martes, 21 de octubre de 2014

Mucho es demasiado (3/3)

–Pero… ¿qué te ha pasado?
–Pues… si te lo dijera no lo creerías.
–He visto a un criminal enamorar a la psicóloga de la prisión, conseguir el tercer grado, irse a vivir con ella y descuartizarla al tercer día. Estoy abierto a todo.
–Escucha pues, Huesca. Todo empezó con unas antiestéticas patas de gallo.
–Ahora tienes patas de pollita.
–Qué gracioso. No me interrumpas.
–Perdona.
–Me pareció que me estaba envejeciendo demasiado rápido por culpa del café y las pocas horas de sueño, así que busqué una solución. Pero no una cualquiera. Descubrí por internet la tienda del Sr. Wing de Chinatown.
–¿Y ese quién es?
–El que poseía a Gizmo, el de los Gremlins.
–¡Pero si era una película!
–Sí, pero la tienda existía de verdad, y tenía un montón de remedios milenarios para casi cualquier dolencia o síntoma.
–Bueno, bueno, ¿y qué paso después?
–Compré una mascarilla facial rejuvenedora.
–¿De qué era?
–De pepino cantonés.
–¿Y funcionó?
–¿Tú que crees? –dijo Juliana posando–. Cada día parecía un año más joven.
–¿Y qué tal?
–Pues al principio bien. Luego empecé a verme un poco adolescente. Y cuando quise pararlo parecía una niña. Y ahí sigo.
–¿Aún pierdes años?
–Ahora ya se está empezando a estancar. Pasé miedo. Mucho. Creí que iba a renacer inversamente y me transformaría en cigoto.
–Has visto demasiadas películas.
–Sí, mira mis piernas. Ya no me queda ni vello.
–¿Por qué no fuiste a las autoridades?
–Cuando acudí ya parecía menor de edad. La primera vez me hicieron una prueba de alcoholemia. La segunda ni me dejaron entrar.

El colombiano y la esposa pergeñaron mil maneras de arreglar el malentendido, pero todas chocaban con la incredulidad o la burocracia. Los seis días de permiso llegaban a su fin y no habían resuelto el indulto de Michel. Antes de volver a la Cárcel Suprema de Los Monegros, Huáscar le pidió la crema rejuvenecedora de pepino a Juliana.

–Llévatela –le dijo–. A mí no me ha traído más que problemas.

Huáscar Merino solo estuvo dos días en la Suprema, pues le concedieron el tercer grado. Se despidió de sus compañeros, en especial de Michel, y empezó una nueva vida. Mes y medio después, leyó en el Heraldo una noticia que le iluminó el alma.

Puesto en libertad un niño que llevaba dos meses encarcelado por error. El pequeño, Michel Litago, de unos nueve años de edad, apareció inexplicablemente en su celda, pues se le había asignado chabolo y esperaba juicio por presunta pederastia, cargo del que ha sido absuelto por ser menor y no poder ser juzgado, además de que, por su misma naturaleza, no puede haber incurrido en dicho delito. Se están depurando responsabilidades políticas y no se descarga algún cese dentro de instituciones penitenciarias.”

3 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con Lolítica, es genial...
    Una de las cosas me más me cuesta asimilar es el tema del visto bueno de los psicólogos con determinados criminales, no termino de asimilarlo, ni aunque haya sexo de por medio...Jajajaja...

    Un abrazo Drywater!

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