándola con ternura. Lo que ella necesita ahora es un amigo, un hermano. Yo no le voy a fallar. Estaré aquí para siempre, para lo que ella quiera.
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No puedo más. Me duelen un montón los huevos. ¿Cuánto tiempo habré estado empalmado? Pues todo el rato. Más de dos horas. ¡Ay, que me duele mucho!
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Quizá me he puesto un poco pesado. Por segundo día consecutivo he pasado la tarde con Silvia en su casa. Es como una casona con dos edificios. El domicilio principal tiene tres plantas más la bodega. Tal vez un poco viejo, así tipo caserón, pero es una pedazo casa. Mola un tacote. My Silvi dice que a veces le da cague, especialmente en las sobremesas cuando nadie pasa por la calle y ella acaba de llegar y se pone a comer sola a las tres de la tarde. La bodega tiene un montón de estanterías con vino y zarrios diversos. La planta calle tiene un salón enorme, un comedor rectangular con una mesa como del conde Drácula, la cocina, el estudio-biblioteca y un baño antiguo. En el primer piso están los dormitorios de Silvia, sus padres y tres dormitorios más, y dos baños, uno de ellos reformado y el otro muy usado. El último piso tiene una habitación abuhardillada y el desván, con todos los pingos que no cabían el la bodega. Adosado a la pared de la cocina está el garaje con el AX, las herramientas, las bicis y el cortacésped. Detrás de éste edificio los matojos crecen en un jardincillo interior, y luego se erige otra casona con garaje abierto y una habitación llena de estatuas de jardín amontonadas. La planta superior consta de un baño, un comedor sencillito y dos puertas. La primera corresponde al taller de relojería de su abuelo. Está todavía lleno de relojes y piezas desmontadas sobre las que se acumula el polvo. Los mecanismos y sus sempiternos compases es lo único que da vida en ese sitio, aunque, según dice Silvia, cada vez hay menos relojes en marcha. Conforme van parándose los dejan tal cual. Silvia dice que cuando se pare el último reloj pasará algo. Un poco de yuyu si me produce cuando dice esto en plan sentencias. Pero vamos a lo que vamos. La segunda puerta, la del fondo, que según mis cálculos da al sur, es de un tono verde azulado. Es maciza y tosca. Si cayera una bomba en la casona se caería todo menos esa puerta, estoy seguro. Dice Silvia que está hecha de madera de roble y que hace mucho tiempo la pintaron de turquesa. Tanto rollo sobre la puta puerta y cuando le he preguntado qué había dentro se ha hecho la sueca y me ha cambiado de tema. Yo le he vuelto a preguntar y me ha dicho que era confidencial. Se ha puesto un poco tensa y borde. Ya no he vuelto a insistir hasta que hemos dejado de estudiar. Casi me manda a la mierda.
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Silvia me ha pedido disculpas por ponerse un poco a la defensiva el otro día. Le he dicho que no pasa nada y le he dado un beso en la mejilla. No le ha hecho gracia. Me ha dicho que no le vuelva a besar en el instituto. No entiendo a qué ha venido eso.
Me parece que esto es bastante autobiográfico, ¿no drywater?
ResponderEliminarESTO ESTÁ MUY GRACIOSO. A VER SI CORRE QUE QUIERO SABER EL FINAL DE SYLVIA Y ATOS.
ResponderEliminarNOS VEMOS
Jajajaja, muy bueno!!
ResponderEliminarLa verdad es que no tiene (casi) nada de autobiográfico. Más bien se basa en situaciones imaginarias, pinceladas de gente de la edad que conozco y mi propia visión de cómo era la adolescencia.
ResponderEliminarEsta bien
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