domingo, 20 de junio de 2010

El retrato de Dorian Gray 2010

Hacer películas partiendo de obras maestras de Shakespeare o Wilde es casi un suicidio fílmico, una inmolación celuloidal severa. Uno puede acercarse a Hamlet, Macbeth o El sueño de una noche de verano del mismo modo que se asoma a los epigramas inmortales de La importancia de llamarse Ernesto o El retrato de Dorian Gray: Descubriéndolos en la pantalla grande o rindiéndose ante ellos en su texto original. Si el espectador opta por ver las películas antes de conocer los libros, esta versión de Dorian Gray de 2010 atrapará sin duda su curiosidad hacia las obras del irlandés. Pero, estimado amigo, si usted ya conocía a Lord Henry Wotton, Basil Hallward y Dorian Gray el intento cinematográfico le sabrá a muy poco.
La película adopta un tono presuntamente moderno, eliminando las ideas o conceptos que parecen desfasados o poco entendibles en este siglo. Así, la shakespeariana muerte por amor despechado de Sibyl Vane se excusa ahora en un embarazo no deseado y unas interminables prerrogativas del joven Gray. Igualmente, Dorian no repudia a la actriz porque haya perdido su intensidad dramática, sino porque desea malvivir y gozar de ello sin ataduras filiales. Lord Henry no sólo es el corruptor en la cinta, también se descubre como detective y padre coraje en sus horas libres.

No obstante, la libertad con la que el director Oliver Parker moldea la trama no hace sino añadir artificiosos giros innecesarios a una historia redonda en su diseño original. Asesinar a Basil al cabo de un año en lugar de esperar a que Dorian se corrompa en veinte no hace sino desvirtuar la naturaleza oscura del vicio, progresiva, imperceptible, pero letalmente perniciosa. Otras licencias incluyen quemar el cuadro, involucrar a Lord Henry en el desenlace, así como seducir a su hija, inexistente en el libro, matar al pobre James Vane en la boca del metro en lugar de ser accidentalmente tiroteado o echar el cadáver de Basil al río en lugar de dejárselo a Cambell para que se deshaga de él con sus productos químicos. Con todo, lo que más perjudica al filme es la naturaleza explícita de la perversión y el vicio frente a la tenue insinuación que levitaba entre las páginas del libro original. La homosexualidad latente de Basil Hallward nunca pasa de un ardiente deseo de proteger a Dorian y de gastar la eternidad con él. En el largo, por el contrario, abandonamos a los dos amigos a medio camino entre una felación orgiástica y una oscura maniobra calientapollesca del protagonista. Poco importa si consuman o no, la escena ya viola la elegancia y discreción de Wilde.
Además de las escenas, lo que más pierde del film son los personajes: Sybil cambia de inocente actriz de teatro a cazafortunas mega; James se obsesiona tanto con Dorian que se entrevista con él hasta tres veces en lugar de una; Basil en cambio sí reproduce la esencia de su pasión por el arte y por la belleza de Gray; el mismo Dorian se muestra inexpresivo en lugar de asombradamente inocente y despierto al mundo sensorial; por último, Lord Henry muta de cínico y elegante dandy a amargado contumaz, dibujando una agria mueca de inconformismo donde Wilde pintó una media sonrisa de hedonismo cómplice.
Pero más allá de las odiosas comparaciones, ciertos motivos no desfallecen: el mito de Fausto vendiendo su alma al diablo a cambio de la eterna juventud, la hipocresía de la sociedad victoriana y su doble moral, la exaltación de valores efímeros como la juventud, la belleza, el placer, el exceso o la perversión, las proyecciones de Wilde en los tres amigos, su propia homosexualidad y su amor por el arte y la estética impregnando la trama, la dicotomía entre el bien y el mal, el viaje sin retorno de la pureza por los rincones oscuros de la degradación humana, y la teoría, indispensable para comprender la obra, de que la cara es el espejo del alma. No deja de ser inquietante, para cualquiera interesado en bucear en los límites de las fronteras morales, ponderar la obra como un ensayo de liberación del instinto más allá de las restricciones sociales que la civilización nos impone para evitar que el cuadro temporal que es el espejo se parezca tanto al retrato de Dorian Gray.

9 comentarios:

  1. Esta crítica me encanta y estoy de acuerdo en que la película es una versión muy libre, muy libre... pero al que no se haya leído el libro ni visto la peli le has "chafado" las dos con tanto detalle¡¡¡

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  2. Ver la película (que me gustó mucho) me ha dejado con ganas de leer el libro y esta crítica todavía más.

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  3. Esta tarde iré a ver la película.

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  4. No tiene que ver con Dorian Gray, pero igual te gusta este otro blog:

    http://loqueveoenzaragoza.blogspot.com/

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  5. Animaos oues a verla que tampoco está mal. No obstante sigo recomendando el libro (para uno que me he leído...)
    Lo que veo en Zaragoza me está gustando. Ahora mismo voy a seguirlo.
    Un abrazo

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  6. En la peli, el cuadro da un yuyu....

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  7. La pelicula es malisima, inventan el contenido de una gran obra maestra

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  8. excelente critica ;) me ha encantado ^^

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  9. Si el libro fuera como la película, ni siquiera estaría al nivel de uno de Paulo Coelho. Dorian Gray seduciendo a Basil Hallward? A quien demonios se le ocurrió incluir tanta estupidez y cambiar tanto del libro? Que película tan asquerosa!

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