domingo, 17 de agosto de 2014

Brasas, tostones y rolleros

No sé por qué pero el mundo está lleno de personas que te sueltan rollos que no quieres escuchar. Será por la temática anodina, el punto de vista narcisista, la declamación pausada y aburrida, o acelerada y agobiante, o la repetición de la historia hasta la perpetuación de la misma en mito o leyenda de chichinabo.
Lo único seguro es que nunca te vas a librar del sermón. Nadie se atreve a decirle a un juglar coñazo que su historia le importa una puta mierda. Y se debería poder expresar, aunque solo fuera para no volver a escucharla, una disconformidad con lo narrado o un tedio absoluto de escucharlo. El caso es que resulta demasiado violento decirle a alguien “tu viaje a Mallorca no me interesa a menos que me lo cuentes en lo que dura una moneda en el Peep Show”.
Personalmente, creo que lo más estresante del amigo brasas es que solo habla él. Si la narración permitiera establecer diálogos, meter apartes, expresar uno mismo lo que siente en plan cuña opinadora, o hacer valoración de lo escuchado, tal vez así el monólogo monotemático sería una conversación como dios manda.
Dentro de los discursos hay varias tipologías, por lo general, a la medida del orador. La más corriente es la reseña autobiográfica. Normalmente versa sobre enfermedades, viajes, relaciones de pareja, enquistamientos interpersonales, asuntos laborales, posturas en la cama, aventuras de los hijos, anécdotas… Nadie está libre de soltar uno de estos. Yo, cuando lo hago, al menos procuro –y consigo– ser breve, tal vez porque soy consciente de que una cosa es informar y otra monopolizar la conversación con algo que probablemente no va a entusiasmar. Lo mismo hasta aburre.
Otra variante es el anecdotador mentiroso compulsivo. En su triste afán por asombrar al oyente, el exagerador nato inventará, adornará, redefinirá momentos para sentirse especial. Es curioso, nunca me ha gustado contar historias inverosímiles por miedo a no ser creído, por temor a ser etiquetado como uno de estos sujetos. A ellos les pasa lo contrario. A más grande la rueda de molino, más le gusta hacerte comulgar con ella. Tengo alguno de estos cerca y dan mucha pena. Nunca me he atrevido a dejarlos en evidencia, y he tenido momentos, aunque jamás comprenderé por qué mienten. Por sentirse bien destacando, supongo.
Luego está el aprendiz de todo, maestro de nada. Acaban siendo irritantes por su alto grado de conocimiento sobre todas las cosas y temas. Aunque sean cultos de facto, para el interlocutor resulta molesto que ordenen la cosmovisión y no ofrezcan un reducto de incultura en el que los demás se sientan momentáneamente superiores. Todos necesitamos oxígeno sapiencial; que no se lo inhalen todo con sus pulmonacos enciclopédicos.
Además de las temáticas y ámbitos de actuación, lo otro que cansa de los rolleros es su dicción. Algunos están encantados de escucharse, y hablan y rehablan con un poso y unas recursos prosódicos dignos del mejor locutor de radio. A mí, impaciente que es uno, me carga sobremanera escuchar la información vieja y la nueva de una misma frase en el intervalo de tres minutos. Prefiero algo directo. Un titular y luego ya una explicación. Tanta incertidumbre para captar la admiración ajena…
Otros charlatanes son todo lo contrario. Largan a la velocidad del rayo y sin dejar espacio acústico para relajarse, refutar o pensar en lo dicho. No permitir hablar a los demás me parece de un egoísmo exagerado, y lo mismo da que rajen como loros o que se gusten como divos. No se les puede interrumpir y eso es nocivo. Es fácil que no tengan muchos amigos.
Hay personas que tenemos mucho que decir. Para eso se inventó el whatsapp o, si son rudimentarios como el jinete que les habla, el blog. Así no se obliga a nadie a poner las orejas. El que quiera leer, que encienda las pestañas. Y el que no, pues estupendo. Pero en la interacción oral, escuchar es algo mucho más preciado que cascar, aunque lo realmente precioso es poder conversar. Y cada vez encuentro menos profesionales del verbo. A veces ni amateurs.

4 comentarios:

  1. Bueno, como de costumbre coincido contigo, y ahora es en esas tipologías de conversaciones y en esas seres humanos que hablan por hablar y que así destruyen la maravillosa concepción y el verdadero significado de una buena oratoria y una comunicación de calidad ,que suele darse cuando es bidireccional no cuando sólo habla uno, no para de hacerlo y no deja que el otro lo haga. Sin embargo apreciado Drywater, no debemos pasar por alto las necesidades humanas de nuestros congéneres que actuan así, pues en el fondo estas conversaciones unilaterales también encierran dentro de sí importantes carencias de los individuos que las practican.

    Me alegra volver a pasar por tu casa después de mis vacaciones.,
    Un abrazo!

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  2. Suelen coincidir las tipologías que citas, entonces el rollero/a se eleva a una categoría superior e inalcanzable.
    Los que somos de pocas palabras y algunas letras somos sufridores de esos seres o, a lo mejor, somos complementarios, al fin y al cabo, dos rolleros/as juntos sería imposible de soportar por nadie.

    Saludos!

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  3. Yo, ante tipos así, desconecto inmediatamente. Kapuscinski decía que a partir de la décima palabra ya no escuchamos al que nos habla. Así que ya sabes: en diez palabras hay que decirlo todo, pues lo que se diga después se va a perder en la atmósfera.
    Salut

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  4. Ya se sabe que cansinos hay por todos lados...a mí me cargan mucho los sabihondos, todos conocemos alguno, ese tipo de persona que tiene un método para cada cosa que te puedas imaginar, desde pelar una manzana a cambiar la cerradura de la puerta del coche, no contentos con hacerte ver que lo saben todo siempre te soltarán un rollo-chapa sobre los porqués de su método que siempre va a ser infinitamente mejor que el tuyo (en su opinión) aparte están tan enamorados de sí mismos que aprovechan cualquier momento para contarte su vida, presente y pasada, cargada de detalles y sin ir al grano nunca.

    Creo que con los años he aprendido a desconectar y a poner el piloto automático anti-cansinos, ellos hablan, yo pienso en lo que voy a cenar esa noche jajaja.

    Abrazos.

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