sábado, 9 de agosto de 2014

¿Eres un friki?

La negación de la patología suele ser a menudo el primer indicio de sufrirla, por eso, ante la pregunta del título cualquier cosa que digas podrá ser utilizada en tu contra. Cuanto más jures que tu nivel de obsesión por algo es meramente razonable, más estarás admitiendo tu soterrado frikismo. Poco importa que solo determinadas aficiones sean susceptibles de tipificarse como frikis, porque en el fondo, todos tenemos un punto excesivo con una cosa o con otra. Negarlo es como jurar no haber visto el video de Laura Pausini o el mordisco de Luis Suárez.
Pero... ¿qué es el frikismo? Aparentemente es mostrar un excesivo interés o devoción por una práctica o afición minoritaria, algo casi enfermizo que desafía lo prudente y que nos coloca en el dudoso podio de los fanáticos. Lo verdaderamente injusto es que la tipificación la cataloga el vulgo, de manera que si vas con la camiseta de Ferrari eres un aficionado pero si llevas una de Linterna Verde te tildan de friki.
En todo caso, no es el gusto por lo exótico lo punible; lo que se tiende a satirizar es el abuso ridículo del celo por algo, como salir a la calle con los puños del increíble Hulk o escuchar misa en la iglesia maradoniana. Como le dije una vez a una chica emo, cansada de que le mirasen y juzgasen, “si no quieres llamar la atención por la calle, no vayas disfrazada de gato”. Lo que no podemos pretender es salirnos de la norma y obligar a los demás a entenderlo. Si paseo desnudo por el centro es evidente que me van a mirar mucho más que si llevo una camiseta de apoyo a los suicidios por inhalación de monóxido de carbono.
Sin embargo, no sé quién ha determinado lo que es razonable y lo que no, y por qué no podemos salirnos del tiesto cuantas veces queramos. Estamos constreñidos por la norma social y su presión es fuerte, muy fuerte. De ahí que intoxicarse con alcohol esté bien, se aplauda y celebre, pero coleccionar comics de superhéroes conlleve la frikización de la víctima. Idolatrar a un pateabalones poniéndose su camiseta y pagando dos mil euros para ver un partido suyo es un absurdo absolutamente aceptado, pero si peregrinas a Tarragona a ver la estatua de Mazinger, aunque te vaya de paso, te conviertes en un fanático infantiloide e inmaduro. No me jodas.
Supongo que los festivales existen para poder desinhibirse alegremente. Para vestirse de guerrero medieval en Los amantes de Teruel, de Darth Vader en la convención de Star Wars, de vampiresa en Halloween, de locaza en el Orgullo Gay, de Spock en Star Trek, de rey negro zumbón en Reyes, de drag queen reinona en Carnavales, de Ku Klux Klan en Semana Santa, de abuelo gordo cocacolero consumista en Navidad, de cowboy en el rodeo, de futbolista en un partido, de superhéroe con los calzoncillos por fuera en la premiere de una peli de DC...
Tal vez sería más fácil aceptar la diferencia, el exceso y la ridiculez ajena con la misma indulgencia que perdonamos nuestra propia defenestración. ¿Acaso no es cómico ver gordos en bicicleta con el maillot por encima de la tripa, o calvos que se dejan largos los pelos del lateral para peinárselos sobre la capota, o chanclas con calcetines negros, o ninis que hacen el caballito con la moto mamaos perdidos, o amigos que no se hablan porque whatsappean compulsivamente?
Todos somos frikis, solo que a algunos la sociedad no nos lo ha dicho todavía. El resto, seguiremos escondiendo nuestra identidad secreta bajo un disfraz de normalidad, ese que nos vendisteis nada más abandonar la bisoñez.

2 comentarios:

  1. Yo no soy friki, aunque tengo muuuchas camisetas de todo tipo y me encantaría ir a la urbanización esa de Tarragona a ver a Mazinger. No entiendo esa manía de clasificar e identificarse con algo, aunque sea con ser algo tan insustancial como ser un friki. ¿Si me gusta el Real Zaragoza pero me da pampurrias La Guerra de las Galaxias soy un friki, un futbolero, un poco gilipollas o es algo normal?

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  2. Todo el mundo es friki en algo, el problema es que es muy fácil ver la paja en el ojo ajeno. Tal vez llamar frikis a los demás sirva para ocultar nuestros propios frikismos...

    No sé por qué nos avergüenza que los demás sepan que nos gusta tal o cual cosa minoritaria, es como si hubiera que llevar siempre la procesión por dentro o considerámos un estigma la etiqueta de "rarito".

    Abrazos.

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