sábado, 4 de enero de 2014

Alernas, fueretes y chocalatinas

Aviso: Este ensayo está escrito en castellano versión 2.0.0.9

Sí, lo admito: tengo una seria crisis ortográfico-existencial. Han pasado tres años y todavía no me había empapuzado de las flamantes novedades acentuales, nomenclaturales y grafológicas. Sigo sin hacerlo, pero no pasa nada. Copiando el patrón de los tiempos actuales, ése que invita a corto-pegar en el traductor de google la redacción de francés, a corregir sólo lo que word subraya con ondulado rojo o verde, a solucionar cualquier conato de investigación académica ingresando en el rincón del vago… con semejantes antecedentes me he limitado a leerme un resumen de nueve páginas a cuenta de decodificar las normas de ortografía 2010.
No pasa nada. Uno es de la generación tigretón y Mazinger Z, ha visto a Naranjito volverse verde, a Chanquete morirse siete veces –y eso que Verano Azul no me gustaba–, a los dos rombos de la tele jodernos la película del sábado y al coche de El hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra darse en cuatro ocasiones la misma castaña, pero tiene capacidad de adecuarse a las nuevas tendencias: la wikipedia va a misa, si lo dice Marca es cierto y si no tiene whatsapp no existe.
Bueno, pues ahora resulta que toda mi literatura no es ortográficamente correcta. Y ya no digo los clásicos, aquellos ensayos fechados cuando la crisis era perder tres partidos y no tener seis millones de parados. Me refiero también a los escritos que a día de hoy no cumplen la norma ISO 9000 ni superan la prueba del algodón. Vale que en muchos casos la RAE recomienda y no obliga –dícese sólo, éstos, aquéllos sin rúbrica–, pero a guion, truhan y hui, por mucho que mi office 2003 los ruborice, ya no se les puede enfatizar.
A mí lo que me desazona de todo esto es que la lengua es de todos, sí, y es el hablante y no las instituciones quien determina el futuro lingüístico de nuestras manifestaciones verbales, pero me da la fúnebre sensación de que en lugar de prescribir lo correcto se han limitado estos zánganos a describir lo equivocado y darle un valor que no merece. Ya sé que los ninis, el facebook y el whatsapp acabarán destrozando el idioma en tiempo récord, que se fumarán las haches y se echarán las cus en los pelotazos como si fueran cubitos de lengua, que diezmarán mi bienamado alfabeto castellano hasta usar sólo veinte letras, pero, ¿por qué darles el trabajo hecho? ¿Por qué premiar al patán con los inmerecidos laureles de la legitimidad? Y lo peor: ¿por qué castigar al culto, al cuidadoso, al esforzado que se metió la tinta en las venas hasta dar pie al traído refrán que hablaba de inyectarse letras en las trasfusiones sanguíneas* y conminarlo injustamente a un imposible reciclaje ortográfico?
Pero tampoco debe uno darse de latigazos. Bien pensado, el modus operandi de la  RAE respecto a la reforma lingüística tampoco se escapa tanto de otros comportamientos similares. En España, en la actualidad, hay tanta corrupción e inoperancia que el delito ha dejado de serlo y la negligencia la pagan los demás. En ambos casos, ya no se castiga al infractor. Yo propongo que todos afirmemos que la Tierra es romboidal con topos y que Anita Botella sabe hablar inglés. En pocas semanas nos cambian los libros de sociales y nos homologan a todos en nivel C2 de idioma moderno.
La humillación sistemática que se hace de la lengua es brutal. Y no digo en los móviles. Ésos y sus dueños tienen carta blanca a la hora de mutilar compulsivamente el español igual que hacen con los parques después de un merecido botellón. No. Yo hablo de los foros donde el lenguaje debe ser clínico y preciso. No puede ser que en cuatro minutos de telediario te comas tres faltas de redacción en dos titulares. Que cojan al becario y lo manden a por los cafés, como se hacía antes. O que se chupe diez mil horas de mecanografía, pero que aprenda a escribir, joder, que según el pavo de rotulación había alernas por fueretes vientos y los de de CIU se habían vendido por cuatro chocalatinas.

*Para los de la ESO: “La letra, con sangre entra”.

3 comentarios:

  1. Los cambios en la ortografía (en mi opinión a peor ) son el reflejo de los cambios actuales. La ortografía también está en crisis.

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  2. Esto que nos cuentas es un ejemplo más de una sociedad que anima a no pensar por unos mismo. Para qué va a saberse nadie las mínimas normas ortográficas si luego te lo puede corregir la máquina. El problema viene cuando además de no saber es un coñaaazo andar cambiando todas las tontadas que te dice el word.

    Luego hay cambios que no me cuadran como, por ejemplo, que a los antónimos ahora se les llame contrarios.... al menos en libros de 3º de Primaria

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  3. Creo que la norma a la que haces alusión no la sigue ni Dios. Ni siquiera la mitad de los académicos, algunos de los cuales ya se pronunciaron en contra en su momento.

    Soy de los que piensan que cada cierto tiempo tienen que sacar normas "bomba" para justificar que hacen algo y que no son sólo un adorno. Normas que en la siguiente revisión serán otra vez sustituídas, reemplazadas por otras más absurdas aún. Y cuando no cuajen dirán que son "recomendaciones".

    Un abrazo.

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