sábado, 8 de agosto de 2009

Risto Mejide, el justiciero vengador

Apareció hace tres años, y desde entonces ha sostenido él solo la audiencia voluble de un reality infame, acabado, aburrido, falso y oportunista. Repartía por igual crueles verdades que efectistas exageraciones, y los burros a los que achuchaba intentaban responderle a su nivel, sin darse cuenta de que tras las gafas de sol y la cara de poker se escondía una cuidada estrategia de marketing, muchas horas de análisis de ensayos infumables y convivencia granhermaniana, y unas metáforas aparentemente improvisadas pero fruto en realidad de arduo trabajo de elaboración.
Evaristo Mejide tiene algo que me gusta, que me encanta. Algo que muchos codiciamos: tiene la facultad de decir lo que le salga de los cojones sin importarle una puta mierda si tiene razón o no o lo que puedan pensar de él. Risto no necesita caer bien. Tampoco es una característica tan escasa. Conozco gente con esta misma cualidad. Son inquietantes. Nunca te responden de inmediato, esperando que su silencio acreciente tu inseguridad o rebaje tus últimas sentencias a la categoría de gilipolleces rompediálogos. Son capaces de subir cien pisos de ascensor contigo sin abrir el buzón, o de hacer algo en lugar de decir que lo van a hacer, mientras tú te comes de impaciencia o curiosidad. Los hay bordes por naturaleza, por timidez o porque se limpiaron el culo de pequeños con papel de lija, pero a menudo esconden una secreta obsesión por no decepcionar, para lo que desde el primer momento trabajan su antipatía de serie.
Sin duda Risto es uno de estos especímenes, acrecentado por una mente privilegiada, la licenciatura en Dirección de Empresas y su dilatada experiencia en publicidad y docencia universitaria. Imagino que para el malvado justiciero despacharse a una panda de niñatos creídos e inmaduros no tiene ningún mérito después de impartir dos o cuatro horas de “creatividad” a cien universitarios con cultura, cabeza y mucho más respeto por la jerarquía académica y social. Con todo, hay que admitir que a veces resbala hasta el suelo, utiliza metáforas y símiles excesivamente hirientes y con frecuencia busca el aplauso de sus consideraciones antes que la verdad evaluadora de los inocentes experimentos de Telecinco. No importa. Lo que vende de OT no es que una rubia limitada o un crío con gomina y tontería a partes iguales canten bien o mal, ni que ganen el concurso este que sólo vale para que los adolescentes se dejen el saldo en SMS. Lo que la audiencia viene a ver es carnaza: que el gafas suelte una burrada exagerada aunque cierta, con ingenio y bastante humor, y ver la cara que se le queda al pavo del otro lado, que a menudo no ha entendido nada, salvo que se están metiendo con su voz, su actitud o su comportamiento.
Desgraciadamente el trasfondo de Risto Mejide tiene mucho de verdad. Los tipos estos son irrespetuosos, infantiles, narcisistas y egocéntricos hasta reventar. Lo primero que hay que trabajar en muchos de ellos es la educación más elemental, el respeto, la humildad para recoger consejos. ¿Por qué será que los jóvenes piensan que lo saben todo y los hombres admiten que no conocen nada? Supongo que cuesta bastante asumir a los veinte años que no eres el dios de la música y que cada tres días treinta mil personas no te van a gritar que te adoran, si me permiten parafrasear a Paul Hewson de U2.
Lo más rompedor de la persona o el personaje de Risto es que, además de dar palos a los triunfitos, en los últimos programas le dio por arremeter con el mismo ingenio contra organizadores, profesores, presentadores, a veces incluso sin venir a cuento o sin mediar motivo ninguno. No sería tan controvertido si tuviera la razón en todo lo que dice, que de hecho no es lo que le ha hecho famoso e indispensable, sino el cómo dice esas cosas medio-verdad medio-opinión subjetiva. Hace falta mucha inteligencia para comprender un medio tan complejo como la tele y vaticinar de antemano que clase de pienso pide: agresividad verbal, irreverencia y escepticismo, crítica elegante y juicio desafectado, sin emociones que empañen el veredicto. Y haberse tragado todo el cine de Sergio Leone, al menos de spaghetti western, porque lo único que le falta al señor Mejide es escupir antes de mandar a cada uno de los karaokenses al infierno de los nominados sin nombre.
Tampoco piensen que Risto es perfecto en lo que hace. También cae en contradicciones lógicas, exagera hasta la extenuación y en ocasiones se atasca al declamar sus ocurrentes metáforas, que por otra parte tampoco son nuevas. Óscar Wilde ya coqueteaba peligrosamente con el vicio de crear sentencias, aforismos y epigramas de gran contenido e ironía a la vez, dando lugar a resultados efectistas a veces alejados de la objetividad si la carga humorística falseaba, deformaba o exageraba la verdad. Pero comparar a Wilde y Mejide más allá de la grafía sería hacer un flaco favor a ambos, ya que brillantez, cultura e ingenio son pocas cualidades para ponerlos en la misma frase. Si añadimos paletofobia y excentricismo ya empiezan a casar.

7 comentarios:

  1. Muy majo este artículo ¿De dónde sacas esas palabrejas como "karaokenses" o "paletofobia"? A mi "Mejide" no me cae mal del todo. Lo veo un poco extraño, la verdad:va de tímido y de "cerrado" con sus gafas y luego suelta "sapos y culebras" contra todo el mundo...pero no lo puedo evitar, me cae simpático. Un poquito "sociópata" es... o algún trastorno con falta acusada de empatía ... En fin, es muy majo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Totalmente de acuerdo en lo de sociópata y falto de empatía

      Eliminar
  2. Hostia, tío, te llamas igual que yo
    Majo el blog
    biosaludos

    ResponderEliminar
  3. Tienes razón sobre lo que dices de Mejide, y más sobre OT, pero pufff a mí este tío no me atrae ni un pelo, salvo para.. en fin lo dejo, creo que me he explicado :)

    ResponderEliminar
  4. Excelente radiografia: Yo era adepto a Mejide con contradicciones y exagearaciones. Su culmiación, se tenía que haber retirado entonces, fue cuando el silencio del concursante de raza gitana (perdón pero no recuerdo su nombre) le respondió con el silencio, seguramente su única arma, la arma que desarmó a Mejide. Si se va ese día yo hubiera pedido su beatificación.

    Salu2 Córneos.

    ResponderEliminar
  5. En vez de Risto Mejide, tendría que llamarse Risto Mejode.

    ResponderEliminar