La que nos
merecemos. La que ofrecemos, esa que impartimos, llena de incongruencias y
chapuzas. Porque una cosa es que recorten medios, quiten apoyos, anulen desdobles,
eliminen programas, ajusten presupuestos, bajen sueldos, roben pagas extra, incumplan
contratos, supriman becas, suban tasas y cobren por respirar conocimiento –con
un inútil de ministro es lo mínimo que nos podría pasar–, y otra muy distinta
es que arruinemos su espíritu desde el interior.
La esencia de la
educación no reside en los principios, ni en los contenidos, ni siquiera en las
ideas; el alma son los maestros, esos seres que parecen impartir una materia
aislada del mundo, hermética e impermeable. Mucho podría decirles sobre la
necesidad de reinventar la educación, de pisar el aula una vez al mes, de enseñar
idiomas mediante inmersión lingüística, ciencias en el campo, química en el
laboratorio, economía en el mostrador, música contra las cuerdas. Sí, la teoría
no nos lleva a ningún sitio. Tal vez lo haga otro día.
Los profesores
enseñan desde el mismo momento que entran por la puerta: cómo visten, el modo
en que se expresan, cómo huelen, las cosas que dicen, la forma de interactuar
con los niños, de mirarles, de explicarles, de generar complicidad, de
corregirles, de preocuparse por ellos. La relación entre maestro y alumno es
tan sagrada que ningún incompetente debería corromperla suplantando a un
educador.
Y sin embargo, y
desafortunadamente, para ser padre, conductor y profesor los requisitos son
mínimos, y la responsabilidad gigantesca. Cualquiera puede aprobar un examen de
conducir, cohabitar con acierto o sacar un dos en una oposición. Pero criar a
un hijo, manejar un vehículo y educar a un niño es peligroso: se puede matar a
una persona, a una familia, a una clase.
Jodidos estamos.
Bastante tenemos con desempeñar uno de los oficios más exigentes del mundo para
que cualquier necio venga a cuestionar nuestro cometido, a restarnos horas de
labor –muchas, se lo aseguro–, a envidiar nuestro estatus (ya no sé cuál), a
relativizar nuestro esfuerzo, para que luego aparezcan un puñado de jetas que
quieren vivir bien y se suban al carro de la enseñanza con el caballo de las
vacaciones y las riendas del funcionariado.
Y ahí sí reblo: en
este gremio el que quiere trabajar 20 horas semanales las hace y punto. Otra
cosa es que imparta unos contenidos de mierda, que no corrija un solo cuaderno,
que le importen un carajo los chicos, que lleve 30 años haciendo lo mismo curso
tras curso, que no se implique ni un ápice, que se siente en clase sobre el
sillón de la pereza o que se ponga a leer el periódico mientras los jovenzuelos
trastean. Yo esto lo he visto y encajado con una mezcla de pavor y
estupefacción. Son y existen, y no distan mucho de ser aquellas personas con
las que nunca te marcharías a tomar un café, porque el profesor no es sino una
versión académica de la persona, y difícilmente el que es un gilipollas fuera
se vuelve profesional en el aula.
Estoy harto de
estos inútiles. Destrozan el trabajo de los demás, aterrorizan a los
jovencitos, les comen el alma y les enseñan a odiar argumentando que la vida es
injusta y deben acostumbrarse a ello. Desde luego que es injusta: que les toque
un hijodeputa como tú en lugar de un docente decente es la mayor injusticia del
mundo, y que te paguen por joder a seres en formación me parece una retorcida
broma del sistema este tercermundista que sostenemos. Lo único que los chicos quieren
es que te preocupes por ellos, que los marques, que los quieras y que los
apoyes, que te impliques y que seas un eje de coherencia y equilibrio en un
mundo cambiante y excesivo que no comprenden y al que se lanzan sin saber dónde
o cuándo acaba la caída libre, y si les hará mucho mal. Sólo quieren que les
mostremos el camino, que les hagamos fuertes, serenos, confiados, maduros,
resistentes y consecuentes. ¿Cómo les vas a enseñar tú eso si careces de la
mitad de las cualidades que pretendemos inculcar? ¿Quién fue el imbécil que te
regaló el carnet de maestro?
Mientras haya gente
así la educación será un asco. Tal vez deberíamos esterilizar a los pichas
bravas, inhabilitar a los conductores negados y despachar a los profesores no
vocacionales, porque la paternidad responsable, la seguridad vial y la
enseñanza de calidad son asuntos demasiado serios para dejarlos en manos de
cualquier objetor de la responsabilidad. Ésos que opositen para tolais. Lo
mismo suspendían por falta de estudio. No pasa nada: pueden hacerse ministros
de educación, cultura y deporte.
Te suscribo palabra por palabra. En la educación está el futuro aunque haya personas a las que le de igual. Un abrazo.
ResponderEliminarComprendo perfectamente tu exabrupto. Debe de ser muy duro contemplar cómo el esfuerzo de unos pocos se ve enturbiado por la desidia de otros tantos que sólo buscan la mamandurria. Y aunque eso sucede en muchas profesiones, con las cosas de educar no se juega. Es el futuro de las generaciones venideras.
ResponderEliminarSalud colega.
Ciertamente la educación es determinante y ciertamente como bien dices estamos jodidos Drywater.
ResponderEliminarUn abrazo
Es tremendo lo que está pasando con la educación en España.Buenísimo artículo.
ResponderEliminarPor desgracia ocurre lo mismo en el sector sanitario...
ResponderEliminarYo aún estoy en el instituto y estoy sufriendo en 2º de bachillerato a los profesores que atrasan exámenes para no corregir en vacaciones, los que solo quieren cumplir con el temario sin importarles si las cosas se aprenden o no, los que efectivamente ya no se quedan leyendo el periódico pero sí demuestran una actitud totalmente pasiva con nosotros...y esos son los que llevan 5, 10, 15 años en el centro, mientras que aquellos que sí que me han enseñado y que sí se les veía que amaban los que hacían han durado en el instituto uno o dos cursos...da gusto que sea otro profesor el que diga estas cosas.
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ResponderEliminarPor cada mamandurria por lo menos hay otro que recompone el desaguisado, aunque hay ocasiones en que el roto es irreparable... Esos mamandurrias que dice la Espe que existen acaban en la política, de presidente o ministro. Así nos va.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo contigo: ese tipo de "profesor" por llamarlo de alguna forma, sobra.
ResponderEliminarDurante mi etapa educativa he tenido con lidiar con varios de esa calaña, que lejos de ayudarte lo único que hacen es frustrar tus aspiraciones, diciéndote que no sirves para esto o aquello y de los que no aprendes nada, repito, nada.
Y eso lo hacen curso tras curso hasta que les llega la jubilación, es triste que durante toda su etapa nadie haga absolutamente nada. Después nos lamentamos cuando salimos a la cola de Europa. ¿Para cuándo se hará un informe PISA sobre el profesorado? Creo que más de uno se llevaría una sorpresa.
Un abrazo.