sábado, 14 de febrero de 2015

Siempre hay una historia

Y suelen ser cosas pequeñas, sin importancia ni gravedad, pero siempre están ahí. Es casi imposible levantarse una mañana y decir: “Estoy perfecto”. De un modo u otro, aparecen pequeños achaques que nos incordian. Quizá no para saturar las urgencias –o sí, si eres jubilado y tienes mucho tiempo–, pero desde luego lo suficiente para gastar una semana de tu vida esperando a que se pase. Y solo una cosa lo conseguirá. Como dijo Camarón, “quita una pena otra pena y un dolor otro dolor”. Y es que ná es eterno, salvo la sensación de que algo nos molesta: un repelo despellejao, una rodilla hinchada, la muela del juicio final, la moquita resbalosa, unos pinchazos premenstruales, la gripe puntual, la maldita espalda, los ojos pitañosos, ese ineludible dolor de cabeza, el empacho de ayer, la irritación de garganta, un buen virus de las tripas, el recurrente esguince de la época futbolera, el herpes labial que además queda antiestético… hay para todos.
No sé cuántos de los anteriores síntomas han vivido en el último mes, aunque seguro que más de cinco y menos de los que podían haber sido. Pero una cosa está clara: hay afecciones que nos tienen que pasar, cierto, pero otras nos las ganamos a pulso. Hablo por ejemplo de esa caries intermitente que va y viene como taladro por su diente y a la que sólo le ponemos fin cuando duele de seguido; o esa tos tabaquil que curiosamente siempre le sale al que se fuma un paquete diario. ¿Qué coincidencia, verdad?
En fin, que para los padrastros, más cortaúñas y menos dientes; para el dolor de espalda o de rodilla, más deporte y menos dulces; para la garganta roja, menos cascar y reposo vocal, que viene a ser lo mismo. Otros ya tienen más complicada solución. Las mensualidades son tan inmanentes a las féminas como la maternidad, pero estaría bien pulsar un botón y poder tener la regla durante los diez o quince años en los que una quiere oír pasitos inquietos por el pasillo, librándose de su obligada visita el resto de la existencia.
En todo caso, todo lo anterior no era sufrimiento, solo molestia, pero a falta de verdaderos males y enfermedades nos creeremos que nos pasa de todo. Ya veras cuando cojas algo serio de verdad, como unas legañas matutinas o una espinilla sin cabeza. Dónde va a parar.

3 comentarios:

  1. Pues sí, siempre hay una historia pero es que la vida es un cúmulo de historias...En fin, que como bien dices "ya verás como cojas algo serio de verdad"...
    Ánimo y vivan los achaques!!!

    Un abrazo!

    ResponderEliminar
  2. Los malestares los convertimos en dioses al atender su visita, para saber que nadie se muere y nadie se alivia por el que se queje mas. Vamos siendo mas débiles al saber que somos mortales.
    Saludos!.

    ResponderEliminar
  3. La historia de una vida es un listado de achaques, al fin y al cabo, van a contar más de nosotros de lo que querríamos.

    ResponderEliminar